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El Ramadán en Barranquilla se vive de manera distinta a los países de mayoría islámica, pues los musulmanes aquí ayunan al tiempo que desarrollan sus actividades de estudio o laborales. Foto: Daniel Hasbun.

La mayoría de musulmanes en Barranquilla son inmigrantes libaneses que llegaron durante la segunda mitad del siglo XX, sus descendientes y también recién emigrados. ¿Cómo es la vida de esta comunidad y cómo conmemoran el Ramadán en esta urbe del Caribe colombiano?

En el segundo trimestre del año las casas y calles de Barranquilla vuelven a su tradicional monotonía. Las brillantes luces y coloridas decoraciones de la época decembrina –o carnavalera– han sido retiradas con nostalgia y aseguradas con cuidado para que en algunos meses vuelvan a anunciar el inicio de las festividades. Pero por esta época en Barranquilla hay algunos sitios que llaman la atención con sus lucecitas, faroles, medias lunas y la frase Ramadán karim. Ciertamente, estos sitios no pasan desapercibidos, como tampoco debería pasar desapercibida la fascinante historia del islam en Colombia. 

Y es que el islam tiene una larga presencia en Colombia, especialmente en las costas, tanto Pacífica como Caribe, y en la capital. Hoy existen vibrantes comunidades musulmanas en casi todo el territorio nacional, y cada una de ellas tiene experiencias, orígenes y dinámicas particulares y diferentes. Recientemente, el trabajo sistemático de algunos voceros del islam en Colombia, especialmente en Bogotá y ante el Ministerio del Interior, ha asegurado un merecido reconocimiento de la diversidad religiosa del país y la imperiosa necesidad por promover el diálogo interreligioso. 

Mientras que la comunidad musulmana inicial en Buenaventura se consolidó gracias a la dinámica de la conversión, en Maicao, San Andrés Islas y Barranquilla, el islam llega principalmente con la migración de libaneses, sirios y palestinos musulmanes durante el siglo XX. Es de rescatar que algunas pocas familias musulmanas llegaron con las primeras oleadas migratorias desde el Levante árabe al Caribe colombiano, pero su presencia se disipó entre la mayoría cristiana. La población musulmana de Bogotá es más diversa; son inmigrantes de Asia, África, Europa y sus descendientes, así como colombianos conversos que inclusive lideran centros religiosos en la capital.

 

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La Mezquita Othman Ben Affan, ubicada en el norte de Barranquilla, es el lugar de practicantes del Islam en esta ciudad del Caribe colombiano.

En Barranquilla se reza así 

La Mezquita Othman Ben Affan de Barranquilla, inaugurada en 2005, es acogedora y más bien modesta en comparación con las grandes joyas arquitectónicas de las tierras del islam –dar al islam– o con la emblemática Mezquita Omar Ibn al Jattab de Maicao abierta en 1997 y que se encuentra entre las más grandes de América Latina. Ambas llevan los nombres de dos de los cuatro califas ortodoxos, los Rashidun, que se relacionaban directamente con el profeta Muhammad por lazos de consanguinidad o matrimoniales, y en oposición a los próximos gobernantes –o califas– como los omeyas, abasíes, fatimíes, tuluníes, ayyubíes, mamelucos, selyúcidas u otomanos. 

La Mezquita de Barranquilla está ubicada en la carrera 50 con calle 87, y colinda con un Salón del Reino de los Testigos de Jehová. Ambos lugares de culto comparten sus parqueaderos externos durante sus días de congregación. En el patio interior de la Mezquita hay jardineras sembradas ocasionalmente con hierbabuena y mulujía, y árboles de higo, mango y peritas. Así, sutilmente, estas especies tan nativas de aquí y otras tan propias del Mediterráneo conectan armónicamente a ese islam caribeño y ese islam árabe como una sola familia, o umma, comunidad de creyentes musulmanes. La mayoría de musulmanes en Barranquilla son inmigrantes libaneses que llegaron durante la segunda mitad del siglo XX, sus descendientes y también recién emigrados. También hay algunas familias provenientes de otros países árabes, y un importante grupo de colombianos conversos –o revertidos, en el entendimiento islámico– en constante crecimiento. A propósito, cuando inferimos que todos los árabes son musulmanes o viceversa, se desconoce el pluralismo del mundo árabe y las experiencias de otros grupos de árabes no musulmanes, como los cristianos o judíos. Igualmente, se desconocen los demás pueblos que aportaron al desarrollo de la civilización islámica. 

La comunidad en Barranquilla se fortalece con cada Ramadán. Las fechas de inicio y fin del noveno mes del calendario islámico cambian cada año, pues este se basa en el ciclo lunar y sus rotaciones. A partir del miércoles 19 de julio de 2023, será el año islámico de 1445. Durante todo el mes, la Mezquita Othman Ben Affan recibe con mesas plegables en su fértil patio a musulmanes que viven en la ciudad, que están de paso, que son de familias musulmanas o que son los únicos musulmanes en sus familias. 

El ayuno durante este mes, desde el amanecer hasta el atardecer, es uno de los cinco pilares prácticos del islam. Además de abstenerse de beber, comer, fumar y sostener relaciones sexuales, es un tiempo en que los creyentes también incrementan sus oraciones, la piedad, la lectura del Corán, la reflexión, la purificación espiritual y los actos de caridad. El ayuno se rompe alrededor de las 6:10 p.m. en Barranquilla o en el minuto exacto en que caiga el sol ese día, y muchos eligen hacerlo con dátiles, siguiendo la tradición del profeta del islam. De hecho, los delicatessen árabes en Barranquilla se aseguran de tener un importante surtido de esa fruta durante todo el mes. Y así como se comen dátiles en la Mezquita Othman Ben Affan con el iftar, o comida para romper el ayuno, también se ofrece agua de panela. 

