
El artista plástico colombiano Pedro Ruiz es un creyente en el poder humanizador de las artes. Foto: archivo particular.
Para el artista plástico colombiano reconocido como Caballero en la Orden de las Artes y las Letras de Francia en 2010, “el arte siempre será una diversión”.
Pedro Ruiz se descubrió artista estudiando en el Colegio Liceo Francés en Bogotá. Se reconoce como uno de múltiples facetas y no es dubitativo en afirmar que lo suyo es explorar distintos estilos. Su infancia transcurrió en medio de libros y un desfile de artistas que frecuentaban su hogar. Su padre fue una figura reconocida en el ámbito cultural del país que le inculcó desde muy pequeño el amor por la cultura. Le gusta el humor, y el amor, las dos al tiempo, confiesa.
El artista bogotano afirma que en Colombia aún no se ha descubierto el poder del arte como arma de construcción masiva: “Ser conscientes del poder del arte es lo que necesitamos”. Y, aunque hizo parte de las facultades de arquitectura, y música de la Universidad Nacional, lo suyo siempre fue la pintura: “Yo dibujaba tanto que a duras penas le ponía atención a las clases de francés o matemáticas porque quería llenar mis libros de dibujos. Entonces eso implicaba malas notas, mal alumno, pero dentro de todo siempre aparecía un profesor de francés que me decía: ‘lo perdono porque es artista’. Esos profesores que valoraron mis dibujos me consagraron como artista. Me decían: ‘eso sí vale la pena, porque en general el arte era media materia’”, enfatiza.
Sus obras han estado en las grandes capitales del mundo: Madrid, Roma, Nueva York, Londres, México DF, São Paulo. Incluso, han llegado hasta Indonesia al Museo Nacional de Jakarta, y a Japón, a la galería McForest de Mitsubishi en Tokio, donde presentó su obra insignia, ‘Oro, Espíritu y Naturaleza’. Dentro de su faceta como artista se destacan colaboraciones con distintas fundaciones y proyectos sociales del país. En 2016 fue merecedor del nombramiento como embajador de buena voluntad por la Unicef.
Conversamos con Pedro sobre su vida y su proceso creativo, a propósito del relanzamiento, en la Galería Nohra Haime de Cartagena, de su serie Bitácora de vuelos, un diario visual donde el espectador podrá adentrarse en sus métodos creativos: “Son dibujos realizados desde 1997. En esta serie podrás ver que no solo soy un pintor de barcas o de palmeras o de amapolas, sino que todo tiene un bagaje que es mucho más profundo, importante, diverso”, nos cuenta.
Andrea Quintero: En 1988, por iniciativa de una amiga, presentas tu obra ‘Ciudades perdidas’ en el Salón Nacional de Artistas y recibes una mención de honor. ¿Qué recuerdas de esa época?
Pedro Ruiz: Yo consideraba el arte una cuestión importante, pero se había vuelto secundario porque tenía que vivir y las galerías no me prestaban atención porque supuestamente era muy jóven, o cualquier otra excusa. Yo estaba haciendo una carrera de publicista bastante exitosa en el sentido de que me estaban buscando y pagando bien, pero al entrar ese cuadro en el Salón Nacional y ganar una mención, la cosa tomó otro matiz. Salí de trabajar en publicidad y comencé a darle la misma oportunidad al arte. La publicidad me dejó de gustar en el momento en que vi que era un trabajo y ya no una diversión, y para mi el arte siempre será una diversión.
A.Q.: Estudiaste en la Escuela Nacional de Bellas Artes de París y en el Taller 17, recibiste la mención de Caballero en la Orden de las Artes y las Letras de La República Francesa en Bogotá en 2010. Actualmente París es una de las ciudades donde resides ¿Cómo ha marcado esta ciudad tu vida como artista?
