Movilidad eléctrica, sus grandes incógnitas

Una idea que encuentra eco en la sociedad es la de la transición energética. Sin embargo, no es una idea nueva, ya que, en el pasado, la sociedad ha sido protagonista de este proceso de cambio radical cuando pasó de la madera al carbón y del carbón al petróleo.

Ahora, la transición se orienta mayormente hacia las fuentes de energía renovables, la movilidad eléctrica, la eficacia energética y los nuevos combustibles para reducir las emisiones de dióxido de carbono que están generando el efecto de invernadero en el planeta.

Y, quizá, lo más atractivo y visible de este cambio para el ciudadano del común está en el eje de la tecnología de la electromovilidad, por el impacto que tiene en la reducción de la contaminación acústica y atmosférica en las zonas urbanas más pobladas. 

Por eso, los países y fabricantes de los vehículos eléctricos tratan de promover con incentivos su uso y garantizar a toda costa su éxito. Lo que tiene un valor muy significativo. Pero, ¿qué tan cerca estamos de democratizar esta tecnología a nivel global?

Pienso que, como reza el adagio popular, “a su tiempo maduran las uvas”. No es fácil anticipar el desenlace de este proceso de cambio radical en términos de tiempo y cobertura. Aunque muchas “pitonisas” se atreven a hacerlo sentados en su cómodo trípode. 

Es bueno recordar que el proceso de adopción de una nueva tecnología depende de factores como las regulaciones, los costos, la competencia, la cadena de suministro y, sobre todo, la demanda. Factores en donde todavía existen grandes incógnitas por resolver.

Miremos a continuación algunos de los cabos sueltos que aún están por atarse: Primero, el precio promedio del vehículo eléctrico sigue siendo alto y el comprador promedio le da prioridad a esta variable. ¿Será que irán bajando los co a lo largo del tiempo?

Segundo, los fabricantes de automóviles con buen tino han puesto sobre el tapete dos opciones de movilidad eléctrica para que decida el usuario, hablo de los vehículos eléctricos puros y los vehículos híbridos. ¿Por cuál terminará decantándose el usuario?

Tercero, los gobiernos ofrecen beneficios fiscales para promover los vehículos eléctricos. ¿Hasta qué monto el Estado puede subsidiar a los compradores?, y ¿cómo va a reemplazar el impuesto a los hidrocarburos de los coches MCI que salen de circulación?

Cuarto, una pieza esencial en la producción de coches eléctricos son las baterías de iones de litio, que deben ser baratas, seguras, de buen rendimiento, larga duración y baja huella de carbono. ¿Será que se resuelve el cuello de botella en la producción de cargadores?

Quinta, el potencial que tienen los combustibles de huella cero (hidrogeno verde y biocombustibles avanzados) como fuente de energía alternativa en los motores de combustión interna. ¿Qué pasa si los combustibles verdes le ganan la carrera a la electromovilidad? 

Y, finalmente, se necesita una red capaz de suministrar corriente a los cargadores de los vehículos eléctricos ¿Tendrán las redes actuales la capacidad de soportar la demanda eléctrica cuando se ponen a recargar los autos eléctricos en la misma franja horaria?

Me atrevo a decir que de la respuesta que le demos a cada uno de estos interrogantes dependerá el ritmo de adopción, cobertura y democratización de la tecnología de la movilidad eléctrica. Entonces, no es exagerado afirmar que todavía las uvas no estan maduras.