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Francia Márquez, más que encarnar una ideología de izquierda, es percibida por muchos electores como la voz de los históricamente silenciados. Su discurso cautiva a jóvenes urbanos deseosos de una reivindicación de la mujer y las minorías raciales.

En días recientes los ataques y mensajes discriminatorios vía redes sociales a la candidata vicepresidencial Francia Márquez han dejado en evidencia cuán vivo parece estar el racismo entre muchos colombianos. Contexto analiza el origen e historia de este tipo de discurso de odio en nuestro país.

Negro soy desde hace muchos siglos.

Jorge Artel

El racismo es un discurso ideológico que además puede funcionar como un instrumento político cuando se sustenta con argumentos elaborados. Esto lo pudimos observar en las reacciones en redes sociales que generaron los resultados electorales del pasado mes de marzo, luego de que la candidata Francia Márquez –mujer, líder social, afrodescendiente–, aventajara a varios candidatos –hombres, blancos, con poder político y económico– de los partidos tradicionales.

En la red social Twitter, una mujer dirigió el siguiente mensaje a Márquez:

A @FranciaMarquezM le digo: si no es capaz de vivir fuera de su territorio y hablar como una persona normal, Medellín no es para usted y usted no le sirve a Medellín.

África la espera! Tiene un continente entero a su disposición; acá nos quedamos los mestizos viviendo sabroso!

Otra mujer escribió el siguiente Tweet:

Lo único bueno es que si @petrogustavo gana, ya tiene cocinera en la vicepresidencia.

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Luego, una figura pública en sus redes sociales, se refirió a la candidata con el apelativo de King Kong.

Estas expresiones no son fortuitas, no son producto de un momento eufórico o de rabia. Conscientes o inconscientes, estas manifestaciones tienen unos antecedentes históricos que han moldeado al país tal como lo conocemos hoy. Este tipo de peroratas hacen parte de una forma de ver, pensar y nombrar al Otro, cuyo fin es poder dominarlo y manipularlo.

La antropología ha enmarcado este fenómeno en el término etnocentrismo, que es cuando un grupo social presupone su superioridad sobre los demás y hace de la cultura propia el criterio para interpretar y valorar otras culturas “inferiores”, por ejemplo: durante la Colonia, Europa se reafirmaba como una sociedad superior blanca y civilizada. Mientras que África, Oriente Medio, India, Suramérica (o los países de la periferia) representaban lo inferior, lo negro, lo salvaje, lo exótico e incivilizado.

A principios del siglo XIX, la literatura (novela, literatura de viajes, cuento, poesía, teatro, tratados filosóficos, científicos y religiosos) fue una de las principales herramientas empleada para difundir la consigna de la superioridad racial y la otredad exotizada. Lo “extraño”, los lugares “exóticos”, los “salvajes”, lo “raro” representado en los libros, empezó a formar parte del imaginario colectivo europeo. El negro y el indio eran despojados de su condición humana; desprovistos de toda civilización tenían que ilustrarse por las buenas o las malas, había que incluirlos o excluirlos del nuevo proyecto de Nación que se estaba forjando.

Las características biológicas externas (piel, cabello, nariz, boca) se convirtieron en un signo de esclavitud y condición social; luego, en una consideración moral, la inferioridad social empezó a verse como inferioridad natural. De esa forma el color negro de la piel adquirió un nuevo sentido: los negros no eran humanos completamente1. El nuevo significado de la piel negra pasó a ser el de la brutalidad y la inferioridad. El negro y el indio fueron marginalizados y satanizados, eran componentes negativos ante la identidad blanca europea.

Francia Márquez aparece como la voz de los históricamente silenciados, emerge como un movimiento que plantea políticas de resistencia ante el racismo. Márquez representa a una corriente que busca despojar los conceptos negro, afro, mujer negra de sus significados peyorativos para convertirlos en expresiones de una pujante identidad grupal y política.

Raza y construcción de la identidad nacional colombiana

En Colombia, fueron los ilustrados criollos quienes establecieron y legitimaron este discurso obtenido del modelo idílico humanista de la Ilustración, el ejemplo de sociedad universal, de Nación ideal. El etnocentrismo promovido por estas élites estuvo sustentado por el rudimento dualista: supremacía blanca/inferioridad negra2.

