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La periodista barranquillera Silvana Paternostro. Foto: Marcela García.

Silvana Paternostro, la mujer que se atrevió a desnudar la cultura sexual barranquillera en “La tierra de Dios y del hombre”

por | Ene 31, 2023

Por Cristina Said

Para la periodista, el machismo pone en riesgo la vida de la mujer latinoamericana. Diálogo con la autora de una obra que pone en el espejo a la Barranquilla de la que poco se habla.

Editorial Uninorte y Editorial Planeta reeditan un clásico del periodismo narrativo publicado en 1998, En la tierra de Dios y del hombre: crónicas de una Latinoamerica machista, de la periodista barranquillera Silvana Paternostro. El libro, un manual de referencia para jóvenes periodistas, analiza la bisexualidad en América Latina y describe diversas situaciones en las que hombres casados que solían recurrir a “servicios” de prostitución con homosexuales y personas transgénero, terminaban por transmitirles enfermedades de transmisión sexual o el VIH a sus desprevenidas esposas. Una obra que redescubre a través de cinco crónicas cómo era el activismo colectivo LGBTQ en aquella época y la cultura sexual de la Barranquilla de fines de los años 90, lugar donde la autora creció y que tanto cuestionó. 

Publicado por primera vez en inglés en Estados Unidos –tres años después salió a la luz la traducción en español y portugués–, el libro es una combinación de anécdotas personales y de entrevistas realizadas en varias ciudades de Latinoamérica que terminan plasmando un fresco sobre la cultura sexual de los latinos en América latina y Estados Unidos. En la tierra de Dios y del hombre, afirma Paternostro: Es el resultado de una batalla interna muy personal. Transmito así lo que es hoy un documento histórico a las nuevas generaciones tiene pasajes bellos y pasajes tristes, momentos ligeros y momentos muy muy profundos. Refleja la Barranquilla de la que pocos hablamos, esa estructura que nunca me convenció”.

Contexto dialogó con Paternostro, quien es colaboradora habitual de prestigiosos medios como The New York Times, Newsweek o The Paris Review.

Cristina Said: Silvana, hablemos de Barranquilla, porque este libro es muy barranquillero. Te criaste aquí y utilizas tu experiencia y tus recuerdos para describir el machismo que conociste. Hay una visión sujeta a tu experiencia, ¿pero quién eras cuando escribiste el libro?

Silvana Paternostro: Una mujer que nació y creció en la Barranquilla de finales de los años 70, hablando spanglish y oyendo musica pop gringa con sus amigas de la cuadra, sentada en el bordillo esperando que pasaran nuestras tragas” (risas). ¿Todavía se le dice así al chico que te gusta?

C.S.: Sí, todavía. 

S.P.: Bueno, en ese entonces trataba de acatar unas reglas muy rígidas de lo que significaba ser mujer en esa época. Me fui de Barranquilla sin haber terminado el bachillerato para seguir mis estudios en los Estados Unidos, donde me quedé a vivir. Cuando me senté a escribir el libro era una periodista primipara deambulando por Latinoamérica y buscando la forma de explicar el peligro del machismo. 

Hoy esa búsqueda desenfrenada de denunciar que el machismo causa la muerte de las mujeres que no tienen acceso a interrumpir sus embarazos de forma segura, que el machismo es el causante de que tantas mujeres que siguieron el manual del buen comportamiento terminaran infectadas por el VIH, que haya sido el causante de la represión de la sexualidad y la promoción de la violencia contra los homosexuales y personas transgénero, me llevan a cuestionar esa actitud de aceptación de las mujeres ante el machismo. ¿Por qué esa complicidad ? No es cuestión de victimización. Es una cuestión de decisión. ¿Por qué ser cómplice de esta estructura que pone en peligro tu vida? 

C.S.: Silvana, quiero compartir a lo largo de esta entrevista varios apartes de tu obra. “Unos fragmentos corajudos y poderosos de un libro el cual después de leerlo ya no se puede seguir siendo la misma persona”, como dijo en alguna oportunidad el escritor y periodista argentino Tomás Eloy Martínez:

***

Yo creía que decidir poner fin a un embarazo era una alternativa solo considerada por mujeres con cierto nivel de educación, preferiblemente adquirido en el extranjero, y acceso rápido a dinero en efectivo. Podía contar con los dedos de la mano las mujeres que creía capaces de pensar en hacerse un aborto. Pero, hace unos meses, una amiga de Barranquilla me confesó que se había hecho uno a los catorce años.

—¿Cómo supiste dónde ir? —le pregunté.

—La muchacha de la casa sabía y ella era mi confidente. Siempre me ayudaba a escaparme para ver a mi novio, así que cuando sucedió, fui y le conté —respondió—. No conocía a nadie más a quien preguntarle.

