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Para Yolanda Ruiz el periodismo hoy se enfrenta a nuevos retos, pues en un ambiente dominado por las noticias pasionales, hacer periodismo de calidad es una tarea titánica.

La experimentada periodista, Directora de noticias RCN radio, en la entrevista de Contexto.

Contexto dialogó con Yolanda Ruiz Ceballos, directora de noticias RCN Radio y responsable del Comité de Ética de la Fundación Gabo, sobre la credibilidad de los medios de comunicación ante la avalancha de noticias en la era digital.

Ruiz, experimentada periodista, asegura que cubrir la pandemia día a día ha sido todo un reto para los reporteros, quienes no solo deben informar con responsabilidad, sino también velar por su autocuidado.

Autora del libro En el filo de la navaja (Penguin Random House, 2019) y oriunda de San Juan de Pasto, Ruiz opina en la entrevista acerca de la relación de los medios de comunicación y los grandes grupos económicos, y asegura que los subsidios que otorgará el Gobierno a las cadenas informativas pueden convertirse en un arma de doble filo.

Redacción Contexto: Esta pandemia ha golpeado durísimo al mundo entero. ¿Cómo ha visto todas sus consecuencias desde la perspectiva personal y como periodista?

Yolanda Ruiz: Creo que en lo personal la pandemia nos ha ayudado a decantar. A entender lo que vale, lo que importa, lo que nos afecta de fondo. Una situación extrema nos hace mirar hacia adentro y eso es bueno. Tenía fe en que la humanidad entendiera un poco más que todos dependemos de todos. En lo profesional ha sido confirmar una vez más que el periodismo es un servicio público y que nuestra labor se debe cumplir más allá de cualquier circunstancia. Ha sido retador porque toca ayudar a entender un momento complejo y eso requiere mucha responsabilidad. Nos hemos tenido que reinventar para seguir en la tarea sin perder de vista nuestro propio cuidado. La pandemia ha servido también para que los ciudadanos valoren más la información confiable.

R.C.: Con la avalancha de información que hay hoy en día parecería que la mejor defensa de los medios que genuinamente buscan informar bien es la credibilidad. ¿Se logra mantener la audiencia con esta premisa?

Y.R: Es una batalla constante. Suele suceder que las audiencias van tras las emociones fuertes que se mueven mucho más en torno a formatos pasionales que a veces no se apegan tanto a la necesidad de información seria con elementos de contexto. Eso ha pasado siempre así. La prensa sensacionalista ha existido siempre. Lo nuevo en la era digital es que muchos medios de la llamada prensa “seria”, en la búsqueda de clicks, han incorporado el lenguaje y estilo de lo que “se vende”. Eso puede ser una manera de entender el mercado, pero también es un riesgo porque con frecuencia se pasan líneas rojas y se compromete la credibilidad. Y cuando se intenta mantenerse en la senda del periodismo responsable cuesta más llegar a las audiencias. Pero hay público para el buen periodismo, sin duda. La prueba está en la cantidad de proyectos grandes o pequeños que siguen en la tarea todos los días.

Las “grandes tecnológicas”, Twitter, Facebook, Google… han acumulado un inmenso poder. Cerrar la cuenta de digamos, alguien como Donald Trump es un asunto que ellos pueden decidir a través de un comité especial que se ocupa del tema. ¿Es el procedimiento adecuado o hay que pensar en otras opciones?

El mundo vive hoy una realidad globalizada que nos reta desde todo punto de vista. Los gigantes de la tecnología son parte de esa novedad. El poder es inmenso y traspasa fronteras y leyes nacionales. Cuando se habla de cierre de cuentas es un debate de hondo calado que no puede resolverse en blanco y negro. Está la libertad de expresión que se debe proteger y también la inquietud sobre hasta dónde puede llegar. Libertad para opinar, sí, pero si se cruza la línea de un posible delito hay que debatir cómo enfrentarlo. Creo que no tenemos respuestas absolutas.

Lo nuevo en la era digital es que muchos medios de la llamada prensa “seria”, en la búsqueda de clicks, han incorporado el lenguaje y estilo de lo que “se vende”. Eso puede ser una manera de entender el mercado, pero también es un riesgo porque con frecuencia se pasan líneas rojas y se compromete la credibilidad.

En el mundo entero muchos medios de comunicación son propiedad y están bajo el control de poderosos grupos económicos, ¿qué opinión le merece esta realidad?

