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En marzo de 1990 el Gobierno de Virgilio Barco y el M19 firmaron un Acuerdo de Paz para evitar un mayor número de muertes, secuestros y actos de violencia. El compromiso permitió que el M19 se convirtiera en el movimiento político con mayorías en la Constituyente.

De las armas a la política: estos son los factores de éxito (o fracaso) de una guerrilla tras un acuerdo de paz

por | Mar 26, 2024

Por Eduardo Pizarro Leongómez

No es lo mismo empuñar un fusil que dirigir un partido o ser un buen congresista. ¿Cuáles son las barreras y buenas prácticas de las guerrillas colombianas que han hecho tránsito a la vida política?

Colombia es hoy en día el único país en América Latina en donde todavía subsisten grupos guerrilleros postrevolución cubana. Es más, es el único país en todo el hemisferio occidental –tras la dejación de las armas de IRA y ETA en Irlanda del Norte y las provincias vascas, respectivamente–, en el cual perviven grupos guerrilleros con un mayor o menor barniz político: el ELN, las Farc Estado Mayor Central y Farc Nueva Marquetalia. 

En América Latina la lucha guerrillera culminó bien por la vía de la derrota militar, o por la vía de la negociación política y el tránsito de las armas a la política”. En nuestro país, si bien se logró mediante una negociación grupo por grupo y escalonada en el tiempo con la desmovilización del M-19, el EPL, el PRT, el Maql y las Farc-EP a lo largo de tres décadas, nuevamente se está intentando cerrar el ciclo guerrillero mediante diálogos de paz. Por ello es clave llevar a cabo una reflexión sobre las barreras de entrada” –tanto endógenas, como exógenas– que encuentran los grupos guerrilleros en su tránsito hacia la política y, de esta manera, mostrarles los desafíos que van a tener que enfrentar y cómo superarlos si acaso deciden –como lo exigen a gritos y desde hace décadas la inmensa mayoría de los colombianos– dar un paso hacia la lucha en el terreno electoral.  

En este artículo vamos a suponer, en abierta contravía de la opinión de la mayoría de los analistas, que el ELN ya tomó la decisión de transitar de las armas a la política” y que no está utilizando estas negociaciones de nuevo como un recurso para la continuación de la guerra, como han hecho desde 1991. Y vamos a suponer que esta es, igualmente y de nuevo en abierta contravía con muchos analistas, la postura de las Farc-EMC y de las Farc Nueva Marquetalia. 

En el mundo existen innumerables experiencias de transformación de antiguos grupos guerrilleros en partidos políticos, cuyos líderes terminaron siendo jefes de Estado: basta recordar a Josip Broz, el famoso mariscal Tito, quien ejerció la presidente de la República Federativa Socialista de Yugoslavia entre 1953 y 1980. O a Mao Tse Tung, Ho Chi Minh y Nelson Mandela. 

Sin embargo, si nos limitamos al mundo occidental, existe un importante número de experiencias que pueden ser de enorme utilidad para desentrañar las principales barreras de entrada” que enfrentan los partidos que provienen de las armas, tanto internas como externas, y tanto organizacionales como institucionales. 

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El Movimiento al Socialismo (MAS), en Venezuela, fue el primer partido nacido de una guerrilla postrevolución cubana. Sin embargo, el MAS, que fue fundado el 19 de enero de 1971 como una escisión del PCV bajo el liderazgo de Pompeyo Márquez y Teodoro Petkoff no fue, propiamente, el resultado de un proceso de paz, sino de una desmovilización con plenas garantías en el primer mandato de Rafael Caldera de una guerrilla que se hallaba ya derrotada en el plano militar. Desde esta perspectiva, la experiencia pionera de un partido surgido de una negociación de paz tuvo lugar en Colombia: la Alianza Democrática M-19. 

Primera barrera, el choque de autoridad

La primera barrera que encuentran los grupos guerrilleros desmovilizados surge de su propia experiencia interna: la cultura de mando vertical, que choca de frente con la dinámica propia de un partido político en la legalidad y, en particular, con los nuevos adherentes que no provienen de la lucha armada. Como afirma el profesor David Garibay en un artículo publicado en la Revue Internationale de Politique Comparée,  “las relaciones internas dentro de una guerrilla, moldeadas por la compartimentación vertical y la clandestinidad, las lealtades a la jerarquía y organización militar, las normas de valoración interna de los militantes basadas en el coraje físico, el heroísmo y la dedicación a la causa, el carisma del mando, pero también el hecho de subsumir cualquier pretensión del objetivo de la victoria militar, son todas normas internas que rápidamente aparecen en contradicción con la idea de constituir un aparato partidista con funcionamiento interno abierto, transparente, pluralista y democrático”.

