La Feria Insular de la Literatura de San Andres Islas —FILSAI 2020— se convoca bajo el lema de la resistencia: Resistans, en creole nativo y en español, para unir bajo una sola bandera a las voces que hablan de memorias y de narraciones desde un pueblo que desde hace cuatro siglos ha sabido sobrellevar tiempos difíciles.

En abril, cuando se canceló la FILBo, cuando se suspendió la vida y empezamos a calibrar las potencialidades de lo virtual, pensamos que todo volvería a la normalidad en quince días, en tres meses. En seis. Ese plazo, que todavía no se cumple, alcanza esta semana a uno de los procesos culturales y creativos más interesantes que hay en el país. Me refiero, por supuesto, a la Feria Insular de Literatura FILSAI 2020.

En octubre de 2019 fue la primera feria, pero no fue ese el primer encuentro alrededor de las letras, sino que, como todo arte y toda cultura, la feria el año pasado transcurrió como la cristalización de un proceso, que viene en curso desde hace más de diez años a través de los Encuentros de escritores La raya en el ojo, impulsados por Mamaroja Company y su gestora, María Matilde Rodríguez.

Mariamatilde —mejor así, de corrido— es el corazón de la feria, que el año pasado supo impulsar a gestores que, desde su experiencia en el Caribe barranquillero y en la producción de eventos en la isla, han dado forma a una necesaria escena dedicada a las letras en San Andrés.

Somos dizque un lugar en el que la gente no lee, por falta de ganas, por ignorancia, pero en 2019 las editoriales, cuyos catálogos llegaron en un vuelo donado por la Fuerza Aérea Colombiana, registraron muy buenas cifras de ventas. La gente se agolpaba a curiosear los stands instalados en carpas a lo largo de un paseo peatonal, a unos ciento cincuenta metros de nuestro mar irrepetible. Era algo digno de ver, éramos, digo, dignos de vernos, acercándonos a esos dispositivos mágicos, muchos de ellos lejos de nuestro alcance cotidiano, porque en la isla hay un gran presupuesto, y muchos grandes hoteles y restaurantes y bares y cargos públicos, pero una sola librería, y una sola biblioteca y ningún proceso público permanente de gestión a la lectura y la escritura.

Hace poco participé en un evento con Leonardo Padura y Mayra Santos Febres que, sin duda por lo colosal de estos dos isleños gran-caribeños, reunió a cuatro mil trescientas personas que reprodujeron en redes sociales, desde todas partes del mundo, el video del encuentro, promovido por el festival Centroamérica Cuenta, desde Nicaragua. Esas son las potencialidades de la virtualidad, de la exclusividad suspendida de la presencia física.

Hay esas ventajas y ese alcance y esa difusión, y hay esa oportunidad de nutrir y de intercambiar experiencias con nuestro anhelado Gran Caribe, con el resto de las islas en las que nos reflejamos, y es así, claro, desde las orillas en las que es posible acceder a las virtudes de la conectividad. No es el caso, sin embargo, para la mayoría de los isleños, que paga el servicio de Internet de fibra óptica más caro y lento del país, y que lleva más de diez años quejándose de esto en cuanta visita ministerial haya a la isla. Para verlo, basta rastrear el #SanAndresDesconectada en cualquiera de las redes sociales.

Hace poco participé en un evento con Leonardo Padura y Mayra Santos Febres que, sin duda por lo colosal de estos dos isleños gran-caribeños, reunió a cuatro mil trescientas personas que reprodujeron en redes sociales, desde todas partes del mundo, el video del encuentro, promovido por el festival Centroamérica Cuenta, desde Nicaragua. Esas son las potencialidades de la virtualidad, de la exclusividad suspendida de la presencia física.

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Imagen promocional de la Feria Insular del Libro de San Andrés Islas que este año será virtual.

FILSAI 2019 fue tan hermoso, y el proceso que lo impulsa tan potente, que este año el límite no existía para soñarnos a través de los encuentros literarios como parte integral de un mundo que casi siempre olvida al rico y diverso y absurdo Caribe insular, como si no fuera éste un fractal del universo que ha ofrecido asombrosos talentos, y perspectivas e idilios y consuelos. En 2020 la pandemia nos llovió, los alcances de la feria vuelven a limitarse pero, como el proceso de maduración cultural que representa, su espíritu no se suspende.

Por eso, este año el evento se convoca bajo el lema de la resistencia: Resistans, en nuestro creole nativo y en español, para unir bajo una sola bandera a las voces que nunca deben, que no pueden, cancelarse, que son las que hablan de memorias y de narraciones desde un pueblo que desde hace cuatro siglos ha sabido sobrellevar tiempos difíciles. FILSAI 2020 cuenta con el apoyo material del Ministerio de Cultura, entre otras instituciones que han prestado apoyos logísticos para promover y para digitalizar una feria, en medio de la desconexión. El acceso a Internet en la isla es tan limitado, que Mariamatilde tuvo que viajar a Barranquilla con parte del equipo, para garantizar la estabilidad de los eventos virtuales.

Por todo el esfuerzo que hacen encuentros como FILSAI y el Green Moon Festival por fortalecernos espiritualmente —porque eso es lo que ofrecen estos procesos—, es difícil digerir que, en una isla que se dice, desde la institucionalidad, lista para las reaperturas y para asumir formas alternativas de tejido socioeconómico, la cultura sea un instrumento desdentado de discurso público para virar, desde el turismo depredador, según pareciera, a una simple venta de folclor.

Por lo menos, eso es todo lo que no es este encuentro, que será del 27 de octubre al 1 de noviembre por las redes de FILSAI, y en el que participaremos más de sesenta autoras y autores desde todas las latitudes. Conocer la intimidad de nuestro archipiélago no es parte de ningún todo-incluido. Invitados todos. Peace out.

Cristina Bendek

Escritora, periodista e internacionalista sanandresana. Su libro Los cristales de la sal fue publicado por Laguna Libros.

 

 

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