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Portada del libro, publicado por Editorial Círculo Abierto. Foto: Cinthya Escorcia.

Publicado por Editorial Círculo Abierto y escrito por Antonella Berdugo con ilustraciones de Cinthya Espitia, este libro ilustrado nos acerca a la cotidianidad de una isla y de una niña que la habita. Una obra en clave poética que aborda temas como el olvido y la explotación de la naturaleza en sitios del Caribe.

Marina tiene nombre de mar, vive en una isla del Caribe y trabaja enterrando las algas que la marea arrastra hasta la playa. Antes de hacerlo y de ir al colegio se va a nadar hasta el límite demarcado por las boyas en el agua. Allí se distrae un rato persiguiendo a las tortugas o contemplando los animalitos del coral. En un doble página de Marina, la sepulturera de algas (Editorial Círculo Abierto, 2021), el lector puede sumergirse en esa imagen: ella, una niña de doce años, convertida en agua dentro del agua, parte vital del movimiento marino y del oleaje azul verdoso en donde habitan y mueren las algas.

Como una extensión de sí misma, la protagonista del libro cuida la isla y el mar donde nació. Por encargo de su abuela, siguiendo la herencia de la familia Barrios, debe cumplir con el “mandato madrugador” de sepultar algas en la arena. Pero su labor en la isla no es sólo de limpieza, pues enterrar las algas es también “una manera de reconectarlas con el arrecife” y darlas en “alimento a los cangrejos”.

Escrito por Antonella Berdugo (Montería) e ilustrado por Cinthya Espita (Barranquilla), el de Marina es un mar tan propio como un corazón. Está narrado con las algas en los dedos, en un lenguaje visual y poético, e ilustrado con una mirada que se deja colmar por la atmósfera de la protagonista: su mar, su arena, su sol, su isla. Pero también el mar, la arena, el sol, la isla.

 

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La escritora Antonella Berdugo y la ilustradora Cinthya Espitia son las creadoras de este libro infantil con mensaje global.

En un viaje por Isla Fuerte y otras islas del Caribe, antes de escribir el libro Berdugo se enteró de que los habitantes locales no botaban las algas: las enterraban, como una forma de regresarlas a la tierra e integrarlas al lugar donde nacieron. “Las islas son más que espacios bienaventurados y dichosos –explica la escritora–. Hay un montón de cosas que suceden alrededor de ellas que no se conocen. Esto responde a dinámicas históricas. La periferia y lugares del Caribe están invisibles a los ojos del Estado, y esa invisibilización obedece a una circunstancia colonial. Los pobres, las personas negras, racializadas, indígenas, viven justamente en el Caribe”.

En el mismo mar azul verdoso de Isla Fuerte se basó Cinthya Espitia para las ilustraciones, en las que las algas dibujan una escritura de manchas verdes, formas vivas, despojos inertes. “Las algas en esta historia son una gran metáfora: representan un ecosistema que si no se cuida y se atiende, se desequilibra. En el texto unos seres extraños llegan de forma abrupta y con intenciones inciertas. Las algas empiezan a invadirlo todo justo en el momento de su llegada”, dice Cinthya.

En un viaje por Isla Fuerte y otras islas del Caribe, antes de escribir el libro Berdugo se enteró de que los habitantes locales no botaban las algas: las enterraban, como una forma de regresarlas a la tierra e integrarlas al lugar donde nacieron.

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Páginas interiores de “Marina la sepulturera de algas”. Foto: Cinthya Escorcia.

Abrir el libro, su horizontalidad, es encontrarlo ancho como el mar. Pero en detalle te acerca al día a día de un territorio donde se vive del rebusque, del turismo y el orgullo de nacer allí. La exotización, comenta Antonella, opera desde adentro y afuera. “Así nos han enseñado a vivir y sobrevivir: con una educación blanca, colonial y racista”. La escritora cree que Marina “ayuda a desaprender eso”. Cinthya encuentra en la protagonista “una figura de resistencia frente a momentos en que nos sentimos vulnerables, pero vemos necesario poner un límite y defender una postura”. En otro doble página –agua fuera del agua–, la retrata rabiosa para contemplar su emoción, su oleaje embravecido.

El mar es hondo y emocional: su tormento y su calma nos describen. El mar da y quita, trae y lleva. Mirarlo es un acontecimiento de la mirada y del paisaje que cada individuo carga consigo. La escritora Marvel Moreno, en su cuento Autocrítica, en el que una mujer se suicida entrando en el mar, empieza con una frase sencilla y demoledora: “La playa es el único lugar donde no tengo miedo”. Margarita García Robayo también lo ha mirado a su manera (acaso desconcertada por su propio descubrimiento): “Lo bueno y lo malo de vivir frente al mar es exactamente lo mismo: que el mundo se acaba en el horizonte, o sea que el mundo nunca se acaba”, dice en Hasta que pase un huracán.

El mar de Marina tampoco se acaba. De su horizonte un día se acercan unas lanchas repletas de turistas. ¿Vienen a pisotear a las algas, ignorando que son seres vivos que requieren sepultura y a arrastrarlas por toda la playa? Según investigaciones, en las regiones costeras y oceánicas de Colombia hay algas verdes, rojas y pardas. Las algas de la isla de Marina son verdes, el color por antonomasia del dinero.

Kirvin Larios

Es autor del libro de relatos Por eso yo me quedo en mi casa (2018) y hace parte de la antología de poesía Nuevo sentimentario (2019). Ha publicado en las revistas El Malpensante, Arcadia, Sombralarga,Víacuarenta y en el dossier Diario de la pandemia de la Revista de la Universidad de México.

 

 

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