Alguna vez una conocida economista colombiana me preguntó: ¿Usted por qué cree que en Colombia muchas veces hacemos las cosas al revés? No respondí, pues no sabía la respuesta, pero la pregunta me pareció muy pertinente y me sigue dando vueltas en la cabeza. Una esfera en que esto de hacer las cosas al revés parece pertinente es en el análisis de las políticas regionales de desarrollo. Ello por cuanto además del título deshonroso de ser uno de los países más desiguales del mundo en la distribución del ingreso, en desarrollo territorial somos también uno de los más desiguales del planeta.

La geografía económica colombiana se configura en un claro patrón de centro periferia donde el primero presenta mayores índices de desarrollo productivo así como de indicadores de bienestar material y el segundo se encuentra muy rezagado en todos esos aspectos. Peor aún, esas desigualdades regionales en los principales indicadores, como el producto interno bruto per cápita, se han mantenido estáticos en las últimas décadas. Además, otras variables, como la calidad de la educación básica presentan un aumento de las brechas regionales.

A pesar de las enormes desigualdades regionales que hay en Colombia, no hay unas políticas económicas explícitas y focalizadas en reducirlas. Antes por el contrario, muchas veces el gasto público contribuye para aumentar esas distancias. En el país se viene hablando mucho acerca del régimen de pensiones públicas y cómo un componente de los pagos corresponden a un subsidio, especialmente en el caso de las más altas. Algo que no se ha dicho es que esos subsidios están concentrados abrumadoramente en el centro del país.

A pesar de las enormes desigualdades regionales que hay en Colombia, no hay unas políticas económicas explícitas y focalizadas en reducirlas. Antes por el contrario, muchas veces el gasto público contribuye para aumentar esas distancias.

 Al analizar las cifras de los pagos por parte de Colpensiones en el 2019 observamos que mientras que Bogotá recibió el 33.2 %de los pagos, la periferia de Colombia (Costa Caribe, Costa Pacífica sin Valle del Cauca, Amazonia y Orinoquia) obtuvieron solo el 12.5 %del monto total de las pensiones. Esto a pesar de que Bogotá solo tiene el 15.4 % de la población y la periferia del país el 32.8 %.

Además de esto las pensiones de Bogotá son las más altas del país o sea que esa ciudad obtiene el 33.2 % del subsidio pensional, más un porcentaje adicional que la llevaría a estar por encima del 40 % del subsidio total. En contraste, ese subsidio debe estar cerca de cero para la periferia. Esto se explica por el hecho de que las pensiones promedio más altas del país son las de Bogotá. Por ejemplo, en 2019 el valor promedio de las del Choco solo alcanzaba a ser el 80 % del valor promedio de las pagadas en Bogotá.

El caso de las pensiones es solo uno de los canales de subsidio estatal a Bogotá. Otros muy importantes son la concentración del gasto público allí en salarios de los funcionarios del nivel central del gobierno y las compras nacionales que hace el ejecutivo. Los subsidios a la actividad cultural a través de distintas entidades del orden nacional son otro ejemplo. También son muy importantes los subsidios a la educación con presupuesto de la Nación.

Es necesario que el país entienda en su conjunto como las políticas económicas empeoran la situación de las desigualdades regionales, lo cual es negativo para la sostenibilidad económica, ambiental y política en el largo plazo.

Adolfo Meisel Roca

Doctor en Economía de la Universidad de Illinois. Se desempeña desde 2019 como Rector de la Universidad del Norte en Barranquilla.

 

 

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