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Para Gustavo Duncan, nuevos protocolos para las fuerzas armadas y la criminalización de otros eslabones dedicados al tráfico de narcóticos podrían ser claves para retomar la presencia estatal en el territorio colombiano.

Gustavo Duncan, profesor investigador de Eafit y experto en seguridad, en la entrevista de Contexto.

Contexto dialogó con Gustavo Duncan, politólogo, magíster en Seguridad Global y experto en temas de narcotráfico, conflicto armado y construcción de Estado, sobre la forma en que estructuras delincuenciales continúan ejerciendo autoridad en poblaciones periféricas de Colombia y cómo la fuerza pública podría recuperar el monopolio de poder en estos territorios.

El también investigador y académico de la universidad Eafit, y autor de libros Más que plata o plomo, Los señores de la guerra y Democracia feroz (Debate, 2018), asegura que se debe rediseñar la política de lucha contra las drogas y dirigir los esfuerzos hacia otros eslabones de la cadena de producción que se lucran, de mayor manera, por el negocio del narcotráfico.

Redacción Contexto: La situación actual del país deja la impresión de que cada vez son más los territorios que el Estado es incapaz de controlar. Es cierto que nuestra geografía es agreste, pero ¿debemos resignarnos a tener mas territorio que Estado?

Gustavo Duncan: Yo soy más optimista porque siento que el Estado colombiano ha avanzado. El Estado colombiano en realidad no es que haya recuperado el monopolio a la fuerza, sino que habían muchas regiones del país a donde no llegaba porque en realidad la ausencia de caos en esos territorios no significaba una amenaza. Desde finales de los 70 y principios de los 80, entre el conflicto armado y el narcotráfico, estas zonas se volvieron sumamente problemáticas porque otras organizaciones comenzaron a asumir funciones de Estado y a desafiarlo.

El Estado ha logrado recuperar supremacía en espacios fundamentales, ahora, todavía quedan muchos espacios en donde no ejerce la ley. Otros grupos asumen esas funciones. Con el proceso de paz con las Farc hay un gran cambio y es que ninguno de estos nuevos grupos ilegales tienen aspiraciones de poder nacional. Eso es otro avance.

R.C.: No buscan tomarse el poder por las armas y por eso optan por no atacar a las fuerzas del orden. ¿Existe la misma motivación por parte de las fuerzas del Estado para combatirlas?

G.D.: Estas organizaciones, es cierto que no pretenden tomarse el poder nacional, pero sí aspiran a controlar la población local y asumen funciones de “Estado” local, siguen administrando justicia, vigilando a la población y cobrando impuestos. La extorsión está disparada en muchas zonas del país. Estos grupos armados ilegales tienen una menor capacidad militar y objetivos militares menos ambiciosos, se conforman con el control local.

Lo deseable es una renovación en la doctrina, tanto de las fuerzas armadas como de la sociedad civil para recuperar el monopolio de la fuerza en el territorio nacional y resolver un grave problema de organizaciones criminales que ejercen como gobierno en muchas zonas del país, precisamente en zonas donde fue más dura la guerra y en donde existen disputan por los corredores de tráfico de droga y las zonas de cultivo, zonas en las que rigen economías ilegales.

Debe pensarse en un gran pacto del Estado y ver cómo este llega a esas zonas y cómo va a ofrecerles la regulación y los servicios propios del Estado, cuando nunca lo ha hecho. De hecho, una de las grandes desigualdades de Colombia se da en los servicios básicos del Estado. Hay gente que recibe la justicia y protección del Estado y hay gente que las recibe de terceros dado que el Estado no es capaz de proveerla.

En un documento reciente tú y otros investigadores se adentran en las profundidades del funcionamiento de los “combos” en las comunas de Medellin. Tal parece que el control que estos ejercen en sus territorios  se “complementa” con el del Estado, fenómeno que ocurre también en muchas urbes de América Latina. ¿Debemos acostumbrarnos a convivir con esta realidad o hay maneras de resolver esta compleja situación?

Sí, hay una competencia entre el Estado y las pandillas por gobernar gente. Sobre todo en ciertos sectores de las ciudades. Medellín lleva una larga historia. Yo no diría que debemos ser fatalistas y que siempre debamos convivir con esas pandillas, en muchos lugares del mundo eso ha cambiado. 

Por ejemplo, en Estados Unidos en su momento existían guetos de irlandeses, de judíos, de italianos y poco a poco fueron acabándose esas pandillas, fueron acercándose a la sociedad. 

En la propia Medellín, de todas maneras, ha ocurrido una gran transformación. La escala de Gobierno y el problema como tal de grupos armados en la ciudad era mucho peor en la época de Escobar y el desafío de el Estado era todavía mucho más grande y eso se ha reducido progresivamente.

Ahora, lo cierto es que sí, que es un problema que este tipo de organizaciones tienen funciones propias de un Estado, vigilan, alimentan, auxilian, cobran “impuestos”. Están ofreciendo un servicio de protección y justicia, que es un servicio básico que ofrecen los Estados.

Debería entonces pensarse en una estrategia puntual. No se puede pensar que de un día para otro se pueda recuperar ese monopolio de la fuerza por parte del Estado, pero entonces uno puede pensar en ir poco a poco reduciéndole los márgenes de acción, de espacios que regulan estas organizaciones, pero también pensar en algún tipo acuerdo de paz que podrían funcionar de manera parcial, no total, porque estas organizaciones son sumamente excluidas y volátiles.