Varias mujeres afirman que son más las miradas que atraen sus velos que las que atraen los escotes de otras mujeres. También coinciden en que los episodios de islamofobia en la ciudad son prácticamente inexistentes, afortunadamente.

Las noches de Ramadán en países de mayoría islámica suelen ser largas y jocosas, y las dinámicas sociales y productivas durante el día se modifican para ajustarse a las exigencias del mes. Pero los musulmanes que ayunan en Barranquilla lo hacen mientras trabajan o estudian, siguiendo en sus jornadas regulares. Para Samar, una joven profesional colombo-yemení nacida en Adén y hoy radicada en Barranquilla con su familia, el ayuno en esta ciudad se vive más intensamente y tiene una connotación diferente ya que son muy pocos a su alrededor con los que puede compartir la experiencia del Ramadán más allá de su familia y de sus hermanas en la Mezquita. Congregarse allí con los suyos se convierte realmente en el único antídoto contra lo que de lo contrario serían noches barranquilleras comunes y corrientes. 

Ser una “minoría” nunca es fácil, y todos en algún momento en un mundo en constante movimiento podemos llegar a serlo. (Podríamos también hacer el ejercicio de no pensar en clave de “minorías” y “mayorías”, sino solo en diversidad.) Para las musulmanas caribeñas, indiferentemente de su procedencia, el uso del velo –aquel elemento tan destacado y atacado del islam– es otro punto de inflexión para su práctica religiosa. Varias mujeres afirman que son más las miradas que atraen sus velos que las que atraen los escotes de otras mujeres. También coinciden en que los episodios de islamofobia en la ciudad son prácticamente inexistentes, afortunadamente. Cuando Marisol decidió usar el hiyab hace aproximadamente 10 años, muchos le aseguraron que su velo le cerraría puertas y oportunidades laborales. Hoy afirma con tranquilidad que por el hiyab la tratan con más respeto, que se siente más segura y que se le abren más puertas. Eso sí, una pregunta obligada cada vez que solicita un servicio de transporte –y luego de convencer al conductor de que no es extranjera para evitar que le cobre de más– es: ¿Le puedo preguntar algo…?

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Portada de la revista Unión (1945), publicación del Centro Juvenil Árabe en Barranquilla.

Y es que el islam es todo un estilo de vida. Sofía recuerda con orgullo y nostalgia como en 2012 realizó en Marruecos la shahada o testimonio de fe. Para ella, el islam es una forma de vivir sanamente y que conduce a encontrar tranquilidad y bienestar. Reflexiona también que por el dhikr –o repetición meditativa del nombre de Allah (dios, en idioma árabe)– y por las cinco oraciones que se realizan al día como otro de los pilares prácticos de la fe, no hay cabida para cosas malas en la vida de un musulmán. Mientras tanto, Mariah, nacida en el seno de una familia musulmana en la ciudad, afirma con notoria alegría cómo la comunidad ha ido creciendo en Barranquilla con los años. Ya su familia no se siente tan sola en su práctica religiosa, y con cada nueva shahada que se realiza en la Mezquita, hay felicidad en la comunidad. Al parecer, el estilo de vida islámico ha logrado atraer a muchos barranquilleros. 

Sara conoce de cerca estas nuevas conversiones al ser una de las promotoras de las iniciativas de da’wa o invitación para que los no musulmanes se adhieran al islam. A menudo se reúne con otras hermanas en parques de la ciudad o afuera de clínicas, universidades, colegios y centros comerciales para hacer da’wa, un ejercicio más amable que difiere del proselitismo o evangelización. Con una voz tranquila, una sonrisa cálida, bolsitas rellenas de dulces y copias del Corán en español y en árabe, comparte el mensaje que a ella misma la cautivó hace alrededor de una década. Sara hoy estudia ciencias islámicas en línea, y se ha convertido en esa madrina que acoge y a los barranquilleros que van engrosando la comunidad musulmana de la ciudad. 

Encontrando lugares en común 

En nuestro “Occidente” solemos hablar mucho, y a veces poco, sobre la religión del islam. Raras veces nos atrevemos a hablar con ella. Podemos y debemos también desafiar textos que nos intentan convencer de un supuesto e ineludible choque entre civilizaciones. Definitivamente, en nuestras universidades se debería leer más a Edward Said y menos a Samuel Huntington. La sensibilización desde temprano, y el reconocimiento de otras tradiciones y creencias distintas a las nuestras o a las de la “mayoría”, nos enriquecen en lo personal y en lo colectivo. Nos alientan también a desaprender el racismo y desafiar estereotipos que reducen la riqueza cultural en unidades monolíticas ficticias. Al deconstruir y reconstruir paradigmas y relaciones, y al abrir más espacios de diálogo y de reconocimiento mutuo, podremos realmente avanzar transformarnos en sociedades más incluyentes, tolerantes y pacíficas. ¿Por qué no pensar en una Barranquilla y en un mundo así?

 

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Odette Yidi David 

Internacionalista y arabista, emprendedora cultural, investigadora y educadora interesada en las relaciones árabes-latinas. Directora del Instituto de Cultura Árabe de Colombia. 

 

 

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