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Foto: Edwin Andrade. Unsplash

El abstencionismo no puede opacar la fuerza política que irradian los jóvenes, ni el compromiso que tienen con la construcción de un mundo mejor.

Los resultados de las elecciones de los Consejos Municipales y Locales de Juventud que se cumplieron los primeros días de diciembre de 2021 en el país, muestran una alta abstención, pues solo votaron un poco más de 1.2 millones de jóvenes entre 14 y 28 años de un total de 12.2 millones que estaban habilitados.

¿Cómo se puede explicar que, en la coyuntura política actual la mayor parte de los jóvenes habilitados para elegir se abstengan de votar por los jóvenes que los representaran a nivel nacional y en los entes territoriales? ¿Por qué a pesar de los llamados que se les hacen, los jóvenes se alejan cada vez más de las urnas?

Me atrevo a decir que una de las principales causas de la abstención electoral es que se está dando un cambio en la cultura política de los jóvenes que les aleja de los viejos esquemas procedimentales de la democracia. Y a esto se suman fenómenos tan comunes como el desinterés y la pasividad política.

En otras palabras, no es difícil observar que una parte de la gente joven ya no quiere participar en las prácticas democráticas convencionales, sino que realiza, por así decirlo, acciones colectivas autónomas dirigidas a resolver los temas que les preocupan, usando otros canales para expresar su inconformidad.

De hecho, cada vez adquieren mayor fuerza política las manifestaciones y asambleas, el boicot social y las expresiones culturales de protesta protagonizadas por jóvenes. Parece que los jóvenes prefieren vincularse más a acciones colectivas concretas, y menos con fines de representación burocrática.

Por otro lado, es bien sabido que la población más joven, en este caso las personas con edades entre 14 y 18 años, normalmente viven una etapa de indefinición e inestabilidad política, que tiene entre sus rasgos distintivos la desafección y el desinterés por todo lo que acontece en el ámbito político formal.

Generalmente este distanciamiento de la política desaparece gradualmente a medida que los adolescentes crecen y comienzan a vivir una especie de malestar social en el que se vuelven un desafío los problemas que les rodean, lo que produce un acercamiento novedoso con el mundo político.

Hay jóvenes que están en un estado primario cívico o “prepolítico” en el que no reconocen la institucionalidad democrática y desafían el orden establecido, llegando en ocasiones a subvertir el margen de acción legalmente delimitado por la sociedad.

Hablamos de una etapa en la que los jóvenes reaccionan afectivamente a los personajes públicos y situaciones políticas, lo que conlleva al fortalecimiento del compromiso político o la pasividad política. Por ello existen jóvenes que están decididos a participar en la política y otros que no lo hacen.

Seguramente, a los argumentos dados se debe agregar que hay jóvenes que están en un estado primario cívico o “prepolítico”, en el que no reconocen la institucionalidad democrática y desafían el orden establecido, llegando en ocasiones a subvertir el margen de acción legalmente delimitado por la sociedad.

Todo lo que he mencionado ilustra lo que yace en el trasfondo de la abstención electoral juvenil y permite entrever que se vienen cambios significativos en la cultura política juvenil: cambios que les proveerán a los jóvenes la energía para actuar de forma propositiva y solidaria en el ámbito público democrático.

En otras palabras, el abstencionismo no puede opacar la fuerza política que irradian los jóvenes, ni su sentido colectivo y contextual, ni el compromiso que tienen con la construcción de un mundo mejor. Lo que me induce a suponer que seguirán siendo actores de primer orden en el escenario político nacional.

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Julio Antonio Martín Gallego

Magíster en educación, especialista en filosofía contemporánea e ingeniero mecánico de la Universidad del Norte. Investigador y consultor especializado en procesos de cambio educativo y aprendizaje organizacional.

 

 

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