ajonjoli-campesinos

Un sector de los electores costeños que se identifican con los postulados de Gustavo Petro confía en un cambio positivo para el Caribe colombiano.

No es casualidad que buena parte de los votos que le permitieron ganar a Petro y a Márquez en la segunda vuelta vinieran del Caribe. ¿Se vienen tiempos de cambio para nuestra región?

Todavía el país sigue asimilando los resultados de la elección presidencial. Lo sucedido es inédito y significativo. Gustavo Petro, quien ha sido Representante a la Cámara, Senador y Alcalde de Bogotá, y Francia Márquez, una líder ambiental que ha experimentado situaciones de desigualdad, pobreza y embarazo adolescente, tendrán por los próximos cuatro años la responsabilidad de materializar un cambio en la política expresado mediante el voto popular por más de once millones de colombianos.

“Un cambio para abrir oportunidad y esperanza para todos los colombianos, en cada esquina del territorio”, dijo Petro en su triunfante discurso del pasado 19 de junio. Pese a algunas mejoras, la corrupción, la pobreza, la desigualdad y la inseguridad son los temas que más preocupan a los colombianos, quienes frustrados ante un Estado administrado por unos políticos quienes en su mayoría se muestran indolentes o incapaces de ayudar a que la gente viva mejor, demostraron su hastío en las urnas.

Aunque en varias oportunidades –como en el gobierno de López Pumarejo– el Partido Liberal impulsó políticas sociales de avanzada, es la primera vez que un grupo de izquierda gana las elecciones presidenciales. Al carácter progresista que tuvo el liberalismo le otorgan algunos historiadores el que durante el siglo XX los partidos de izquierda en Colombia no alcanzaran votaciones importantes. Lo anterior con la excepción del M-19, que luego de firmar el Acuerdo de Paz en 1990 obtuvo el 27 % de los escaños de la Constituyente del 91 y cerca del 17 % –sumados senadores y representantes a la cámara– del Congreso que se eligió a continuación.

No es casualidad que buena parte de los votos que le permitieron ganar a Petro y a Márquez en la segunda vuelta vinieran del Caribe. El pasado 19 de junio la región aportó 700.000 votos adicionales a los ya conseguidos en mayo. Barranquilla, gobernada por el más importante grupo político regional que apoyó inicialmente las candidaturas del exalcalde Alejandro Char, luego a Federico Gutiérrez y finalmente a Rodolfo Hernández, fue la ciudad de mayor crecimiento relativo en votos a favor del Pacto Histórico.

Una mirada a indicadores de la región refleja razones que podrían explicar la manifestación tan contundente de sus votantes. Con el 22.4 % de la población nacional, el Caribe colombiano concentra al 29 % de las personas en condición de pobreza y al 31.6 % de la población en la línea de pobreza extrema. En el período comprendido entre diciembre de 2021 y febrero de 2022, de acuerdo con el DANE, solo el 40 % de los barranquilleros consumió 3 comidas diarias. Una investigación reciente de Angela Granger y Adolfo Meisel muestra la desigualdad creciente en materia de calidad educativa. De acuerdo con los resultados, los estudiantes de la región están por debajo de la media nacional en distintas mediciones, tanto en educación primaria y secundaria como en universitaria. Una trampa de pobreza donde la baja calidad educativa restringe la capacidad local de aumentar los ingresos y la ausencia de los ingresos limita la inversión en educación. En lugar de disminuir, las disparidades del Caribe frente a otras regiones como el centro, Antioquia y los santanderes, aumentan en estos y otros indicadores.

Transformar de la realidad de nuestro Caribe pasa por el hecho de que sea una prioridad tanto para el presidente Gustavo Petro como para su equipo ejecutivo, al que ojalá lleguen personas con conocimiento, experiencia y que de verdad representen a la región.

Documentos de Casa Grande Caribe de 2018, y otros más recientes elaborados por centros de pensamiento regionales como Fundesarrollo, Atarraya y Cesore, señalan no solamente áreas donde es más crítica la desigualdad, sino que sugieren políticas y calculan el costo de reducirlas. Además de la educación que es fundamental, es necesario priorizar acciones en materia de nutrición, salud, agua y alcantarillado, embarazo adolescente y violencia urbana. En 2018 se cuantificó en 16.548 millones de dólares lo necesario para recortar esa desigualdad en un horizonte de 12 años y se identificó que la financiación podía provenir de recaudos tributarios propios, regalías y la participación que ya tiene el Caribe colombiano en el presupuesto nacional. Es cuestión de prioridades, eficiencia en el gasto y lógicamente, lo que en nuestra región es una realidad impactante, enfrentar en serio la corrupción.

Nada o muy poco se logró en 4 años a pesar de tener varios ministros de la región y una bancada parlamentaria que en su mayoría hizo parte del gobierno saliente. Temas tan sencillos como el alumbrado público de la autopista Barranquilla-Puerto Colombia siguen igual, apagados.

También están planteados como parte de las necesidades del Caribe colombiano temas de infraestructura largamente estudiados como el proyecto integral de la Mojana, la navegabilidad del río Magdalena, la conexión Ciénaga-Barranquilla, la vía Chinú-Lorica, y la eterna cruz del servicio de energía eléctrica en la región. Se une a ellos el necesario propósito de masificar el servicio de internet al que solo tiene acceso el 35 % de la población.
Una transformación de la realidad de nuestro Caribe pasa, en primera instancia, por el hecho de que sea una prioridad tanto para el presidente Gustavo Petro como para su equipo ejecutivo, al que ojalá lleguen personas con conocimiento, experiencia y que de verdad representen a la región. En segundo lugar, es necesario que el Acuerdo Nacional propuesto incluya un compromiso serio con lo planteado para reducir las desigualdades regionales. Asimismo, es clave la participación de los gobiernos departamentales y municipales, los cuáles tendrán que hacer cambios de políticas para ser parte de este reto. Se vienen elecciones regionales en 2023 que seguramente cambiarán el balance actual de fuerzas.

Hay mucha expectativa y hasta ahora los mensajes apuntan a la búsqueda de consensos para hacer realidad la voluntad de cambio. La reducción de desigualdades es un horizonte común y una región Caribe con menos pobreza, con una población mejor educada y con mayor seguridad deberá generar mayor desarrollo económico y prosperidad para todos. El rol de la sociedad civil, la academia y los gremios es sustancial para aportar ideas, participar en las soluciones, exigir resultados y ser veedores empoderados que eviten generar nuevas frustraciones.

Arnold Gómez Mendoza

Empresario, PhD en Economía de New York University, profesor de la Universidad del Norte.