En efecto, en general los grupos guerrilleros en tránsito hacia la vida política viven un choque frontal entre el sentido de autoridad de los mandos guerrilleros acostumbrados a dar órdenes y el debate interno propio de un partido. Este fue, al menos, el principal argumento de un grupo de excomandantes de las Farc liderados por Joaquín Gómez, Victoria Sandino y Benkos Biohó para separarse del Partido Comunes en 2021, pues, según un comunicado público, estaba “muy lejos del umbral democrático exigible a cualquier partido que actúe en la vida política nacional según el marco legal y constitucional”. 

La primera barrera que encuentran los grupos guerrilleros desmovilizados surge de su propia experiencia interna: la cultura de mando vertical, que choca de frente con la dinámica propia de un partido político en la legalidad.

Es la misma barrera que encuentran los partidos políticos liderados por antiguos miembros de las Fuerzas Militares y que, en muchas ocasiones, los conducen al fracaso. Las órdenes normales en una unidad guerrillera o en un cuartel son poco apreciadas en un partido político. 

Por ello, es clave que los exmiembros de los grupos guerrilleros sean conscientes de esta limitación, se muestren dispuestos a despojarse de la cultura de mando y abrirse al debate democrático. La Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (Urng) –que firmó un prometedor “Acuerdo de Paz Firme y Duradera” el 29 de diciembre de 1996– es un ejemplo clásico de luchas internas y fraccionamiento extremo que condujeron al nuevo partido al fracaso. La Urng-Maiz es hoy en día un simple “partido testimonial” con escasa fuerza electoral. 

La segunda barrera endógena es cómo pasar de la aversión hacia el sistema político vigente a su incorporación, respetando unas reglas de juego que ayer eran objeto de duro rechazo, aunado a la escasa experiencia político-partidista y político-electoral de que adolecen los miembros de las guerrillas desmovilizadas. ¿Cómo moverse en la difícil arena electoral? ¿Cómo construir alianzas? ¿Cómo transformar el lenguaje y adaptarlo, por ejemplo, a un electorado urbano después de años de acción en zonas rurales? 

El fraccionamiento de la antigua familia comunista en tres partidos distintos (Partido Comunista Colombiano, Unión Patriótica y Comunes), cada cual con su propia personería jurídica y sus propias directivas, no les permitió a los exguerrilleros aprovechar la larga experiencia electoral del PCC y la UP, un hecho que pudo contribuir a sus pobres resultados electorales tanto en 2018 como en 2022. 

En general, para un grupo guerrillero desmovilizado es preferible integrarse en una amplia coalición con otras formaciones con experiencia en el terreno político electoral –como fue el caso de ETA al articularse en Euskal Herria Bildu que aglutina a Eusko Alkartasuna (Solidaridad Vasca), Aralar, Alternatiba y a un sector de la izquierda abertzale afín a Sortu–, que jugar de manera aislada en un espacio nuevo y sin experiencia. 

Esta barrera está íntimamente relacionada con una tercera y es la tendencia de los antiguos mandos guerrilleros a acaparar todos los cargos de dirección o de representación política, con total autonomía de sus capacidades en el terreno político. No es improbable que un jefe guerrillero hubiese tenido una gran capacidad en el plano militar, pero que adolezca de virtudes políticas. Lo grave es que ninguno está dispuesto a reconocerlo. Mediante la frase yo me gané el derecho a dirigir el partido (o a ir al Congreso) en el campo de batalla”, le cierran en las narices las puertas a simpatizantes que pueden tener mayor experiencia y, probablemente, mejores aptitudes para el ejercicio de la política. 

¿Qué interés puede tener un joven profesional con mucho potencial político en ingresar a un partido de exguerrilleros que les cierran las puertas? En 2018, tras el acuerdo de favorabilidad política que les permitió a las antiguas Farc disponer de diez curules en el Congreso, todas fueron ocupadas por miembros de la guerrilla, sin ninguna o escasa experiencia política y sin abrirle el espacio a nuevos aliados: en el Senado, Israel Alberto Zúñiga, Pablo Catatumbo, Victoria Sandino, Julian Gallo y Griselda Lobo; e en la Cámara de Representantes, Omar de Jesús Restrepo, Jesus Santrich, Jairo González, Jairo Reinaldo Cala y Marcos Calarcá. Y en 2022 se repitió el mismo y excluyente guion. No es lo mismo empuñar un fusil que dirigir un partido o ser un buen congresista. 

