Aunque aún es temprano para las presidenciales de 2026, los anuncios del presidente Petro sobre la necesidad de renovar la permanencia del Pacto Histórico en el poder agitan desde ya las aguas en Colombia. Foto: Cablenoticias.
Elecciones 2026: ¿está el gobierno Petro abierto a permitir que un partido de otra tendencia ideológica asuma el poder?
La alternancia del poder entre partidos de distintas orillas ideológicas se está convirtiendo en un hecho generalizado en toda América Latina. En Colombia la opinión pública desde ya se pregunta si el actual gobierno está dispuesto a permitir que un partido de otra tendencia política asuma el poder a partir de 2026.
Reconocer la derrota es importante para la democracia.
Eugenio Chicas
En muchas naciones democráticas hubo largos períodos de hegemonía de un partido dominante, como fue el caso de la Democracia Cristiana en Italia, que fue el eje de todos los gobiernos que tuvo ese país entre 1948 y principios de los años noventa del siglo pasado. No obstante, lo que define un régimen democrático no es tanto el hecho efectivo de la alternancia, sino la posibilidad de un cambio de gobierno por la vía electoral de unas mayorías por otras, con programas distintos y con plenas garantías legales.
Lo novedoso e interesante es que, tal como se puede observar en el cuadro No. 1, actualizado al día de hoy, y en contravía de las visiones más pesimistas –pocos olvidan el golpe militar contra Salvador Allende en 1973–, la alternancia se ha ido consolidando en nuestra región. En efecto, en los últimos años en la mayoría de las naciones latinoamericanas hubo un traspaso de poder de gobiernos de distinta tendencia ideológica de manera pacífica. Las únicas excepciones fueron los gobiernos bajo liderazgos personalistas autoritarios de Venezuela y Nicaragua; Cuba, dominada por un partido único, y Paraguay, donde el Partido Colorado continúa dominando el panorama político. Podríamos añadir la reelección hace pocos días del presidente de la República Dominicana, Luis Abinader, quien barrió en las elecciones debido a su alto nivel de aprobación. En dos casos, Perú y Bolivia, la alternancia estuvo precedida por sendas crisis políticas. En el resto de los países, no sin tensiones, se ha dado en general una transición pacífica.
A fines de 2018 durante el VIII Foro de la Democracia Latinoamericana “Desafíos de las elecciones en tiempos de cambio: un panorama latinoamericano”, celebrado en México, se planteó que si bien la alternancia de partidos de distinto signo ideológico en América Latina era ya un hecho creciente, la aceptación de la derrota seguía siendo una tarea pendiente para la consolidación de la democracia. Es decir, que persistía una resistencia a la alternancia, que era aún percibida por quienes perdían el control del Estado como una calamidad. ¿Esta visión ha cambiado o continúa habiendo en nuestra región una enorme resistencia a aceptar entregarle la banda presidencial a un líder político provisto de un programa diferente y apoyado por otros sectores de la sociedad?
Si nos atenemos a lo que ocurrió un lamentable 8 de enero de 2023 en Brasil la respuesta sería negativa. Ese día, el mandatario saliente, Jair Bolsonaro, animó a sus simpatizantes a atacar sedes gubernamentales en la capital, Brasilia, e intentar impedir el ascenso al poder de Luiz Inácio Lula da Silva. El retorno de la izquierda, así fuese un líder moderado como el antiguo dirigente sindical, era percibido por la extrema derecha brasileña como una catástrofe. Unos años antes Cristina de Kirchner no asistió al traspaso de gobierno a su sucesor, Mauricio Macri, por lo que el nuevo mandatario tuvo que asumir el cargo ante el presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti.
A diferencia de lo que ocurrió en Brasil (una repetición sin imaginación del guión del asalto al Capitolio estadounidense del 6 de enero de 2021, estimulado por Donald Trump para impedir que en una sesión conjunta de Senado y Cámara se contaran los votos del Colegio Electoral y se certificara la victoria de su contrincante, Joe Biden), y en Argentina en 2015, en Colombia el primer presidente de izquierda, Gustavo Petro, se pudo posesionar el 7 de agosto de 2022 sin ninguna alteración del orden público y en presencia del presidente saliente.
¿Cuál será, en el futuro, la tendencia dominante en América Latina: la que rechaza la alternancia o la que la acoge como un componente clave de una democracia pluralista?
En el foro ya mencionado se planteó que un avance en la cultura de la aceptación de la derrota exigía una condición básica: que los sistemas electorales no fueran un juego de suma cero en el que quien gana, gana todo, y quien pierde, pierde todo de una vez y para siempre.
Hoy en América Latina los tres países en los cuales la alternancia política está sellada con triple candado son de izquierda: Cuba, Nicaragua y Venezuela, aún cuando algunos se ilusionan con la salida de Nicolás Maduro si pierde en franca lid las próximas elecciones del 28 de julio de 2024. Amanecerá y veremos.
Petro, en numerosas intervenciones, ha planteado que cuatro años no son suficientes para los cambios que propone y que, por tanto, el Pacto Histórico debe continuar en el gobierno por muchos años.