Lo ideal es que no fuera así, pero es la realidad de un mundo que se mueve en torno al mercado y en el que producir contenidos buenos cuesta mucho. Los conflictos de interés son muy complejos, pero también creo que se pueden manejar con transparencia porque el buen periodismo se puede hacer en medios grandes, pequeños o medianos. Y el malo también. El otro ingrediente es que las nuevas tecnologías abren un universo de posibilidades para los periodistas que ya no dependen de un medio para informar.

¿Y qué opina de que el Estado otorgue ayudas financieras a los medios de comunicación?

Se entiende la necesidad de los medios porque muchos han tenido dificultades, como todas las empresas en la pandemia. Otros sectores han recibido ayudas. Sin embargo, es un riesgo muy alto porque se camina por el borde del precipicio. Si se hace, se debe garantizar una veeduría independiente de los recursos porque no se puede comprometer la independencia. Se puede tratar de resolver un problema creando otro muy grave.

¿Qué tanto pesa la coyuntura en la agenda noticiosa de los medios? Algunos percibimos que hay temas trascendentales como la educación que, al no ser tan “sexis”, no son cubiertos con la frecuencia y la profundidad que merecen, lo que no facilita un mejor debate.

Es cierto. A veces el debate del día o del momento no deja ver lo de fondo. Yo digo con frecuencia que muchos de nuestros grandes problemas y retos, como la educación o los asuntos de medio ambiente, no los vemos porque pasan delante de nuestros ojos y se volvieron parte del paisaje. No logran ser visibles porque las masacres o las peleas políticas no dejan ver el bosque. Hacer periodismo serio es también contar esas historias porque no se trata solamente de publicar lo que “se vende”, lo que la gente “quiere ver”, sino lo que la sociedad necesita saber.

¿Ha cambiado en los últimos 20 años la relación entre los periodistas y el poder político?

Es posible que haya algunos matices derivados de nuevas realidades como la globalización, las redes sociales y la era digital que han planteado retos. Sin embargo, la relación poder y periodismo es permanente y constante. Lo que nunca podemos perder de vista los periodistas es que somos los veedores del poder y aunque debemos estar cerca para acceder a la información, debemos mantener la distancia suficiente para que no se nuble nuestro juicio. Diría que el poder tiene hoy dos maneras de enfrentar a la prensa: la tradicional que busca cooptar periodistas y convertirlos en “amigos” que no cuestionen, y la que usan hoy los populistas de todos los extremos: declarar a la prensa como un enemigo a derrotar y convencer a las audiencias de que “su verdad” es la única que vale. Por eso es tan riesgosa esa falta de matices cuando se critica a la prensa sin tener elementos de fondo. Querer acabar con la prensa es del manual de los regímenes totalitarios.

¿Cuál ha sido la noticia más dura que le ha tocado dar?

Todas las que tienen que ver con violencia contra los menores me golpean emocionalmente. Me resulta difícil entender que no hayamos logrado como sociedad por lo menos ponernos de acuerdo en que los niños van primero y los debemos proteger. Y fue desconcertante y difícil, por eso, reportar el resultado del plebiscito. Cuento la historia en el libro.

Como usted misma dice los periodistas son privilegiados porque llegan a donde la mayoría de la gente no llega y tienen mucha información. ¿Cuáles cree que son los 3 principales problemas del país?

El primero es la inequidad. Somos un país con una inmensa riqueza pero mal distribuida, con unos abismos muy grandes entre los que están arriba en la pirámide y los que están abajo. Siempre habrá personas que tengan más y otras menos, eso es obvio, pero garantizar a las mayorías los mínimos vitales: empleo, educación, futuro para niños y jóvenes, es un plante básico para crecer como país. Luego está la violencia, en parte derivada y alimentada por esos problemas sociales, pero que para mí representa un reto mayor en su dimensión cultural. Está enquistada en la psiquis colectiva. En Colombia los bandos justifican la eliminación del otro, del contrario, al punto que la celebración de la muerte es parte de los discursos políticos. Muy importante también es la pérdida del sentido de la ética en lo público y en lo privado. Eso va mucho más allá de las leyes y por eso no se resuelve legislando como se cree. La ética es hacer lo correcto sin que necesitemos un policía que nos vigile. La lista puede seguir: la falta de conciencia frente a la tragedia del medio ambiente, el pensamiento machista también incrustado en el ADN colectivo, en fin…

¿Qué retos tienen los medios y los periodistas en general para las elecciones en Colombia en 2022?

Informar bien, con responsabilidad, con rigor.