Los recientes acontecimientos en los que han sido asesinados 13 jóvenes colombianos obligan a hacer preguntas indispensables pero sobre todo a pedir respuestas prontas y precisas de parte de las autoridades. Es necesario, pero no suficiente, ofrecer recompensas, “repudiar” los hechos, convocar consejos de seguridad, trasladar a la cúpula de las autoridades a los sitios de los acontecimientos. Tampoco basta con decirnos cuáles son los grupos que “delinquen” en las zonas donde matan a estos jóvenes. Importa saber, quiénes los asesinan y cuáles son los motivos.
Y más: ¿está el Estado en capacidad de evitar que estos terrribles casos sigan ocurriendo? ¿Qué se está haciendo para garantizar la seguridad de los ciudadanos considerando, además, que hay zonas de nuestra pobre y abandonada periferia que no parecen estar bajo control del Estado? ¿Es hora de darle una mirada, en serio, distinta y audaz a la lucha mundial contra las drogas? ¿Es suficiente el énfasis que se está poniendo en ofrecer mayores oportunidades para nuestra juventud? Es cierto que estos son temas muy complejos y que no existen fórmulas mágicas, por eso hay que ir al fondo del asunto y, con sentido crítico, ofrecer respuestas certeras y oportunas. La vida es sagrada, no importa ni la condición social, el color de piel y mucho menos las banderas políticas.