“No sé, Ernesto, no sé”, parte de la inmortal respuesta que Diomedes Díaz le dio al periodista Ernesto McCausland a la pregunta sobre si pensaba en la muerte. Arte: Guillermo Solano.
Hace 11 años, el 22 de diciembre de 2013, Diomedes Díaz murió mientras dormía en su casa del barrio El Prado de Valledupar. Remembranza del artista vallenato que vivió rápido y murió joven.
La Navidad de 2013 fue sombría y triste para Valledupar y sus alrededores. A solo tres días de la Nochebuena, el 22 de diciembre, el mundo vallenato quedó paralizado con la noticia de la muerte de Diomedes Díaz, un ídolo que trascendía fronteras musicales y culturales. Considerado el artista más grande y controvertido de este género, su partida enlutó no solo a su tierra natal, sino también a los millones de seguidores que encontraron en sus canciones un reflejo de sus tristezas y alegrías. Diomedes, con su estilo inconfundible y su capacidad para transmitir emociones, dejó un vacío imposible de llenar.
“El Cacique de La Junta” falleció después de un concierto que, aunque memorable, quedará grabado en la historia como un epílogo irónico a su vida llena de excesos y controversias. La noticia se esparció como pólvora, dejando a su paso un rastro de tristeza y desconcierto. Muchos pensaron que era una mala broma porque días antes se había rumorado lo mismo. Para algunos, su fallecimiento representó el fin de una era dorada del vallenato; un género que Diomedes moldeó y catapultó con su carisma, talento, pero también, con sus escándalos. Las calles de Valledupar se llenaron de parlantes que amplificaban la voz del cantor que ahora había pasado a la eternidad, mientras la fanaticada fiel rememoraba al artista entre lágrimas, alcohol y nostalgia.
Diomedes Díaz fue un hombre complejo, misterioso e indescifrable: para unos, un héroe popular; para otros, un hombre de excesos cuya vida privada oscurecía su obra. Sin embargo, su influencia cultural y artística es innegable, entre el talento y la controversia, su presencia y legado todavía genera preguntas.
Una de esas tiene que ver con la relación que construyó, a través de sus canciones y sus vivencias, con la muerte.
¡Ay!, no me quiero morir
porque me duelen mis hijos.
(‘El cóndor herido’)
Para muchas personas Diomedes Díaz es un filósofo espontáneo y criollo que a través de sus canciones y dichos reflexionaba sobre cuestiones fundamentales como la naturaleza, el sentimiento del hombre, la pobreza y la riqueza. En su obra encontramos la presencia constante de la muerte, el espejo que reflejaba sus miedos, sus excesos y su anhelo de trascendencia; por ejemplo, en su canción ‘Entre placer y penas’ (1997), después de profundizar en que muchas cosas parecen buenas y en realidad son nocivas para el hombre, canta:
…hasta del cuerpo se nos va la vida
¡Ay, vida buena no te me vayas!
Si tú te vas el 26 de mayo
del año entrante le dará guayabo,
porque tú sabes que él te quiere mucho,
y si no te encuentra quedará de luto.
No podemos negar que la carrera musical de Diomedes estuvo marcada por el signo trágico de la muerte: familiares, amigos cercanos, compañeros de agrupación, amantes. En la famosa entrevista concedida a Ernesto McCausland en 1991, cuando se le preguntó a quién le había compuesto la canción ‘Mi ahijado’, Díaz Maestre respondió que a todos sus amigos que habían muerto de forma violenta, a las viudas y a los huérfanos de Colombia. Fue entonces cuando pronunció la famosa frase “No lo sé, Ernesto, no lo sé”, y que deja entrever el temor que Diomedes sentía cuando pensaba en la muerte:
Para muchas personas Diomedes Díaz es un filósofo espontáneo y criollo que a través de sus canciones y dichos reflexionaba sobre cuestiones fundamentales como la naturaleza, el sentimiento del hombre, la pobreza y la riqueza.
Después del trágico accidente donde perdieron la vida Juancho Rois, “El Maño” Torres y Eudes Granados, ocurrido en noviembre de 1994, el miedo a la muerte de Diomedes se acentuó. Esto le llevó a componer canciones para exorcizar sus demonios, buscando cada vez la inmortalidad. Así, en ‘Muchas gracias’ (1996), cantaba:
El día que se acabe mi vida
Les dejo mi canto y mi fama…
Sin embargo, la rueda de la fortuna y de los excesos siguió girando, y la vida le mostró al cantor su rostro más despiadado. Vinieron los problemas legales por la muerte de Doris Adriana Niño y el Síndrome de Guillain-Barré que lo postró durante un tiempo en una silla de ruedas, y le dejó secuelas en el cuerpo y el alma. Diomedes compone entonces la canción ‘Volver a vivir’ (1998) para ajustar cuentas con la vida. En ella dice:
Una de esas cosas bonitas,
es que estoy vivo todavía,
esperando desde ese día
que tuve la muerte cerquita…
Desde entonces Diomedes no volvió a ser el mismo, aunque continuó con el acelerador a fondo: siguió dando conciertos, grabando discos y con el estilo de vida que siempre le caracterizó. En tarima se notaba con problemas de movilidad, sobrepeso y aquejado por la enfermedad. Hasta que, en noviembre de 2013, justo un mes antes de morir, produjo su último trabajo discográfico titulado Entre Díaz y canciones, que fue lanzado como obra póstuma el 26 de mayo de 2015.
Justo en ese trabajo encontramos una canción de su autoría titulada ‘Entre el bien y el mal’ en la que manifiesta, una vez más, ese temor que siempre le acompañó:
Una mañana que me levante temprano
analizaba que la vida es pasajera
Y que vivimos y nacimos en la tierra
a la hora del principio y del final
Casi me pongo a llorar
luego me puse a reír
cuando deseaba poder perdurar
porque no quiero dejar de existir…
La misma preocupación que quedó plasmada en el Bonus Track de ese álbum, una reflexión sincera y sentida que Diomedes quiso titular ‘Mi última reflexión de la vida y la muerte’, presintiendo, quizás, que sus horas estaban contadas:
“Son cosas bonitas que un día antes de morirme yo esté cantando una canción porque de pronto sea mañana o no, es que no se sabe… yo hoy tengo 56 años… el tiempo se acaba y va acabando a uno, acabando, acabando, acabando… el tiempo se acaba y pasa sobre usted, y fuera, se acabó el tiempo. El día que salga está canción, esté vivo o esté muerto… porque yo vivo o muerto, a mí la vida me la dan ustedes… ojalá yo pudiera el día de mi entierro levantá la cabeza y volteá pa atrás… esto no es para intimidarse ante la vida o ante la muerte… vivan la vida y sigan”.
Querido lector: nuestros contenidos son gratuitos, libres de publicidad y cookies. ¿Te gusta lo que lees? Apoya a Contexto y compártelos en redes sociales.
Carlos Luis Liñán-Pitre
Valledupar (1983). Abogado y filósofo con Maestría en Estudios Americanos de la Universidad de Sevilla, profesor de la UDES, Campus Valledupar. Premio «Galo Bravo Picazza» como columnista del año 2023, entregado por el Círculo de Periodistas del César y Sur de La Guajira.