P.R.: Llegué a París sin nada que hacer, iba feliz a seguir mi vida de bohemia y en alguna reunión muy importante me preguntaron ¿Y tú qué haces? ¿qu’est-ce que tu fais dans la vie? Y yo quedé hmm hmm, yo dibujo. ¡Waoo eres dibujante! y fue una algarabía por eso. Siempre Francia tuvo eso, el arte es algo muy importante, es un método de existencia valioso. En eso puedo halagar a la cultura francesa. Me nombran caballero porque el embajador fue a ver “Oro”, que es un grito de mi Colombia hermosa, de tener esperanza, de tener posibilidades y no de vernos solo como mafiosos y violentos, y él se enamora de esa obra y deciden honrarme de esa manera.

‘Tigre Mariposa’ (“Oro”, 16×20 cms. Acrilico sobre madera, 2009).

‘Capitan África’ (“Superhéroes”, Oleo sobre tela, 2010).
El escritor William Ospina, con quien colaboraste en un libro titulado Más allá de la aurora y el Ganges, dijo que en Pedro Ruiz no había un hombre sino un mundo. ¿Cuál es ese mundo que Pedro quiere expresar en sus obras?
Yo te diría que ese mundo es más bien un universo, porque, por ejemplo, si hablamos de estilo, hay una frase muy conocida que dice que el estilo es el hombre, y yo no tengo estilo. A veces digo eso y suena como si fuera algo que no se debe decir, pero cada vez pienso que es interesante probar estilos, de hecho, grandes artistas lo hacían. A mí me gusta viajar por diferentes mundos, no un solo mundo. Esto es solo una dimensión y estamos descubriendo las otras dimensiones y ahorita estamos entrando en una fase nueva, lo digo por todas estas cuestiones de inteligencia artificial que están sucediendo. Esto ratifica mi idea de no pertenecer a una sola forma de expresarme, porque además yo no soy solo pintor. Si algo aprendí de la publicidad es que soy creativo. Me interesan todas las formas de creación. Si me puedo inmiscuir en todas, ¡maravilloso!; música, vestuario, pintura, todo lo que sea creación es lo que se debería incentivar en los niños antes que cualquier otra cosa.
Tu introversión, has dicho, es el equivalente a la nariz de Bárbara Streisand, “que no se la opera porque se le daña la voz” ¿Cómo la pintura ha sido tu aliada en ese mundo solitario que tanto has habitado?
Te voy a contar una anécdota: mi papá, en una de sus salidas a pasear con el tío Johnnie Walker, se gastó toda la plata de las vacaciones y eran las vacaciones en las cuales veníamos a conocer el mar. Yo no me desilusioné, ya era artista, y dije: lo voy a conocer. Y me senté a dibujar el mar. Pasé una tarde fantástica dibujando medusas, dibujando tiburones. Hice un viaje submarino. Y creo que esa fue la primera vez que entendí que el dibujo tenía una potencia porque me permitía apoderarme de las cosas. Ese fue el momento en que entendí que el dibujo me servía para comunicarme y apoderarme. Entonces, como yo era tan introvertido, bueno, más que introvertido es que tenía un mundo aparte, un mundo de sueños y realidades aparte, me costaba trabajo estar con mis amigos. Y una manera de tenerlos al lado era dibujando. El dibujo era un anzuelo y poco a poco ese anzuelo se fue refinando. Tú te vas volviendo una persona madura, te exiges más. Hacía algunos ejercicios, yo me los inventaba, copiaba a Da Vinci en hojas de calcar y después ponía la hoja encima a ver si lo había logrado. Y poco a poco se fue refinando. El arte es parte de mi vida y es algo con lo que yo puedo colaborar en el mundo, me encanta poder ayudar.
Precisamente esa es una de las facetas más activas de tu vida como artista, cuentas con tu propio proyecto pedagógico y has colaborado con distintas fundaciones y proyectos sociales, ¿Qué te ha regalado servir a otras personas?
