Escudo de Armas y Pabellón de la Nueva Granada, 1834. Imagen: Archivo General de la Nación.
En uno de sus mejores ensayos, el fallecido historiador inglés dilucidó en factores como la fragmentación geográfica, la baja demografía, el poco atractivo para la inmigración y la pobreza generalizada desde la colonia, las verdaderas razones del atraso en Colombia.
Hace unos años, Malcolm Deas me dijo que consideraba ‘Inseguridad y desarrollo económico en Colombia en el primer siglo de vida republicana independiente: consideraciones preliminares’ (Las fuerzas del orden y once ensayos de historia de Colombia y las Américas, 2017) como uno de sus ensayos mejor logrados.
¿Por qué ese texto, tan poco conocido por el público y los historiadores, y tan poco comentado por los economistas, tiene tantos méritos?
El ensayo es de singular importancia pues busca desmitificar una nueva ortodoxia (o leyenda negra), derivada de la lectura del economista Douglass North y sus discípulos: el desorden político tuvo mucha influencia en el retraso decimonónico de América Latina. Bajo esa perspectiva, el subdesarrollo colombiano fue el resultado de una desviación de la senda de Inglaterra y los Estados Unidos.
En esta polémica, Malcolm Deas despliega los arcana imperii (secretos de Estado) del historiador con maestría: la suspicacia de las teorías universales; el examen de los lugares comunes, generalizaciones y falsas excepcionalidades; el hábito de la comparación; y el prodigioso sentido de época.
Después de señalar la vaguedad en la definición de ‘institución’, la omisión de lo que pasaba en otras partes del mundo, el impresionismo estadístico y la mirada indiscriminada sin matices sobre América Latina, el historiador inglés concluye que el desorden y la inseguridad no tuvieron tanto que ver con el desarrollo, aunque fuera bien probable que no ayudaran al progreso del país.
Malcolm Deas esperó en vano que el ensayo suscitara debate académico. Con todo, la más reciente historiografía anglosajona le da la razón.
North y sus discípulos promueven una mirada Whig de la historia que pone en la cúspide de la civilización a Gran Bretaña, sobrestimando su grado de democracia, igualdad e impuestos progresivos. Esa mirada ha sido revaluada por varios motivos. North y sus discípulos ignoran las últimas tres décadas de la historiografía política de América Latina, cuyos trabajos han mostrado la amplitud de la política democrática en el siglo diecinueve, en comparación con los Estados Unidos y Europa.
North & Co. también sobrestiman la igualdad y seguridad de la propiedad de la tierra en Gran Bretaña. Ignoran los enclosures de finales del siglo dieciocho, procesos de expropiación de las tierras comunes y de los clanes en Escocia por parte de los aristócratas ingleses, así como la lucha por la tierra en Irlanda un siglo más tarde. Precisamente, a finales del siglo diecinueve, algo más del 70 por ciento de la tierra en Gran Bretaña estaba en manos de 10.000 familias, según ha estimado David Cannadine (Universidad de Princeton).
El siglo diecinueve británico tampoco fue particularmente democrático en sus impuestos. Muy al contrario de lo que aseguran los neo-institucionalistas, los impuestos directos, que junto a la Primera Guerra Mundial acabaron con el latifundio aristocrático, sobrepasaron los indirectos en la tesorería británica solamente en los albores del siglo veinte, como demuestra Martin Daunton (Universidad de Cambridge).
Del otro lado del Atlántico, la historia del capitalismo pone otro clavo en el cajón de algunas interpretaciones institucionalistas. Los trabajos recientes de Sven Beckert (Universidad de Harvard) sobre el imperio del algodón, por ejemplo, han subrayado lucidamente el papel protagónico de la esclavitud americana en el desarrollo de las sociedades industriales.
Desembocamos, entonces, en una cascada de contradicciones: los períodos de extraordinario auge económico e imperial, como el Gilded Age en los Estados Unidos o el Old Corruption en Gran Bretaña, estuvieron sumidos en la desigualdad y la corrupción. El problema de las narrativas à la North se agrava aún más por su incapacidad explicativa del descollante desarrollo económico de la Alemania de Bismarck o del Japón Tokugawa.
El milagro granadino nunca ocurrió, como bien sugiere Malcolm Deas en su ensayo, por la fragmentación geográfica, altos costos de transporte, baja demografía, poco atractivo para la inmigración e inversión extranjera, y ausencia de instituciones financieras.
Detrás de las pretensiones científicas del institucionalismo, se esconden unas premisas ideológicas. Como indica el subtítulo de The Stages of Economic Growth: A Non-Communist Manifesto (1960) del influyente Walt Rostow, la apuesta fue clara durante la Guerra Fría: las teorías de la modernización debían convertirse en alternativa al comunismo. Estos trabajos propusieron entonces un camino único para alcanzar el desarrollo donde primaban la democracia-liberal, los modelos racionales de pensamiento y la economía como física de la sociedad. Sin embargo, como hemos visto, la revisión de los postulados neo-institucionalistas suscita serios interrogantes sobre cómo se ha escrito este tipo de historia del desarrollo económico.
Si el problema fuera reducible a lo meramente institucional, la Nueva Granada 1850s–80s habría sido una potencia económica, como ironizó Eric Hobsbawm, mientras que el Imperio británico jamás hubiera visto la luz del día. El milagro granadino nunca ocurrió, como bien sugiere Malcolm Deas en su ensayo, por la fragmentación geográfica, altos costos de transporte, baja demografía, poco atractivo para la inmigración e inversión extranjera, pobreza generalizada desde la colonia y ausencia de instituciones financieras.
Si la historia del siglo diecinueve colombiano ha sido concebida de manera más innovadora, juiciosamente investigada y elegantemente escrita, fue Malcolm Deas quien plantó las semillas, cuidó del jardín, y produjo él mismo algunas de sus más bellas flores. ‘Inseguridad y desarrollo’ es una de ellas, coloreada por su defensa del oficio del historiador: ni pasatiempo ni excursión de un día.
Al releer su ensayo ‘Inseguridad y desarrollo’, pensé en Sherlock Holmes y, en particular, en una frase suya en El Sabueso de los Baskerville: “Usted ve pero no observa. La distinción está clara”. Como el excéntrico detective de Baker Street, Malcolm Deas sabía ver, pero sobretodo observar. Esa es la lección del maestro.
Querido lector: nuestros contenidos son gratuitos, libres de publicidad y cookies. ¿Te gusta lo que lees? Apoya a Contexto y compártelos en redes sociales.
Luis Gabriel Galán Guerrero
Profesor de la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes. Doctor en Historia de la Universidad de Oxford.