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Gentrificación, prostitución y tráfico de drogas son algunos de los flagelos que se han tomado el centro histórico de la capital bolivarense. Foto: Minuto30.com

Prostitución, microtráfico e inseguridad son solo algunos de los problemas que se evidencian hoy en el centro histórico de La Heroica. ¿Qué pasa en la noche cartagenera?

Para nadie es un secreto el deterioro que vive el centro histórico de Cartagena al caer la noche. Como en tantos otros centros históricos del mundo, la balanza del turismo se inclina cada vez más hacia el lado negativo que hacia el positivo, y así lo evidenció un informe, producto de una visita en 2017 de Luis María Calvo, de Icomos Internacional –órgano consultivo de la Unesco–, cuyas conclusiones nos ayudan a entender las razones del deterioro: la presión inmobiliaria y el uso intensivo del turismo generaron el cambio de uso de los inmuebles y con este el desplazamiento de la población residente y la saturación de actividades económicos.

Esta realidad tiene como consecuencias el reemplazo de los habitantes y sus viviendas, de la vida de barrio, de la identidad, de las tradiciones, de la idiosincrasia y esencia, pero también del espacio público que ahora está en manos del turismo y los turistas. El activo más importante de las ciudades, sus habitantes y su “personalidad”, han sido desplazados para convertir los centros históricos en escenarios de consumo sin identidad. Lo que los expertos llaman “parques temáticos”.

En términos de la Unesco estos fenómenos producen una “pérdida de autenticidad” que amenaza la efectiva conservación del patrimonio. Unesco ya le ha pedido a Colombia detener esta situación. La norma que regula el centro histórico de Cartagena se elaboró en los años 90 en compañía del organismo multilateral. Se pretendía proteger un patrimonio vivo, un centro histórico habitado, por eso, conservar a sus residentes era primordial. La norma estableció que el 44 % de los inmuebles podían tener un uso económico, incluido el de la ‘vivienda productiva’ que aseguraba la permanencia de los residentes. Pero esa norma no se respetó y se perdió el equilibrio.

Luego de la visita de Icomos Internacional la situación empeoró de manera exponencial. El incumplimiento de la norma del uso del suelo le abrió las puertas a la economía ilegal, que vio una oportunidad en una zona atractiva para el turismo. Comenzaron a proliferar las actividades de alto impacto dirigidas al entretenimiento nocturno exclusivo para adultos: ruido, prostitución, explotación sexual, microtráfico. El “turismo de excesos” nocturno se desarrolla en inmuebles cuyo valor comercial es tan elevado que pareciera que solo esas actividades pueden pagar los arriendos. Un turismo nocturno sin límites, donde los visitantes pueden hacer lo que en sus países de origen no les permiten, y que también se desarrolla en el espacio público, a la vista de familias y menores de edad que habitan y que visitan la ciudad histórica.

La visión de centro histórico

El reto de restablecer el equilibrio de la balanza en los centros históricos es permanente, porque su constante movimiento hace que las soluciones y modelos acabados no existan. Según los expertos, recuperar el centro histórico de Cartagena tomará décadas. La primera tarea, que es urgente, es la de reconocer que tenemos un grave problema de explotación humana. Necesitamos comprender sus raíces, el fenómeno en sí mismo y trabajar juntos para detenerla.

En Cartagena proliferan las actividades de alto impacto dirigidas al entretenimiento nocturno exclusivo para adultos, el llamado “turismo de excesos” nocturno.

Luego es necesario preguntarnos por la visión que tenemos: ¿desde dónde y para quién se piensa la ciudad amurallada? Transformar la mirada de las autoridades es una tarea prioritaria, la cual se caracteriza por ser predominantemente monumentalista, es decir, se privilegia lo material, ‘la piedra’ sobre el resto de las manifestaciones humanas, especialmente aquellas asociadas a la vida y al tejido residencial; asimismo no representa los intereses de todos los actores, excluyendo principalmente a los residentes; prioriza el interés económico sobre el bienestar social, permitiendo prácticas como el acaparamiento del mercado inmobiliario para alquileres de corto plazo, y promoviendo el desarrollo de actividades económicas de alto impacto que violan los derechos fundamentales de residentes y visitantes.

Por último, se construye desde y para el turismo: el resultado más visible es la disneyficación. Cartagena se convierte en un parque temático para el licor, el consumo de drogas y la explotación humana. Un Disney de la esclavitud perpetua.

Turismo sí, pero no así

Otro paso clave es reconocer que no todas las actividades turísticas caben en las zonas históricas, cuya esencia es ser habitadas, y que primero deben estar los derechos de los ciudadanos. Solo caben aquellas actividades que sean compatibles y complementarias con los usos residencial e institucional (colegios, universidades, iglesias, centros de gobierno, museos…), y por eso se requiere la zonificación. En Cartagena existen zonas cercanas al centro histórico, a distancia caminable, que no están habitadas y que ofrecen espacios para la movilidad y parqueo que requieren esas actividades nocturnas legales. Zonificar y determinar “aforos” ayudaría también a liberar la sobrecarga del espacio público, así como el dar prioridad a las personas antes que a los automóviles.

También se hace necesario desarrollar un modelo de turismo “contributivo”. La saturación turística de la zona histórica no tiene una compensación económica y la ciudad no tiene los recursos para cubrir ese exceso de demanda en todo tipo de servicios, siendo uno de los más notables el de seguridad.

Finalmente, el mayor reto es para la sociedad civil, especialmente para los residentes. A nivel mundial, aproximadamente a partir de 2014 se conforman movimientos residenciales en aquellos centros históricos que viven la presión de un turismo sin control. Esta sociedad civil naciente intenta hacer un contrapeso a gobiernos que favorecen intereses económicos particulares y pide que la balanza se equilibre hacia el lado positivo. Es una defensa por el derecho a su propia ciudad.

Pablo Gañan, representante de la Asociación de Víctimas del Turismo de Sevilla, lo describió con mucha claridad recientemente: “No queremos acabar con el turismo, lo que no queremos es que el turismo acabe con nosotros”. Con definiciones diversas los movimientos vecinales piden un turismo sostenible, responsable, respetuoso, coherente, comunitario.

Isabela Restrepo

Directora Ejecutiva de la Fundación Centro Histórico de Cartagena de Indias.

Rodrigo Arteaga Ruiz

Profesor Asociado II de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, Seccional del Caribe.

 

 

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