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Barranquilla, antes que otras ciudades de Colombia, albergó las manifestaciones de la modernidad en las artes y el desarrollo material e intelectual. Casas como la de la fotografía, perteneciente al movimiento moderno y construidas en los años 50 del siglo pasado, hoy se encuentran en vía de extinción. Foto: archivo personal de Roberto Acosta Madiedo.

“Una ciudad que borra su memoria arquitectónica también borra su identidad”: Diego Agámez

por | Abr 4, 2024

Por Alberto M. Coronado

En Barranquilla, de más de cien casas del barrio Alto Prado pertenecientes al movimiento moderno, hoy solo sobreviven siete. ¿Cómo se llegó a tal nivel de extinción del patrimonio arquitectónico de la ciudad y qué hacer para conservarlo? Entrevista. 

Por estos días Barranquilla es noticia en la edición digital del reputado diario El País, de España, con una nota titulada “La trágica demolición de la Barranquilla arquitectónica de García Márquez”, un texto que posa su mirada en lo que generaciones de barranquilleros han atestiguado con el paso de las décadas: la progresiva destrucción del patrimonio arquitectónico de la ciudad, representado por icónicas casas y edificaciones que fueron testigos de tiempos menos veloces, para dar paso a locales comerciales o torres ‘puya nube’ que han transformado profundamente el paisaje de esta urbe tropical.

Contexto conversó con Diego Agámez Berrío, arquitecto y profesor universitario cuya laureada tesis de maestría de la Universidad Nacional de Medellín, titulada “Una generación de arquitectos, un proyecto: la casa moderna en Barranquilla. 1946 – 1962”, rescata un importante momento de la arquitectura en el que la ciudad estaba en el reloj del mundo, y al grupo de soñadores costeños que hicieron posible esta revolución.

Alberto Mario Coronado: En el artículo publicado el diario El País de España se menciona que de más de un centenar de casas pertenecientes al movimiento moderno en el barrio Alto Prado, hoy solo quedan siete. Tratemos de viajar un momento en el tiempo y cuéntanos cómo era esa Barranquilla desaparecida.

Diego Agámez: Para poder hablar de la casa moderna en Barranquilla, hay que viajar a los años 50 y 60 del siglo pasado, cuando empieza a retornar la primera generación de arquitectos barranquilleros que había estudiado en Estados Unidos y en ciudades como Medellín y Bogotá. El regreso de Roberto Acosta Madiedo, Ricardo González Ripoll, José Alejandro García, Manuel de Andreis, entre otros jóvenes entusiastas, coincidió con un momento en que en la ciudad aún existían áreas planificadas para el crecimiento urbano, y el barrio El Prado y Alto Prado aún contaban con lotes para hacer nuevas casas. Esa Barranquilla que mencionas como desaparecida corresponde precisamente al gran conjunto de arquitectura doméstica que diseñó esta generación de arquitectos locales, casi anónimos, más de un centenar de estas casas encarnaban los ideales que planteaba la casa moderna de posguerra. 

Pero para darle más contexto a esta respuesta, hay que recordar que para mediados de siglo XX todo el continente estaba atento a las gestas culturales, científicas e industriales que se daban en Estados Unidos, y lo mismo ocurría con la arquitectura plasmada en la vivienda. A mediados de siglo XX surgió el llamado California Living, un modo de vida que buscaba una expresión más extrovertida de la vida doméstica en la que se establecía  una relación más libre y relajada con el exterior de la vivienda. 

Este modo de vida encontró en Barranquilla una ciudad donde se podía materializar ese disfrute de la vida al aire libre, en parte debido al clima y a la apertura y tesón de su gente, por lo que la imagen moderna que construyó la casa en el El Prado y Alto Prado consistió en casas alineadas por la calle, donde resaltaban grandes áreas de antejardines tropicales, terrazas que daban a la calle y que expresaban ese aspecto más extrovertido y afable de la vida en el Caribe. Para mediados de los 50, Barranquilla estaba en sintonía con manifestaciones que se daban de la casa en otros países como Estados Unidos, más precisamente Los Ángeles, Cuba, México, Brasil o Venezuela. Si queremos hoy ver un ejemplo de lo que comento podemos revisar la casa Jaar, diseñada por el arquitecto José Alejandro García en 1954 y que hoy constituye la obra mejor conservada de toda esta generación.

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La Barranquilla de mitad del siglo pasado, una ciudad en constante ebullición creativa y comercial. Collage: Diego Agámez Berrío.

A.M.C.: El movimiento moderno, estilo en el que se construyeron estas casas hoy desaparecidas, fue una de las primeras tendencias arquitectónicas globales del siglo XX, y en Europa y Estados Unidos coincidió con la aparición de diferentes vanguardias artísticas. Barranquilla no fue la excepción y la aparición de esta arquitectura coincide con la presencia creativa de artistas y literatos como Gabriel García Márquez, Álvaro Cepeda Samudio y Alejandro Obregón, por mencionar solo algunos de los miembros del Grupo de Barranquilla. ¿Qué factores incidieron en la extinción del patrimonio arquitectónico de este y otros barrios?

