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Malcolm Deas fotografiado en su hogar. El historiador inglés nunca dejó de reflexionar sobre la realidad colombiana. Foto: El País de España.

Breve semblanza del historiador y colombianista inglés que nos enseñó a mirar al país con otros ojos.

Malcolm Deas llegó a Colombia a comienzos de la década del sesenta del siglo pasado y desde entonces, en sus ires y venires entre Inglaterra y nuestro país, que comenzaron en las selvas del Vaupés, fue construyendo su propia interpretación de la realidad local y de nuestra historia.

A los largo de casi seis décadas Malcolm se fue sumergiendo en las capas complejas y difusas de la sociedad, de los archivos, de la cultura, del poder, de las imágenes y la fotografía, de los matices y los prejuicios, de las visiones de expertos nacionales y extranjeros que buscaban dar respuestas acerca de lo que es Colombia, su pasado, sus raíces, sus líderes, su aparente tradición violenta, sus instituciones y su democracia.

Con frecuencia, se hablaba de Malcolm Deas como experto, como historiador, como analista agudo. Pero él nunca fue un historiador de ambiciosas tesis comprehensivas o teorías grandilocuentes que abarcaran la realidad humana. Tal vez su formación, típicamente inglesa, empirista y pragmática, lo llevó a mirar las cosas de una forma diferente. Fue más bien un apuntador, un analista crítico, un comentador y destructor revisionista de grandes categorías y lugares comunes.

Por ello es frecuente encontrar comentarios que sacan a relucir el hecho de que Malcolm enseñó a tantos discípulos y contertulios a darle una mirada distinta a las interpretaciones del hoy y del ayer. Quizá sin buscar crear una escuela, legó una forma de pensar, de preguntarse y de reírse de los acontecimientos. Siempre partiendo de hechos aparentemente menores, de una foto, de un breve texto, una pintura o una anécdota, lograba ir definiendo el entorno que daba sentido a las historias y a sus protagonistas. Malcolm Deas tenía un ojo de halcón para detectar sutilezas, en las que siempre veía una huella para seguir. Al final siempre descubría algún tesoro que compartía con su público.

Deas contribuyó a una nueva forma de leer y entender el país. En medio de los días y las horas de sus lecturas, conferencias y ensayos, cultivó relaciones profundas y desinteresadas con muchas personalidades de quienes dependieron las políticas públicas del país en las últimas décadas. Fue interlocutor natural de presidentes como Alfonso López y muchos de quienes lo sucedieron como César Gaviria y Álvaro Uribe; vicepresidentes como Gustavo Bell y ministros como Fernando Cepeda, Manuel Rodriguez, Rafael Pardo y Paula Moreno, al igual que economistas renombrados como Juan José Echavarría o Santiago Montenegro. Particular atención le prestó a los temas de seguridad –era un convencido del liderazgo civil en las estrategias en esta materia–, y dio sugerencias y orientaciones a quienes fueron responsables directos en tales temas como Andrés Peñate o Sergio Jaramillo. La lista es larga.

Le gustaba estar cerca del poder, o mejor, de quienes podían hacer que las cosas fueran distintas, mejores, más claras, más sencillas, más prácticas y  divertidas.

Deas legó libros, ensayos, entrevistas, textos y comentarios como herencia. Dirigió más de ochenta tesis doctorales, la mayoría sobre Colombia. Pero dejó también una lista nutrida de alumnos, discípulos, contertulios, analistas y libreros en quienes imprimió una huella profunda de amistad generosa, buen humor, compromiso con el país y las instituciones, pragmatismo y una actitud crítica y puntillosa frente a las soluciones facilistas, retóricas y radicales. En ello fue, a lo mejor sin proponérselo, un actor propulsor del cambio y de la forma como ocurren las transformaciones de la historia.

Le gustaba estar cerca del poder, o mejor, de quienes podían hacer que las cosas fueran distintas, mejores, más claras, más sencillas, más prácticas y  divertidas.

En su tarea como historiador, muchos de sus más destacados alumnos y colegas tendrán cosas para decir. Marco Palacio, Jorge Orlando Melo, Eduardo Posada Carbó, Gustavo Bell, Margarita Garrido, Beatriz Castro, Efraín Sanchez y tantos otros, se beneficiaron de su conocimiento y de la forma de abordar la historia, nuestra historia. 

De alguna manera Colombia tuvo suerte de que Deas se fijara en ella. Y a partir de allí arrojó luces para entenderla mejor, pero también para que las cosas sucedieran o cambiaran. Fue un historiador que nos hizo mucho bien, ayudándonos a entender nuestro pasado, pero también a transformar la realidad. 

El académico fallecido el pasado sábado 29 de julio no fue solo un historiador, fue antes que nada un hacedor de historias, en plural, no una sola y excluyente. Al fin y al cabo así se vive y se construye el pasado.

Y junto a ello, Malcolm fue Malcolm para todos, por su nombre, no por su apellido. Eso habla mucho de su naturaleza cercana, divertida y muy humana.

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Jaime Bermudez Merizalde

Abogado, diplomático y Político colombiano, se desempeñó como Embajador en Argentina y Ministro de Relaciones Exteriores de Colombia.

 

 

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