Aún queda por investigarse que le podría suceder a largo plazo al cerebro humano si no aprendemos a autorregular nuestra relación con la IA. Foto: Andy Kelly. Unsplash.
Algunos de nuestros procesos mentales se están delegando a la IA, una forma de ceder nuestras tareas intelectuales a una tecnología informática falible. ¿Reconfigurará esto al cerebro humano?
El ser humano se ha relacionado desde hace mucho tiempo con las máquinas porque estas le ahorran grandes esfuerzos físicos e intelectuales y mejoran sus condiciones de vida. Sin embargo, la llegada de la inteligencia artificial (IA) conlleva a una reconfiguración de la interacción humano-máquina.
La máquina, y por extensión la inteligencia artificial, imita el razonamiento lógico y se convierte en un complemento o extensión de la capacidad cognitiva del ser humano. Recurrimos a ella una y otra vez buscando respuesta a nuestras inquietudes como si fuera el oráculo de Delfos, la voz de Dios, un nuevo oráculo digital que razona por el humano y toma partida por una opción determinada al contestar una pregunta, elegir unas preferencias, elaborar o resumir un texto.
La maquina inteligente puede incidir para bien o para mal en el desempeño de nuestras funciones cognitivas, especialmente entre la población infantil y juvenil que nació inmersa en esa tecnología, pero ¿qué repercusiones puede tener la inteligencia artificial en el cerebro? Aunque todavía los científicos no saben qué distorsiones puede producir la IA a largo plazo, estudios sobre el uso frecuente de la tecnología indican que esta afecta el cerebro humano, ya que este está sujeto a la ley del mínimo esfuerzo, lo que lo lleva a tomar el camino más fácil, el de menor gasto de energía.
El uso planeado y moderado de los videojuegos que operan con IA mejoran el rendimiento cognitivo y la memoria de corto plazo.
Estudios realizados sobre personas que hacen un uso excesivo de dispositivos inteligentes dan cuenta de efectos negativos como deterioro en la capacidad de concentración, la memoria y el sentido de orientación espacial. También sostienen que los menores de edad que constantemente utilizan asistentes digitales como Siri o Alex, pueden tener problemas en el desarrollo cognitivo y en las habilidades que necesitan para aprender porque estos dispositivos no tienen la capacidad de enseñar o retroalimentar al sujeto. En la otra orilla, estudios demuestran que el uso planeado y moderado de los videojuegos que operan con IA mejoran el rendimiento cognitivo, la memoria de corto plazo, las habilidades perceptivas, la habilidad visoespacial, la secuencia lógica y el autocontrol de las tareas.
Las consecuencias dependen del uso dado a la tecnología. Podemos echar a perder nuestro cerebro utilizándola de forma desmedida, o podemos potenciarlo aprendiendo a utilizarla con sentido crítico.
Es clave que los sistemas educativos enseñen a los estudiantes a relacionarse responsablemente con la inteligencia artificial para que fortalezcan sus capacidades cognitivas, y la aprovechen para mejorar su propio proceso de aprendizaje. Cada mínimo progreso en consciencia y responsabilidad, significará un paso adelante en la defensa y promoción de las capacidades humanas. Esas capacidades que ha venido construyendo la humanidad desde sus orígenes para comprender el sentido de los acontecimientos y orientarse en el mundo.
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Julio Antonio Martín Gallego
Magíster en educación, especialista en filosofía contemporánea e ingeniero mecánico de la Universidad del Norte. Investigador y consultor especializado en procesos de cambio educativo y aprendizaje organizacional.