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Pasada más de una década, el añejo proyecto del Tren de Integración Caribe –Trinca– se encuentra en la fase de estudios de prefactibilidad. ¿Es más importante un tren que superar el rezago del capital humano en el Caribe colombiano?
El 13 de agosto de 2008, Caracol Radio anunció que en la reunión que en esa fecha sostuvieron los gobernadores de la Costa Caribe con el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, Luis Alberto Moreno, aquéllos le expresaron su interés en la construcción de un tren de cercanías para unir a Santa Marta, Barranquilla y Cartagena.
El proyecto del Tren de Integración Caribe (Trinca) aparece en cuanto foro, seminario, coloquio, tertulia, encuentro o cumbre que se organice en la región Caribe.
La semana pasada el gobernador de Bolívar propuso la idea del tren, en una reunión de mandatarios costeños que se realizó en Montería. También la mencionaron en una reciente tertulia de El Heraldo en Bogotá, donde los empresarios barranquilleros estaban promocionando la ciudad. Es decir, parecería que lo del Trinca va en serio.
También la prensa regional se está sumando al Trinca. El 8 de marzo, El Universal de Cartagena tituló su editorial: “El tren del litoral Caribe”. Allí señaló que el tren es una necesidad inaplazable. Ya en El Heraldo de Barranquilla se había editorializado sobre el tema el 9 de enero, diciendo entre otras que: “Estas tres ciudades necesitan un tren que las una, el llamado tren de cercanías”. Sin embargo, nadie menciona una cifra: ¿cuánto costaría hacerlo? ¿Cuántos pasajeros y cuánta carga lo harían rentable? ¿Qué tarifas habría que cobrar para que fuera financieramente viable?
Todo el que estudie los factores asociados al rezago económico del norte colombiano llegará a la conclusión de que la mayor debilidad de la región está en sus bajos niveles de capital humano.
No creo que pase nada distinto con el Trinca que la contratación de una serie de estudios que beneficiarán a unos pocos consultores. Dentro de cuatro años otros gobernadores volverán a hablar sobre el tema y otra vez se arroparán, en la bandera de este proyecto bobal, para parodiar una expresión de Álvaro Cepeda Samudio. Lo grave de todo esto es que se diluyen las prioridades de los mandatarios y, en vez de estar concentrados en sacar adelante los proyectos más importantes para la región, se dilapida el escaso liderazgo local en esta quimera supuestamente progresista de impulsar un adelanto tecnológico del siglo XIX.
Todo el que estudie los factores asociados al rezago económico del norte colombiano llegará a la conclusión de que la mayor debilidad de la región está en sus bajos niveles de capital humano. En nutrición infantil, La Guajira tiene los peores indicadores del país; en analfabetismo, Sucre se disputa el primer puesto con Chocó; en mortalidad infantil, las zonas rurales del Caribe son una vergüenza; en las pruebas Saber, todos los departamentos costeños están por debajo del promedio nacional. ¿Por qué no se editorializa sobre la necesidad de hacer un enorme esfuerzo por eliminar el rezago en capital humano? ¿Por qué no es una prioridad eliminar el analfabetismo si hacerlo cuesta una suma que sólo sería un pequeño porcentaje de lo que valdría el Trinca?
La teoría moderna del crecimiento económico nos ayuda para entender las causas del retraso económico de las naciones y las regiones. Me refiero sobre todo a los recientes trabajos de Daron Acemoglu y sus asociados y seguidores, que muestran, una y otra vez, que son las instituciones, dependiendo de su calidad, las que frenan o impulsan el progreso. Pero las malas instituciones se mantienen a través del tiempo, porque hay grupos sociales interesados en mantener el statu quo. Lo que está pasando en el Caribe colombiano con la promoción de un Trinca contra la educación es un claro ejemplo de ello.
Columna de opinión publicada en el diario “El Espectador” el 16 de marzo de 2012.
Adolfo Meisel Roca
Doctor en Economía de la Universidad de Illinois. Se desempeña desde 2019 como Rector de la Universidad del Norte en Barranquilla.