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Dos personas muertas y nueve heridas dejó el accidente del Ziruma. El cuarto en una seguidilla de siniestros en menos de dos meses en Santa Marta. Foto: Voces 84.9 FM.

La muerte de dos jóvenes por el volcamiento de un bus debido a fallas mecánicas, pone en evidencia el profundo atraso del sistema de transporte público de la capital del Magdalena y la persistente negligencia de sus autoridades locales.

El lunes 15 de abril en horas de la mañana una noticia interrumpió la cada vez más escasa calma que por estos días disfrutan los samarios. Un bus adscrito al Sistema Estratégico de Transporte Público de Santa Marta (Setp) que cubría la ruta Rodadero-Centro se volcó mientras descendía el empinado cerro Ziruma, luego de quedarse sin frenos.

Las sensibles imágenes de los pasajeros heridos tendidos en el pavimento –en un intento desesperado por salvar sus vidas algunos habrían saltado del bus en movimiento– y el vehículo volcado, eran prueba de una realidad de marras para los samarios: el avanzado deterioro de parte de la flota que presta el servicio de transporte público, la cual no solo se limita a la mayoría de buses azules, sino a cientos de destartalados taxis que a diario circulan por la ciudad bajo la mirada indiferente de las autoridades.

En cuestión de segundos las redes sociales se inundaron con comentarios de todos los calibres en los que ciudadanos indignados confirmaron a la luz de los hechos lo que es vox populi en la capital del Magdalena: que muchos buses –‘anafes rodantes’, como los llaman– con 20 o más años de servicio hace tiempo debieron ser chatarrizados; que la llamada ‘guerra del centavo’ no cesa y es motivo de toda clase de imprudencias que a diario ponen en riesgo la vida de pasajeros, conductores y peatones; que presuntamente se realizan revisiones tecnomecánicas fraudulentas, y que muchos conductores de bus ni siquiera cuentan con una licencia de conducción.

Datos del Observatorio Estadístico de la Agencia de Seguridad Vial y el Instituto de Medicina Legal indican que en 2023 Santa Marta se ubicó como la tercera ciudad con mayor mortalidad vial en Colombia.

Para nadie es un misterio que la ‘incultura víal’ es la ley de la selva que se impone en ‘la samaria’ y que como consecuencia de ello, a diario, miles de conductores de buses, taxis, vehículos particulares, motos y mototaxistas son los actores viales inmersos en una movilidad de pesadilla en esta ciudad que no supera los 600.000 habitantes. (Datos del Observatorio Estadístico de la Agencia de Seguridad Vial y Medicina Legal corroboran lo anterior: en 2023 Santa Marta se ubicó como la tercera ciudad con mayor mortalidad vial en Colombia).

Yendo a lo evidente, el transporte público de la “Perla del Caribe” viene desde hace años siendo prestado por decenas de vehículos con más de dos décadas de operación que fueron “repotenciados” y puestos en servicio –tal es el caso del bus siniestrado en el Ziruma, el cual era modelo 2003. Dicha “repotenciación” luce más como un maquillaje exterior hecho, vía brocha, con la pintura azul que identifica al Sistema “Estratégico” de Transporte, pues muchos buses lucen acabados, con las latas peligrosamente levantadas, sucios y con su silletería en pauperrimo estado.

No juzgar un libro por su portada, reza el dicho, pero si así luce su exterior, el interior de estos vehículos tampoco se salva y los hechos lo demuestran. En lo que va corrido de 2024 tres accidentes en menos de dos meses dan fe de los desperfectos mecánicos y el escaso control al estado de estos buses: el 12 de febrero un bus que se movilizaba en dirección al sector de El Yucal se incendió, apenas dando tiempo para que los pasajeros escaparan antes de quedar totalmente consumido por las llamas. A principios de marzo, una buseta que llevaba a su cupo completo perdió una llanta cuando se dirigía al Rodadero, hecho que no pasó a mayores porque el vehículo se frenó al chocar contra el cerro. Y el pasado 29 de marzo, Viernes Santo, un bus que se movilizaba en evidente sobrecupo con 40 almas perdió su eje trasero y una de sus llantas se incrustó en el chasis. “Gracias a Dios”, exclamaron los pasajeros, nadie resultó herido. (Mientras se redactaba esta nota nuevamente un bus que descendía el Ziruma tuvo fallas mecánicas, situación que no pasó de ser un desafortunado susto).

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Detrás de los constantes accidentes que involucran buses en la capital del Magdalena se encuentra no solo el atraso de su sistema de transporte público, sino la falta de un proyecto de cultura ciudadana para los samarios. Fotos: Hoy Diario del Magdalena y El Informador.

Estos campanazos de alerta en pocas semanas serían la antesala de la tragedia que hoy enluta a las familias de los dos jóvenes fallecidos en el siniestro vial del pasado lunes: Juan de Dios Quintero, mecánico profesional y Michel Lozano, una carismática mujer emprendedora de 35 años que trabajaba en una floristería de la ciudad, y dan cuenta de la gestión lenta y poco previsiva de la Alcaldía Distrital a través de su Secretaría de Movilidad, que solo hasta ocurrido el fatal accidente puso en marcha una serie de controles con los que suspendieron las tarjetas de operación de 38 buses encontrados en mala condición tecnomecánica y con conductores sin licencia.

A menos de 470 días del cumpleaños número 500 de la ciudad, los samarios se preguntan cómo es posible que no exista todavía un sistema de transporte público moderno, eficiente y digno. Otros fenómenos como el mototaxismo también encuentran su explicación en esta sentida carencia que en un par de décadas ha transformado el paisaje urbano y la movilidad de una pequeña y bucólica ciudad al lado del mar, a la premier cotidiana de una película de Rápidos y furiosos escenificada en calles samarias.

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Alberto M. Coronado

Periodista y editor cultural. Es Editor general de Contexto. Instagram: @albertom.coronado