Ilustración: Diana Kereselidze. Unsplash
Desencanto e incredulidad hacia la política en tiempos de polarización.
El presente de las cosas sin nombre se complica cada día más. Los estados alterados se manifiestan en las conversaciones cotidianas, y la razón, cada vez más escasa, se trastoca y se pierde en las alacenas de los hogares. La vemos escabullirse entre las grietas de las ciudades oscuras y grises. La discordia y la mentira pasean de la mano por las plazas, acompañadas por figuras curiosas que, sin asomo de vergüenza, exhiben sus pretensiones y delirios sin el más mínimo recato, dejando al descubierto sus oscuras intenciones. Los vecinos ya no apartan la mirada ni tapan sus ojos; se quedan atónitos, abrumados, embelesados por el encanto de lo increíble, lo visceral, esa puesta en escena que se aleja de lo verdaderamente humano. Así pasan los días en este cúmulo de urbes donde los habitantes viven con los nervios de punta, pero al mismo tiempo con la esperanza y los sentidos adormecidos.
Las cosas, según un filósofo criollo, no estaban tan bien como nos decían, ni tan mal como creíamos nosotros. Ahora están peor, pero al menos todos lo sabemos.
La ilusión ha hecho maletas; se ha refugiado en las más altas montañas y los ríos más remotos, escondiéndose de la falta de confianza en nosotros mismos. Se oculta en los animales y las plantas, en los amaneceres de los campesinos que, con sus manos, cultivan su comida y la nuestra, a pesar de aquellos que se acuestan esperando que otro, con sus diatribas, venga a resolvernos los problemas con soluciones mágicas que ya fracasaron décadas atrás en otros territorios. Las cosas, según un filósofo criollo, no estaban tan bien como nos decían, ni tan mal como creíamos nosotros. Ahora están peor, pero al menos todos lo sabemos. También hemos aprendido que quienes se suben a los improvisados atriles, envueltos en las falsas sábanas de la democracia, no tienen la solución. Las verdades saltan a la vista, pero ya no las distinguimos entre la maraña de argucias y el miedo que nos nubla la mirada. El camino está tan cerca, pero nos negamos a verlo. Nadie caminará por nosotros, pero nadie sabe cómo dar el primer paso.
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Jaime Pumarejo Heins
Director Ejecutivo de Breathe Cities, ex alcalde de Barranquilla y ex Ministro de Vivienda. Junta asesora de Unep y miembro de la Comisión de financiamiento sostenible de ciudades del Sdsn. Gerente de sistemas de Información de Purdue University y MBA del Instituto de Empresas de Madrid. Líder de las Américas del Inter-American Dialogue y ganador del Premio Prize for Cities de WRI.