En todo caso, el enquistamiento en el poder en estas tres naciones no deja de generar inquietudes en Colombia. Muchos se preguntan si el primer presidente de izquierda en nuestra historia, Gustavo Petro, está abierto a permitir la alternancia política en 2026 o si, por el contrario, realizará todo tipo de maniobras non sanctas para garantizar su permanencia en el poder, ya sea por sí mismo o en “cuerpo ajeno”.
Petro, en numerosas intervenciones, ha planteado que cuatro años no son suficientes para los cambios que propone y que, por tanto, el Pacto Histórico debe continuar en el gobierno por muchos años. Se trata, sin duda, de una aspiración legítima la de intentar continuar en el poder si ganan las elecciones en 2026 con un candidato distinto al propio Petro –dado que la Constitución vigente prohíbe terminantemente la reelección inmediata e, incluso, mediata (o sea, tras uno o dos períodos presidenciales). La pregunta es si el gobierno va a actuar con total transparencia. Este interrogante está en el centro del debate público hoy en Colombia.
Hacia una “alternación virtuosa”
Es muy interesante constatar que la alternancia política se ha convertido en muchas naciones, además de un componente esencial de la vida democrática, en un mecanismo virtuoso para lograr avances tanto en el plano económico como social, así como en la cultura democrática.
En efecto, si observamos las naciones que han logrado construir las sociedades más desarrolladas hoy en el mundo –que van desde Canadá, pasando por los países escandinavos hasta alcanzar a Australia y Nueva Zelanda–, estas se caracterizan por un “péndulo político virtuoso” mediante el cual gobiernos de izquierda moderada que ponen el acento en la política social dan paso a gobiernos de derecha moderada que privilegian el mercado. Es decir, se evitan los “saltos bruscos” de un polo a otro del espectro ideológico y sus efectos negativos sobre la estabilidad macroeconómica y la seguridad jurídica.
De esta manera, han logrado construir un “capitalismo con rostro humano”, es decir, además de eficiente en el plano económico, admirable en el plano social con una disminución de la pobreza y de la desigualdad. En América Latina las dos naciones que más se aproximan a este ideal son Costa Rica y Uruguay.
En otras palabras, no solo la posibilidad de la alternancia entre partidos de distinto signo ideológico y programático constituye un rasgo de una democracia vigorosa, sino que su “normalización” puede coadyuvar a construir sociedades más justas y equilibradas. ¿Está América Latina entrando en esta dinámica virtuosa?
Las elecciones del próximo 28 de julio en Venezuela están abocadas a una intensa lucha por dejar atrás 25 años del chavismo en el poder. Foto: El Tiempo.
El caso de Colombia
Si nos atenemos a las encuestas más recientes, que indican una caída importante en la imagen de Gustavo Petro, pocos dudan de que en nuestro país en 2026 se va a producir una alternancia política, anunciada ya por la dura derrota electoral que sufrió la coalición de gobierno en las elecciones regionales celebradas en 2023. Obviamente, este cambio de mayorías políticas va a depender de que no ocurra nada irregular, es decir, una “deriva autoritaria” del actual gobierno para intentar conservar a toda costa el control del Estado.
La pregunta que se formulan los analistas es si el péndulo político se va a mover de manera abrupta hacia la extrema derecha o si se va a mover hacia el centro. En América Latina, tal como se observa en el cuadro No. 1, ambos procesos se han dado en años recientes: tanto la oscilación entre extremos en Argentina (de Alberto Fernández a Javier Milei), como la oscilación más moderada en Costa Rica (de Carlos Alvarado a Rodrigo Chávez).
No disponemos de una bola de cristal para afirmar con algún grado de certeza si en Colombia se efectuarán elecciones con plenas garantías en 2026 y si el “péndulo electoral” oscilará hacia la extrema derecha o hacia el centro.
Muchos analistas, entre los cuales me cuento, consideran que el ideal sería el triunfo de una candidatura proveniente del centro político, el cual incluye partidos y líderes que defienden posturas de centro izquierda, centro-centro y centro derecha. Un amplio espectro con tendencias modernizantes y políticas moderadas que despertaría una reacción menos abrupta en los polos más radicales, y que estaría en mejores condiciones de adelantar una política social exitosa.
En una perspectiva de más largo plazo, ateniéndonos a la experiencia mencionada de las naciones con un sostenido desarrollo hoy en el mundo, desde Canadá hasta Nueva Zelanda, el ideal sería que Colombia comenzara desde ya a nutrirse de la cultura de la “alternancia virtuosa” entre bloques moderados, situados unos más a la derecha y otros más a la izquierda.
Referencias
*En la tabla no se incluye el nombre de Claudia Rodríguez de Guevara, quien asumió la presidencia en El Salvador durante seis meses (1/12/2023 hasta el 1/05/2024) para permitir, mediante una oscura maniobra legal, la reelección de Nayib Bukele a pesar de una clara prohibición constitucional.
Querido lector: nuestros contenidos son gratuitos, libres de publicidad y cookies. ¿Te gusta lo que lees? Apoya a Contexto y compártelos en redes sociales.
Eduardo Pizarro Leongómez
Profesor emérito de la Universidad Nacional de Colombia.