D.A.: Eso que precisas es importante, porque la casa moderna en Barranquilla se sitúa precisamente en medio de una gran efervescencia cultural cuyos protagonistas fueron escritores, pintores, artistas. Yo sostengo que lo que hacen los arquitectos es traducir ese espíritu de la sociedad cosmopolita de la época en la casa moderna, por ello la arquitectura del movimiento moderno no encontró mayor resistencia por parte de la sociedad barranquillera, condición contraria a ciudades como Bogotá y Medellín. Esto sin duda se dio gracias a la apertura y progresismo de la sociedad de la época, pero por desgracia ese mismo espíritu de innovar en sistemas constructivos y experimentación plástica y compositiva fue el mismo que motivó el rápido abandono de esta arquitectura, y no precisamente por algo mejor.

Hacia los años ochenta se da un deterioro de esta arquitectura y esto coincide con un momento en el que estos artistas e intelectuales dejan la ciudad o fallecen. Sumado a esto, factores sociales y económicos ayudaron al abandono de estos estilos espaciales de la casa. Muchas de estas fueron cediendo ante la especulación inmobiliaria de los años 80 y 90 donde era y es más rentable económicamente edificios de vivienda colectiva en altura que casas unifamiliares.

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Residencias de Diana Aljude y de Roberto Jaar, diseñadas por el arquitecto José Alejandro García en 1955 y 1954, respectivamente. Fotos: archivo personal de Carlos Bell Lemus y Diego Agámez.

En Barranquilla no hemos podido desarrollar una cultura de la conservación y aunque podamos demostrar los valores arquitectónicos de la casa moderna en la ciudad, no existe una política de conservación que hubiera podido evitar o evite la demolición de todas las obras residenciales de estos arquitectos.

Pareciera que Barranquilla está ante el olvido de su patrimonio arquitectónico y hoy es motivo de polémica la destrucción de su entorno natural en sectores como la cuenca de Mallorquín. ¿Qué pueden hacer el Distrito y la Nación para salvaguardar este patrimonio arquitectónico y natural de los barranquilleros y los colombianos?, ¿hay algún ejemplo exitoso de conservación patrimonial en el país o en el exterior que pueda ser replicado aquí?

Uno de los aspectos más relevantes de la Barranquilla de mediados de siglo XX, fue precisamente la forma como se proyectó urbanamente sobre su territorio, con mucho más conciencia de su condición geográfica. Por el contrario, lo que ocurre hoy en el caso de la cuenca de Mallorquín es producto precisamente de lo que mencionaba anteriormente… la especulación inmobiliaria en el sector de la construcción no es capaz, y pareciera no interesarle, hacer análisis serios del impacto ambiental sobre el territorio, precisamente porque antepone aspectos económicos. Es la misma situación que ha ocurrido durante décadas con el patrimonio arquitectónico de la ciudad, y aunque existen herramientas como el Plan de Ordenamiento Territorial, este no parece ser suficiente si no se tiene una conciencia del territorio que habitamos.

En Barranquilla y en Colombia no hemos podido desarrollar una cultura de la conservación y aunque podamos demostrar los valores arquitectónicos de la casa moderna en la ciudad, no existe una política de conservación que hubiera podido evitar o evite la demolición de todas las obras residenciales de estos arquitectos locales. En Bogotá ya se han hecho esfuerzo mayores y parte de la obra de arquitectos como Rogelio Salmona, German Samper o Fernando Martínez Sanabria, se encuentra protegida. La obra de estos maestros es contemporánea con la producida en Barranquilla, lo que quiere decir que nos ha faltado, como sociedad, reconocer el valor de la obra de nuestros arquitectos locales. Desde el año 2002, cuando el arquitecto Carlos Bell Lemus inició sus investigaciones sobre el patrimonio moderno, hasta el día de hoy, es muy poco lo que se ha avanzado en términos de protección del patrimonio moderno por parte del Distrito.

Podríamos mirar y aprender de países como Brasil, donde se ha hecho un trabajo impresionante en la documentación y preservación del patrimonio moderno de ciudades como Rio de Janeiro o São Paulo, pero esto se debe principalmente a que ellos han creado una cultura de la conservación.

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El barrio El Prado a vuelo de pájaro en los años 30. Foto: archivo personal Carlos Bell Lemus.

¿Qué futuro le espera a una ciudad que borra a golpe de bulldozer la memoria de su modernidad?

Una ciudad que borra su memoria también borra su identidad y creo que ese es el principal problema de Barranquila; en su afán de sintonizar con tendencias y modas que se jactan de ser vanguardistas”, va haciendo una especie de tabla rasa, sin mayores reflexiones sobre los modos de vida de sus gentes.

No ha habido justicia con la arquitectura del movimiento moderno, ha sido la mas criticada y a su vez la menos estudiada. Después de realizar mi tesis puedo demostrar cómo una generación de arquitectos barranquilleros, con elementos universales del movimiento moderno, logró construir una casa que interpreta al ser del Caribe, no solo porque estuvo a la altura de las necesidades de la sociedad, si no porque supo entender el contexto geográfico, el clima y el paisaje, es decir, logró construir una identidad profundamente caribe. ¡Eso es lo que debe hacer la buena arquitectura!

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Alberto M. Coronado

Periodista y editor cultural. Es Editor general de Contexto. Instagram: @albertom.coronado