Esta élite colombiana del siglo XIX también construyó su identidad a partir de un proyecto nacional basado en la geografía y el territorio; se argumentaba que la civilización tendía a ubicarse en las zonas temperadas de los Andes. En las zonas tropicales buscaban establecerse los salvajes, los moral, física y socialmente inferiores, los negros y los indios, quienes eran los obstáculos para el progreso de la nueva Nación y debían ser recluidos en resguardos, en las selvas, en las orillas de los ríos, o ser incorporados mediante el mestizaje, “para que pudieran vivir sabroso”. Este determinismo de las zonas climáticas, propio del pensamiento científico de principios del siglo XIX, contribuyó a consolidar las imágenes negativas de los negros en Colombia, y que hoy en día se siguen divulgando en una sociedad que se autoproclama culturalmente diversa.

Los comentarios en redes sociales que aluden a una condición “racial”, al color de piel, son el resultado de esa opresión paternalista y romántica heredada de los europeos del periodo colonial, que también ha relegado a las mujeres negras al cuidado de los hijos de las amas; las ha confinado a la cocina; las ha colocado en situación de exclusión y marginalidad.

En este sentido, el símbolo de Francia Márquez aparece como la voz de los históricamente silenciados, emerge como un movimiento que plantea políticas de resistencia ante el racismo enfocado en el color de la piel. Márquez representa a una corriente que busca despojar los conceptos negro, afro, mujer negra de sus significados peyorativos en los discursos racializados, para convertirlos en expresiones de una pujante identidad grupal y política. Es la voz de “los de abajo”, “la raza maldita”, “los esclavizados”, que además habitan un territorio específico: el de los ríos, la selva y el mundo rural3.

Para concluir, podemos señalar que la esclavitud ha sido estrechamente identificada con el negro; por tanto, se ha dado un giro racial a lo que, básicamente, constituía un fenómeno económico (el comercio de esclavos). Eric Williams4 afirma que la esclavitud no nació del racismo; fue el racismo una consecuencia de la esclavitud. El mero hecho de ser negro era presunción de esclavo. Siendo así, se puede considerar que el racismo es una superestructura congénita del capitalismo, como plantearía alguna vez el poeta haitiano René Depestre5. El conflicto racial es el síntoma permanente de la crisis que atraviesan los modernos Estados Nación.

Lo anterior para nada quiere ser un panfleto político, es un breve análisis de una situación coyuntural. Los resultados de los pasados comicios en los que por primera vez en Colombia una candidata afrocolombiana a la vicepresidencia obtiene una votación representativa, son parte de un acontecimiento sin precedentes en la historia política, social y cultural colombiana.

Como contrapeso del racismo incrustado en el inconsciente colectivo colombiano, recordamos este fragmento del poema Lucha y conquista, del gran poeta afrocolombiano Candelario Obeso:

¿Porque me ves la cutis
del color de la tinta
acaso crees que es negra
también el alma mía…?
En eso te equivocas;
¡Las piedras más bonitas,
en el carbón, a veces,
se hallan escondidas…!

Referencias

1 Fra Molinero, Baltasar (1995), La imagen de los negros en el teatro del Siglo de Oro, Siglo Veintiuno de España Editores, S.A.

2 Moreno Tovar, Lina del Mar (2010), “La historia blanqueada: representaciones de los africanos y sus descendientes en Antioquia a través de la obra de Tomás Carrasquilla”, en Revista Memoria y Sociedad, Bogotá, Colombia, Vol. 14, Nº 28, pp. 67-84.

3 Patiño, Germán (Comp.) (2010), Ensayos escogidos, Rogerio Velásquez, Biblioteca de Literatura Afrocolombiana, Ministerio de Cultura de Colombia.

4 Williams, Eric (2011), Capitalismo y Esclavitud, Ed. Traficantes de Sueños.

5 Depestre, René (1986), Buenos días y adiós a la negritud, Ediciones Casa de las Américas, Ciudad de la Habana Cuba.

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Carlos A. Ortiz

Comunicador social y periodista de la Universidad del Norte. Especialista en Estudios Afroamericanos y magister en Diversidad Cultural de la Universidad de Tres de Febrero, en Argentina. Ha trabajado como líder y facilitador en proyectos con comunidades indígenas, afrocolombianas y víctimas del conflicto, y también como docente de literatura y promotor de lectura. Es autor del poemario Disonancias (2021).