Margarita Garcia

Olga Isabel Chams Eljach, 1922 – 2009. Poeta barranquillera de origen libanés. Ilustración: Roberto Rodríguez.

Evocación de Meira Delmar, la poetisa barranquillera que iluminó el panorama literario colombiano, a dieciséis años de su partida.

Marzo, el mes que, según ella misma, tenía el “hábito incontrolable de abrir y cerrar ventanas”, fue el que cerró definitivamente también los ojos de Meira Delmar, la madrugada de un miércoles de 2009. Han pasado desde entonces 16 años, pero Barranquilla mantiene viva la memoria de su poeta más representativa, al tiempo que Colombia sigue reservándole un puesto destacado en su tradición literaria.

Si uno revisa las antologías de poesía colombiana publicadas desde 1959 hasta nuestros días, puede darse cuenta de que, entre las mujeres poetas del siglo XX anteriores a la generación sin nombre o generación de Golpe de Dados, Meira Delmar figura sin duda alguna como la más reconocida. Esta posición de privilegio suya fue revalidada en 1995, cuando recibió el prestigioso Premio Nacional de Poesía por Reconocimiento de la Universidad de Antioquia, un galaradón del cual la única mujer ganadora ha sido ella. 

Yo la leí por primera vez en una de esas antologías, siendo apenas un chico de 14 o 15 años, en la modesta pero jugosa biblioteca de un tío mío. Allí encontré, ya un poco amarillento y desvencijado, un ejemplar de Las mejores poesías colombianas, seleccionadas por Andrés Holguín y Daniel Arango, libro que hacía parte de la colección Biblioteca Básica de Cultura Colombiana, publicada en 1959 con un tiraje masivo por la famosa Organización Continental de los Festivales del Libro, que dirigía el escritor peruano Manuel Scorza. En esa antología, que abarcaba toda la historia de la lírica nacional, partiendo de Juan de Castellanos (siglo XVI), Meira Delmar era una de las tres únicas mujeres incluidas, junto con su contemporánea Dora Castellanos y la madre Francisca Josefa del Castillo y Guevara, de la época colonial. 

Recuerdo que allí estaba su poema “Nueva presencia”, de su libro Secreta isla (1951), y que, al leer el primer verso (“Venías de tan lejos como de algún recuerdo”), fui ganado por completo por la sugestiva imagen que éste contiene: la de alguien que viene desde una lejanía del espacio como si viniera desde una lejanía del tiempo, pero no del tiempo real-objetivo, sino del tiempo de la memoria. Todo el poema completo dejó en mí la huella de una peculiar aura de ensoñación que conservé intacta en mi recuerdo por mucho tiempo.

“Nueva presencia” contiene en síntesis los elementos que caracterizan la poética de Meira Delmar: dulce y suave cadencia, emotividad y sensorialidad, serenidad y delicadeza, rasgos en los que se advierte su deuda con el piedracielismo, movimiento poético que estaba en pleno auge cuando ella escribió y publicó sus primeros cuatro libros: Alba de olvido (1942), Sitio del amor (1944), Verdad del sueño (1946) y Secreta isla (1951). Leamos, por ejemplo, estos versos de “Nueva presencia”:La tarde reclinaba su frente pensativa / en las trémulas manos de los lirios abiertos, / y a través de las nubes los pájaros errantes / abrían sobre el campo la página del vuelo”. ¡Cómo no evocar en ellos el mundo evanescente y la metaforización peculiar de Eduardo Carranza, el gran capitán de Piedra y Cielo!

Secreta isla fue saludado con entusiasmo por Gabriel García Márquez en su hoy célebre columna “La jirafa”, publicada en El Heraldo. Allí, el 20 de junio de 1951, le dedicó una entrega completa en la que calificaba aquel poemario como “maravilloso” y se refería a su autora como una “exquisita y a un tiempo fuerte escritora”. Por lo demás, ya en varias ocasiones anteriores le había prodigado elogios en la misma columna, otorgándole una vez el título de “extraordinaria poeta de América”.

La casa de Meira Delmar, de estilo art déco, en el barrio Bellavista de Barranquilla. Foto: El Heraldo.

Recuerdo que allí estaba su poema “Nueva presencia”, de su libro Secreta isla (1951), y que, al leer el primer verso (“Venías de tan lejos como de algún recuerdo”), fui ganado por completo por la sugestiva imagen que éste contiene.

En este punto, conviene recordar que Meira fue muy cercana al grupo de Barranquilla. De hecho, el mismo García Márquez afirma en Vivir para contarla: “La única mujer que considerábamos como parte del grupo era Meira Delmar, que se iniciaba en el ímpetu de la poesía, pero sólo departíamos con ella en las escasas ocasiones en que nos salíamos de nuestra órbita de malas costumbres”. Lo corrobora el hecho de que el nombre de la poetisa (término que a ella le complacía) aparecía en la bandera de la revisa Crónica, como miembro del “comité de redacción”, si bien nunca publicó nada en sus páginas.

Después de publicados los cuatro libros mencionados, ella se sumió en un hiato lírico que se prolongó por 30 años. Salió de él en 1981 con un volumen cuyo diciente título es Reencuentro, al que siguieron Laúd memorioso (1995) y Alguien pasa (1998). En esta segunda etapa de su obra, seguimos asistiendo a su serenidad y su delicadeza, pero también hallamos signos de una sensibilidad distinta, de la cual podemos citar como ejemplos los poemas “Elegía de Leyla Kháled” y “Carta a un poeta”. El primero es un lamento sacudido de indignación por el despojo y el destierro de que fue víctima el pueblo palestino en 1948 (la nakba); el segundo es también una sobrecogedora elegía compuesta con ocasión de la muerte de Raúl Gómez Jattin en 1997.

Meira Delmar, conocida también porque se alineó a la vertiente de la lírica de tema marino inaugurada en Colombia por el samario Gregorio Castañeda Aragón y continuada por el cartagenero Jorge Artel, ha sido recordada por estos días por sus admiradores en las redes sociales. Asimismo, la poeta barranquillera Rosa María Herrera le dedicó la más reciente entrega de su pódcast semanal “Mundo poético”. Necesitamos que los dirigentes locales tengan también presente su memoria y que cristalicen por fin el proyecto de convertir en un museo y en una casa de la poesía y la cultura el hermoso inmueble ‘art déco’ –obra de don Manuel Carrerá que data de 1945– donde ella vivió y soñó en olor de fina poesía durante casi 60 años hasta el día mismo de su muerte.

Joaquín Mattos Omar

Santa Marta, Colombia, 1960. Escritor y periodista. En 2010 obtuvo el Premio Simón Bolívar en la categoría de “Mejor artículo cultural de prensa”. Ha publicado las colecciones de poemas Noticia de un hombre (1988), De esta vida nuestra (1998) y Los escombros de los sueños (2011). Su último libro se titula Las viejas heridas y otros poemas (2019).

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