El repunte de la pobreza y el consiguiente deterioro de los derechos sociales debe ser una condición suficiente para que el país tome medidas extraordinarias con miras a corregir el proceso pauperización que la pandemia ha desencadenado.

El estado más terrible de la pobreza es la pobreza extrema, las personas que se encuentra en esta degradante condición humana no son capaces de satisfacer las necesidades más básicas. En términos económicos se considera que una persona es extremadamente pobre cuando sus ingresos diarios son menores de 1.25 dólares.

Sabemos que la miseria produce secuelas terribles en los seres humanos. Por ejemplo: a nivel físico, las personas muy pobres padecen malnutrición y tienen menor esperanza de vida; a nivel psicológico, ven afectadas su salud mental por factores como la baja autoestima, y a nivel social son excluidos, marginados y estigmatizados socialmente.

Cuando revisamos la evolución de la pobreza en Colombia encontramos que entre 2008 y 2018 se redujo de manera importante el proceso de empobrecimiento en todas sus formas. Según el DPN, la pobreza monetaria en Colombia pasó del 40.7 % en 2008 al 27 % en 2018 y la pobreza extrema monetaria del 16 % en 2008 al 7 % en 2018.

Lamentablemente, estos importantes logros en la disminución de la pobreza se han detenido abruptamente y revertido en un santiamén con la entrada en escena de la pandemia de la COVID-19. Así lo señalan algunas instituciones y centros de estudios económicos que se han atrevido a anticipar la magnitud del impacto social.

Según estas organizaciones, la pandemia va a disparar la pobreza en Colombia y, a su juicio, se podrían alcanzar niveles de pobreza e indigencia superiores a los que se tenían en 2008. Esto implica una profundización de la desigualdad y la injusticia, pues más de 8 millones de personas podrían estar en la miseria en 2021; algo impensable en 2019.

Tenemos que escuchar el llamado desesperado de millones de rostros que no logran satisfacer sus necesidades básicas, y asumir el indignante estado en que se encuentran como un desafío común, como un deber moral, que debe terminar materializándose en un renovado proyecto nacional de lucha contra la pobreza.

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El Gobierno nacional tiene el deber moral de materializar un renovado proyecto de lucha contra la pobreza. Foto: Ante Gudelj. Unsplash.

Este aumento súbito y desproporcionado de la pobreza podría llegar a convertirse en un ingrediente que dé al traste o, más bien, ponga en suspenso el compromiso moral que asumió Colombia, como miembro de las Naciones Unidas, de erradicar la pobreza extrema de la faz del territorio nacional para el año 2030.

Pero, indudablemente, esta no es una opción válida, porque se están lesionando derechos humanos que se deben garantizar y proteger. El repunte de la pobreza y el consiguiente deterioro de los derechos sociales debe ser una condición suficiente para que el país tome medidas extraordinarias con miras a corregir el proceso pauperización que la pandemia ha desencadenado.

No podemos dejar desamparados a quienes están cargando con las peores consecuencias de la pandemia. Es el momento de renovar con mayor ahínco el combate contra la desigualdad y la pobreza.

Tenemos que escuchar el llamado desesperado de millones de rostros que no logran satisfacer sus necesidades básicas, y asumir el indignante estado en que se encuentran como un desafío común, como un deber moral, que debe terminar materializándose en un renovado proyecto nacional de lucha contra la pobreza, a través del cual se busca un futuro mejor para todos ellos.

Hablamos de un proyecto que es políticamente posible, técnicamente alcanzable y económicamente viable. Lo muestra el proceso de reducción de la pobreza que se dio en Colombia entre 2008 y 2018. Por lo tanto, no podemos permanecer impasibles cuando la solución está en nuestras manos. 

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Julio Antonio Martín Gallego

Magíster en educación, Especialista en filosofía contemporánea e Ingeniero mecánico de la Universidad del Norte. Investigador y consultor especializado en procesos de cambio educativo y aprendizaje organizacional.