La lucha contra las drogas sigue fracasando. En nuestro caso, la erradicación forzosa de los cultivos de coca no da resultados. ¿Alguna idea para enfrentar de mejor forma este problema?

La lucha contra las drogas en Colombia fracasó. Nuestro país no quiere convertirse en un gran productor de cocaína a nivel mundial, pero muy seguramente es el principal productor mundial de cocaína.

Hoy puede haber más producción de alcaloides que en los años 80, pero el control político de las organizaciones que trafican droga es mucho menor. En las ciudades prácticamente el Estado acabó con ese control. Solo existen ya como operarios de bajo perfil; en otras palabras, no son Pablo Escobar, y eso es un gran logro.

Es necesario rediseñar la política antidrogas. Hay una gran injusticia en el enfoque de la política represiva hacia los cultivos porque persigue al eslabón más débil de la cadena del narcotráfico, pero también es cierto que es en ese eslabón en el que surgen grupos armados que ejercen como autoridad, entonces el Estado le responde al eslabón que políticamente le representa un desafío mayor al monopolio de la fuerza.

Quizá deberían pensarse otras alternativas… no perseguir a los cultivos como tal y centrarse exclusivamente en recuperar el monopolio de la fuerza y criminalizar a los intermediarios que compran la base de coca. En esa medida se logra recuperar control político y se concentran los esfuerzos hacia eslabones más poderosos y que tienen más recursos en la producción de cocaína.

Una de las grandes desigualdades de Colombia se da en los servicios básicos del Estado. Hay gente que recibe la justicia y protección del Estado y hay gente que las recibe de terceros ante la incapacidad de éste de proveerla.

¿Qué puede pasar con el regreso a Colombia de los jefes paramilitares extraditados a los Estados Unidos?

Uno creería que su regreso no debe ser problemático porque ya los grupos que existen difícilmente les copian. No parece viable que creen nuevos grupos similares a los que existían antes. Es decir, ya el problema está, ya están los grupos allí, con o sin ellos continuaron, en particular el Clan del Golfo, lo que está ocurriendo en la Sierra Nevada, lo que ocurre en el Catatumbo y el bajo Cauca. Yo creería que el regreso de los jefes paramilitares tiene más que ver con el desarrollo de la Justicia transicional y qué papel van a jugar para terminar de darle un cierre a la construcción de la verdad y a la reparación de las víctimas.

El proceso de paz con las Farc dividió al país, pero es un hecho cumplido. ¿Qué hacer para superar esta pugna que nos desgasta e impide que nos apliquemos en resolver otros problemas apremiantes ? ¿Cabe algún tipo de ajuste?

El problema que hay con la resolución del proceso de paz es que en la justicia transicional quedaron muchas cuentas pendientes que pasan al plano político. Las Farc causaron mucho daño y hay un sector político que exige que las Farc paguen con verdad y con penas restrictivas de la libertad y que no accedan a cargos de elección popular hasta no haber cumplido con la Justicia transicional.

La reconciliación es sumamente difícil cuando se hace política con los elementos de la reconciliación. A pesar de todo esto hay que ser optimistas, mal que bien las Farc se desmovilizaron, ya no hay grupos con aspiraciones de poder nacional, esto funcionó, pueden haber algunos dolores y resentimientos de que no es completo, pueden no estar satisfechas las víctimas, pero el proceso va avanzando y creo que la reconciliación se va a dar así siga siendo materia de debate político.

¿Qué tipo de gobierno te gustaría ver instalado en 2022 en la Casa de Nariño?

Un gobierno que respete las reglas del juego, que siga gobernando dentro del marco constitucional. No un gobierno que quiera cambiar la Constitución. Que sea capaz de promover el proceso de paz que necesita el país con procesos de reconciliación, que acabe con la politización de la justicia en la que se ha metido el país hoy en día.

Cambiando de tema y ya para concluir… eres un reconocido experto en ciclismo, ¿cuáles han sido los 5 mejores ciclistas del Colombia en toda su historia?

Lo que pasa es que ahí voy a estar muy sesgado por la época que me tocó. Yo empecé a ver ciclismo en los 80 y, sin duda, tendría que empezar con Lucho Herrera, por lo que hizo, fue pionero. Fabio Parra también debe estar en esa lista.

Luego debemos dar el gran salto y existieron numerosos ciclistas entre las dos generaciones, pero luego viene el gran renacer de Colombia y ahí tenemos que meter a Nairo Quintana, que es un super ciclista, ganador de dos grandes vueltas. Fue el que nos hizo volver a revivir como potenciales ganadores de grandes vueltas. Quien viene ahora es Egan Bernal que va a marcar otra gran época del ciclismo colombiano que va a ser un super monstruo internacional.

El quinto lugar está un poco más difícil porque allí podrían entrar otra serie de ciclistas que también marcan época, por ejemplo, un Rigoberto Urán; Santiago Botero, que se ganó una crono en el Campeonato mundial de contrarreloj, o un Fernando Gaviria que ha ganado etapas en Sprint en las tres grandes vueltas.

Los cuatro grandes ciclistas de las tres grandes vueltas en Colombia son Lucho, Fabio Parra, Nairo y Egan Bernal, no hay duda.