—¿Tu mamá?

—Mi mamá lloró el día que descubrió que yo ya no era virgen. Lo leyó en una carta que le había enviado a una de mis amigas. “¿Cómo puedes hacerme esto?”, me gritó un día, cuando me fue a buscar al colegio.

La sirvienta le dijo que fuera a la casa situada detrás del zoológico, que era donde ella había ido a hacerse el suyo. De lo único que me acuerdo es del calor y el rugido de león que entraba por la ventana abierta.

(Pág. 102)

 

Por cuenta de los más de 400.000 abortos no seguros por año hay más de 93.000 complicaciones que se podrían evitar y que consumen recursos del sistema de salud. Hoy se calcula que las complicaciones de la interrupción voluntaria del embarazo están entre las primeras cinco causas de muerte materna a nivel nacional. ¿Cuál es tu opinión al respecto?

El aborto es el tema central del libro. La despenalización del aborto en Colombia es solo un primer paso. Ahora esa Ley tiene que volverse realidad. Y ahí el avance es lento, muy lento. El país tiene que prepararse para brindar estas opciones a las mujeres. Debe tener clínicas capacitadas y personal médico adiestrado. Eso toma tiempo y dinero. Muchos doctores y enfermeras siguen estando en contra de la despenalización y se rehúsan a practicarlos.  

Conversando la semana pasada con Marta Royo, la directora de Profamilia, me decía que hay parte de la población que aún no sabe que el aborto es legal en Colombia. Siguen usando las clínicas clandestinas porque una cosa es cierta: si una mujer quiere terminar un embarazo, mueve cielo y tierra, hace cosas de un peligro escalofriante para lograrlo.  En toda la reportería que hice para mi libro, estas fueron de las entrevistas más difíciles. 

Invito a los lectores de Contexto a que lean ‘Hacedoras de ángeles’, el capítulo sobre los abortos clandestinos y conozcan estos testimonios.  El aborto legal en Colombia es un logro importante. El día que todos los embarazos sean deseados podremos decir que vivimos en una sociedad más avanzada.

 ***

Con el pecho hinchado de orgullo y dolor, Gustavo Correa me dice sentado en su casa situada en la misma Barranquilla donde yo crecí que su hija llegó “pura” al altar, indicando que fue virgen hasta el día en que se casó con el tipo de hombre con el que fue educada para casarse. Tres años después de su boda, bendecida por el Monseñor Obregón, su padre, su madre, sus hermanos, su marido, sus parientes y muchos de los mismos amigos y centenares de conocidos curiosos que la habían escuchado dar el sí a su novio, volvieron a la misma iglesia a darle el adiós terrenal al cuerpo de Magdalena. Tenía veintinueve años.

(Pág. 283)

 

El anterior fragmento es parte de un capítulo titulado ‘Historia de amor’. Es un relato real que sucedió en Barranquilla. En la tierra de Dios y del hombre es un libro de periodismo narrativo y no una novela…

Sí, una bella niña de la alta sociedad se casa virgen con su príncipe azul, un heredero de mucho mundo. Ella no puede creer su suerte. Como era de esperarse, tiene una casa suntuosa, un marido detallista, queda embarazada y tiene su primer hijo. Hasta ahí, la vida era como el cuento de hadas que le habían inculcado desde que nació y que ella siguió al pie de la letra. Sin embargo, empieza a tener problemas de salud luego de dar a luz. Estaba segura de que tenía cáncer, tal vez leucemia. Nunca se imaginó que tendría que preocuparse por el VIH, pues eso era un castigo de Dios para los homosexuales y depravados”, ya que así eran vistos los homosexuales en esa época. No tenía nada que ver con su mundo: un hogar tradicional y conservador donde había imágenes de vírgenes y mesas bien puestas y en las fiestas los hombres se reunían de un lado y las mujeres del otro. Pero eso sí, a la hora del buffet, ellas les servían de comer a sus maridos. Y el dolor de las infidelidades va por dentro, porque los hombres son los hombres, mija”. 

La Barranquilla de las novelas de Marvel Moreno es la de los años cincuenta, muy anterior a tu época. La tuya es muy parecida pero más peligrosa, pues entra en escena el Sida como enfermedad.    

Sí, y en esta vive una niña afortunada y bien educada que siguió las leyes de la alta sociedad costeña: las reglas de su casa, de su colegio de monjas, de su club, de su casta, que murió de Sida antes de cumplir treinta años. 

***

 Pocas mujeres desafían al sistema —de más de quinientos años de antigüedad— que hace a los hombres los administradores de nuestras vidas: como padres, como esposos, como nuestros líderes espirituales y seculares, como nuestros gobernantes. En Barranquilla, me crié guiada por señales grandes y pequeñas que me incitaban a seguir esta regla sin cuestionarla. Fui educada para seguir a Dios y a los hombres, programada para pensar en mí misma como hija obediente hasta el día en que fuera entregada a un marido, alguien de buen apellido, un miembro del Country, una fotocopia de mi padre. 

