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Fotos: Google.

En Cartagena el problema no es el precio de dos pescados, el problema es el dinero envenenado que manda en la ciudad.

Hace unos días Cartagena fue epicentro de un nuevo escándalo: el cobro de dos millones de pesos por unas mojarras en Playa Blanca. Las burlas se centraron en mostrar lo absurdo que era que un afrodescendiente de Barú, cuya única opción es salir a la playa a ganarse la vida sin ningún “local de lujo”, cobrara un alto precio por dos pescados fritos.

Nadie habló del contexto real, pues el precio de las mojarras no es el problema, es la consecuencia. Probablemente el isleño vio que en Cholón, desde hace mucho tiempo ya, los visitantes pagan altos precios por esos mismos productos en las mismas condiciones y decidió que él también podía ganar como sus vecinos.

Sí, en Cholón los precios son exorbitantes por una triste razón: porque con esos precios no solo se compran mojarras, se compran cuerpos humanos. Las fiestas en Cholón son conocidas, y también lo son los videos de extranjeros ofreciendo orgías fantasiosas, con acceso ilimitado a todo tipo de drogas y mujeres. Lo mismo puede apreciarse en el Centro Histórico, comercios nocturnos que tampoco son de “lujo”y que venden una botella de licor por el mismo valor de aquellas mojarras fritas: dos millones de pesos. Pero además, se le suma a esta situación una realidad más penosa: en Cholón y el Centro Histórico no solo se “ofrecen” mujeres, una forma de explotación sexual, sino que también niños y adolescentes son víctimas de oscuras redes de prostitución.

El problema no es el precio del pescado, como tampoco lo son las 300 mujeres sometidas a la explotación sexual a la vista de todos en las calles del Centro Histórico. El problema es el dinero envenenado que manda en la ciudad. El dinero que compra el incumplimiento de las normas y que sirve para cometer delitos. Porque la ciudad y sus habitantes están a la venta para ese tipo de dinero.

Y esa es la realidad, haber permitido que la ciudad se posicionara como un destino turístico donde todo vale, donde el que tiene dinero puede llegar hasta donde quiera, sin límites. En el mundo contemporáneo no solo es difícil manejar el lado depredador del turismo, con sus impactos negativos, como lo vemos en otros centros históricos y balnearios del mundo, como lo comentábamos en un artículo anterior. El problema se agudiza cuando le sumamos esta práctica de que todo se puede comprar. Práctica que es contagiosa, de una playa a otra; de Cholón a Playa Blanca, y del Centro Histórico a Cholón.

El problema es el dinero envenenado que manda en la ciudad. El dinero que compra el incumplimiento de las normas y que sirve para cometer delitos.

Esta práctica de poner las ganancias económicas de unos cuantos por encima de los Derechos Humanos no es nueva. El historiador Alfonso Múnera insiste en que Cartagena carga con una memoria que ha naturalizado la explotación humana como algo aceptable, y no solo por el comercio de africanos. Según él, la explotación sexual de las esclavizadas formó parte de la economía rentista, al igual que en otras islas del Caribe. Cartagena en la colonia se posicionó como un lugar donde los europeos podían ejercer la ‘libertad sexual’. Hoy lo que tenemos es una continuidad de esta práctica inhumana, y al igual que siglos atrás, entre los involucrados encontramos propietarios de costosos inmuebles en el Centro Histórico y de yates lujosos que viajan a Cholón.

El dinero envenenado tiene una larga trayectoria y toma diferentes formas. Esta historia la debemos conocer y entender para que ilumine el presente. El camino hacia la solución está en una sociedad civil dispuesta a valorar las vidas humanas y el respeto. Y somos muchos los que no queremos que Cartagena continué siendo un destino donde el dinero envenenado todo lo compra. Una muestra reciente de esto es el ejemplo del Hotel Caribe frente al caso del senador Flórez. Esa es la buena noticia, que desde hace años hay un grupo de ciudadanos comprometidos, trabajando para ponerle límite al dinero envenenado y al que todos podemos sumarnos.

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Isabela Restrepo

Directora Ejecutiva de la Fundación Centro Histórico de Cartagena de Indias.