En contraste, una de las razones al menos del éxito inicial de la AD M-19 fue la amplitud de su coalición en la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, en la cual, al lado de reconocidos dirigentes de la guerrilla recién desmovilizada como Antonio Navarro, Otty Patiño, Rosemberg Pabón, Marcos Chalita y Germán Rojas, otros provenían de diferentes partidos de izquierda (Abel Rodríguez, Angelino Garzón, Germán Toro, Fabio Villa). de los partidos Liberal o Conservador (Carlos Ossa, Álvaro Leyva).  juristas independientes (María Teresa Garcés, José María Velasco, Álvaro Echeverry) e, incluso, del mundo académico o de la cultura (Orlando Fals Borda, María Mercedes Carranza). 

Finalmente, en el caso de las Farc –que puede tener incidencia, igualmente, en otros grupos guerrilleros–, un factor que dificultó mucho su inserción en la compleja vida político-elector (e, incluso, en el campo laboral) fue el bajo nivel educativo de sus miembros. Según un censo realizado por la Universidad Nacional en 2017, si bien el 90 % de los excombatientes sabían leer y escribir, apenas el 57 % había culminado la educación básica primaria y el 21 % la secundaria. 

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El 24 de noviembre de 2016 tuvo lugar en el Teatro Colón la firma del Acuerdo renegociado de paz entre el Estado colombiano y las Farc.

Barreras exógenas, el cambio de imagen 

Además de las limitaciones internas, los antiguos grupos guerrilleros deben enfrentar también complejos obstáculos externos, que van desde la imagen que proyectan ante la opinión pública, la seguridad de los desmovilizados una vez dejan las armas, las dificultades para enfrentar a los partidos políticos ya consolidados e, incluso, barreras de orden legal. 

La imagen que proyecta un grupo guerrillero ante la opinión pública puede ser altamente positiva, como fue el caso del Fsln, cuya lucha contra el brutal régimen somocista le significó un inmenso apoyo ciudadano. Lo mismo se puede afirmar de la figura insigne de Nelson Mandela enfrentando con gran dignidad los horrores del Apartheid. Pero puede ser, también, una enorme barrera de entrada.  

En el congreso fundacional del partido que nació de los acuerdos de paz con las Farc celebrado en 2018 en el Centro de Convenciones de Bogotá, Luciano Marín (alias Iván Márquez”), quien lideraba la inmensa mayoría de los delegados, impuso en contravía de las ideas de Rodrigo Londoño (Timochenko”), la sigla Farc (Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común), lo que constituyó un grave error, pues no era una sigla que gozara de buena reputación, a diferencia del Fsln o el Fmln. Para un grupo guerrillero en su tránsito hacia la acción política es indispensable llevar a cabo un cuidadoso balance entre los símbolos del pasado y la imagen que desea proyectar hacia el futuro. 

El cambio de imagen es clave, pues, como sostuvo con desconsuelo en alguna ocasión la senadora Sandra Ramírez (…) los partidos con alguna afinidad ideológica tomaron la decisión de aislarnos. En general, la tesis es que nosotros restamos en vez de sumar” (Semana, 27 de septiembre de 2019). Fue tal la estigmatización que el único alcalde elegido por el nuevo partido en 2018, Julian Conrado, el cantante de las Farc, decidió lanzarse a la alcaldía de Turbaco (Bolívar) por la Colombia Humana. 

Una segunda barrera externa que ha afectado la implantación y el crecimiento del partido Comunes ha sido la persistencia e, incluso, el agravamiento de la violencia en sus zonas de presencia histórica. Según Naciones Unidas más de 350 excombatientes de las Farc han sido asesinados tras el acuerdo de 2016. Otros muchos han sido desplazados o han sido objeto de reclutamiento forzado. Ningún grupo guerrillero está exento de este riesgo y por ello es necesario diseñar formulas eficaces para la protección de los desmovilizados y para la seguridad de sus zonas de influencia. 

Una tercera barrera proviene de las normas electorales que pueden ser un obstáculo para el acceso a la vida política de los antiguos guerrilleros. Por ello, en general en las negociaciones de paz se acuerdan, ya sea normas de apertura democrática para abrirle el espacio de nuevas fuerzas politicas, como se alcanzó mediante la Constitución de 1991, o normas transitorias de favorabilidad política”, como fue el caso de las diez curules, cinco para el Senado y cinco para la Cámara de Representantes, que se les concedió a las Farc durante dos periodos legislativo: 2018-2022 y 2022-2026. 

Para concluir, sin duda el tránsito de las armas a la política” no es un proceso fácil. Sin embargo, si los miembros de los grupos guerrilleros que se encuentran actualmente adelantando procesos de paz estudian con seriedad las barreras que hemos señalado y analizan las experiencias tanto exitosas como fracasadas que ha habido en distintas regiones del mundo, no es improbable que puedan llegar a buen puerto. 

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Eduardo Pizarro Leongómez

Profesor emérito de la Universidad Nacional de Colombia.

 

 

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