A nuestras madres les hubiera gustado que nos besáramos más, porque, de haberlo hecho, hoy probablemente estaríamos casados. En 1976, la mayoría de las muchachas de Barranquilla se casaban con el primer muchacho al que besaban, porque besar a alguien aparentemente equivalía a quedar embarazada. Si me hubiera quedado allí, sería la esposa y madre de los hijos de un viceministro con un futuro brillante, rol para el que fui criada. Pero no soy esposa ni madre, una realidad que ni yo ni nadie que me conociera entonces podríamos haber previsto.

(Págs. 31 y 23)

 

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Portada del libro de Paternostro, reeditado por Editorial Uninorte y Editorial Planeta.

El machismo es el causante de que tantas mujeres que siguieron el manual del buen comportamiento terminaran infectadas por el VIH, el causante de la represión de la sexualidad y la promoción de la violencia contra los homosexuales y personas transgénero.

Se percibe cierto rechazo al rol de la mujer que se queda en casa al cuidado del hogar, pero un trabajo clave es garantizar que las próximas generaciones crezcan en un lugar mejor que el nuestro. Tu libro es un llamado a terminar con la discriminación sexual hacia la mujer, a quien se le ha desconocido su sexualidad. ¿Crees que se ha roto un poco el silencio y que aquellos prejuicios de la Barranquilla en que creciste han disminuido?

No vivo en Barranquilla desde finales de los años 70. Visito con frecuencia, pero no vengo como periodista. No obstante, sí veo cambios positivos. Veo mujeres emprendedoras, artistas, escritoras, ejecutivas, periodistas, sigo en las redes a mujeres valiosas que trabajan con ahínco el tema de ser mujer en una sociedad machista, mujeres que se enfrentan al poder patriarcal. Eso no existía en mi Barranquilla.

Gracias a la reedición de mi libro pude trabajar con tres personas barranquilleras que son parte esencial de esta evolución, personas que se dedican a que Barranquilla se deshaga de su machismo. Sin embargo, sigo sintiendo el machismo, el de la mujer y el del hombre. Lo huelo, lo oigo, lo veo al salir a la calle. En la parada del bus, en la mesa del restaurante, en la sucursal de un banco, en el salón de belleza… y qué me dices de los chismes sobre las vidas privadas de los políticos. 

***

Tres, a veces hasta cuatro veces por noche pasábamos frente a El gusano, la discoteca In de nuestra Barranquilla. Quedaba en el Bulevar de la 54, pegada al distinguido Hotel El Prado, donde prostitutas y hombres con pechos plenamente desarrollados, peinados de salón de belleza y tacones altos recorrían la avenida de un extremo a otro o se apoyaban contra las palmeras secas. Todos sabíamos sobre las prostitutas, pero yo no sabía que los travestis usaban tanto lamé dorado para atraer a sus clientes: otros hombres que pagaban por acostarse con ellos.

(Pág. 27)

Silvana Paternostro: En mi época había una discoteca que se llamaba El gusano. Mi novio de adolescencia no me llevaba allí pues no era para niñas como yo. Él y sus amigos se la pasaban metidos ahí. En mi época de adolescente, los chicos de mi clase perdían la virginidad en los burdeles porque sus papás los llevaban desde que tenían trece años. ¿Eso existe hoy?

Cristina Said: La sexualidad se vive de manera más libre y consciente, es menos probable que un niño de trece sea llevado por sus padres a un burdel. Afortunadamente, hoy se plantean estos cuestionamientos y se lidian estas batallas, pero como tú misma dices, veo lo difícil que es que se desplomen estos andamios patriarcales tan arraigados.

Silvana, para finalizar este diálogo, ¿cómo percibes la sociedad de hoy? ¿Se va entendiendo que sin machismo ganamos?

Ganan los hombres, ganan las mujeres, ganan los homosexuales, los trans, los no binarios. Ahora se nombra el patriarcado, el machismo, la equidad de género, los pronombres escogidos, etc. Es una discusión que apenas empezaba cuando salí a reportear En la tierra de Dios y del hombre.  Me acuerdo lo difícil que fue convencer a un colega en Río de Janeiro para que me acompañara a entrevistar a travestis. Si quieres entender cómo era el activismo del colectivo LGBTQ hace veinte años, aquí está. Si quieres saber cómo era la Barranquilla de tus padres y de tus abuelos, en este libro la encontrarás.

 

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Cristina Said

Periodista, especialista en Desarrollo Organizacional y Procesos Humanos de la Universidad del Norte.

 

 

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