Yo quisiera poder describir el placer que produce dar. No estamos muy acostumbrados, tenemos que volvernos santos o seguir alguna secta para entender que tenemos que dar, pero es que dar es una cosa tan bonita, se siente físicamente. Algún día alguien me dijo: mira, hoy hazle el bien a alguien sin que nadie sepa. Ah bueno, fácil ¿fácil? Inténtalo. A los 3 meses le estás contando al loro de al lado que lo hiciste, pero de todas maneras, de algo ha servido. ¿Qué me ha traído concretamente? Encontrarle un poquito de sentido a la vida. Uno está aquí para otras cosas que simplemente no son ganarse la vida y salir adelante, y sacar a su familia y a sus hijos, sino que somos una sola cosa y yo puedo ayudar a que esa cosa florezca. Brindar consuelo ha sido una de las cosas más lindas que me ha pasado, con que las madres de Soacha me digan que les he brindado consuelo, me doy por bien servido.

‘Cha Man’ (“Superhéroes”. 150×100 cms. Oleo sobre lienzo, 2011).

‘Cartagena de Indias’ (“Oro”. 16×20 cms. Acrilico sobre madera, 2009).
Más que introvertido es que tenía un mundo aparte, un mundo de sueños y realidades aparte, me costaba trabajo estar con mis amigos. Y una manera de tenerlos al lado era dibujando. El dibujo era un anzuelo y poco a poco ese anzuelo se fue refinando.
¿Cómo es un día de trabajo de Pedro Ruiz, tienes alguna disciplina?
Yo soy más de indisciplinas. Te relato un día fantástico: Carlos encontró a una amiga que quiere mucho y la saca a pasear, se va con Vivi de mercado y me dejan el día libre. Llego a mi estudio, me preparo, hago mi gesto ritual de consagración del día. A veces me pongo a arreglar el jardín; cortar una mata, darle forma, cuando es ideal le dedico un poquito más para conectarme con la naturaleza. Después, veo cuántos proyectos he comenzado y cuántos no he terminado, entonces termino un cuadro que lleva varios días sin arrancar y le hago un poquito, pero luego se me ocurre una idea entonces cojo otro lienzo y comienzo a bocetear. Normalmente lo hago de una manera clásica; hago un boceto en un sólo color, un sepia, tierra de siena quemada, que va a servir de base para que yo le vaya echando capas. Termino muy satisfecho si he logrado una o dos cositas de esas que tengo pendientes. Días satisfactorios: termino un cuadro muy importante o se da rienda suelta al nuevo proyecto.
¿Qué te motiva hoy?
En este preciso instante estoy en una búsqueda muy interior. Todos los sueños que tenía con Carlos y con mi familia más o menos se han realizado. Me motiva mucho pasar horas creando en mis cuadernos personales, que han perdido un poco el carácter privado que tenían, porque les hicieron publicaciones, pero es el momento en que yo me comunico, de cierta manera, con otras dimensiones. Yo comienzo a dibujar y los cuadernos no tienen ninguna conexión con nada, el dibujo de antes no tiene nada que ver con el otro, y después es una pintura, y después un collage, y después un perro, y después una hoja, y luego un barullo de gente, y yo lo dejo ir porque es algo que me está hablando. Yo sólo entro y trato de dar lo mejor técnicamente. Lo que me motiva en este momento es una búsqueda interior, por la edad también. Es encontrar lo profundo de la existencia, qué le da sentido. Me motiva expresar y tratar de comunicarme con la gente.
Andrea Quintero Angulo
Comunicadora Social y Periodista de la Universidad del Norte, Magíster en Desarrollo y Cultura de la Universidad Tecnológica de Bolívar. En los últimos años se ha desempeñado en cargos de promoción, comunicaciones y relaciones públicas de eventos culturales en Barranquilla como la Feria del Millón Caribe y el Carnaval Internacional de las Artes. Artículos suyos han sido publicados en las revistas Actual, y Latitud de El Heraldo.
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