Margarita Garcia

Donada por las hermanas Freund Strunz en 1975, la mansión que acoge el Museo Romántico ha preservado la memoria de Barranquilla por casi 50 años. Foto: regioncaribe.org y Contexto.

Un grupo de vigías barranquilleros hacen las veces de curadores, obreros y gestores culturales del Museo Romántico para mantener el legado de su fundador y conservar la memoria de Barranquilla.

Una mañana de diciembre de 2018, Alfredo de la Espriella, historiador barranquillero y director del Museo Romántico, anunció su retiro por problemas de salud. En una carta pública de despedida pidió “continuar con esta magna obra”. El Museo Romántico, una mansión republicana de los años veinte en avanzado estado de deterioro y con problemas financieros, parecía estar ante su inminente desaparición; el romance entre de la Espriella, la historia de Barranquilla y su gestión de la edificación era lo que mantenía viva la obra material.

Un grupo de voluntarios del museo, jóvenes atraídos por la historia y el patrimonio local, atendieron al llamado del historiador. El grupo de Vigías por el legado de la historia de Barranquilla, compuesto por personas entre los 20 y 35 años, ha asumido desde 2019, bajo el liderazgo de su coordinadora general, la arquitecta Madeley Castaño, la responsabilidad de cuidar la herencia material, intelectual y romántica de de la Espriella. Aseguran que el Museo Romántico no es un lugar físico, aunque la casa en el barrio El Prado, propiedad de la Fundación Museo Cultural de Barranquilla, sea hogar y hoguera del amor de los acontecimientos y los tesoros culturales vinculados a la historia de la ciudad más grande del Caribe colombiano.

Después del retiro de su reconocido Director, el grupo inició la reanimación del Museo con la limpieza de su estructura física –que ha sobrevivido, entre muchos infortunios, a incendios, robos y deudas públicas– y la organización de los casi 15.000 objetos que forman parte de las colecciones dedicadas al teatro, la aviación, la música, y el arte, entre las que se encuentran las partituras originales del himno de Barranquilla, las obras de teatro escritas por Amira de la Rosa y la máquina de escribir en la que Gabriel García Márquez escribió su primera novela, La hojarasca.

Vigías de la historia y voluntarios en acción. La encomiable labor cívica y de recuperación de espacio que rememora la ‘belle epoque’ barranquillera, ha permitido la parcial recuperación del Museo Romántico.

Con esfuerzo grupal y autogestión, los voluntarios vigías se han formado atendiendo cursos en mediación de museos, conservación de archivos y antropología, desarrollados especialmente para cumplir con experticia las actividades que actualmente organiza el Museo Romántico. Entre sus aliados y mentores se encuentran el Museo de Arte Moderno de Barranquilla, el Archivo Histórico del Atlántico, la Facultad de Arquitectura de la Universidad del Atlántico, el Museo de Galapa y difereespecialistas.

Después de escarbar en los objetos –libros, vinilos, recortes de periódicos y fotografías–, los Vigías por el legado encontraron que el Museo Romántico tiene una historia que antecede a su constitución legal del 17 de diciembre de 1977 bajo el nombre Museo Cultural de Barranquilla, Museo Romántico. “Estamos intentando reconstruir la historia del Museo Romántico para poder entenderlo”, dice Carlos Andrés Pérez Duarte (27 años), arquitecto y voluntario desde  2015. En una revista de los años sesenta de la Sociedad de Mejoras Públicas, encontraron una foto que decía «Museo Romántico» como título a una exposición de objetos históricos previa a la creación de la Fundación Museo Cultural de Barranquilla y de la donación de la mansión por parte de las hermanas Freund Strunz en 1975, tal como conmemora la placa en una pared del recibidor. Aquel colectivo de historiadores coleccionistas de objetos en los años sesenta, tomaría forma bajo la dirección y gestión de Alfredo de la Espriella hasta el año 2018.

Después del retiro de su reconocido director, el grupo inició la reanimación del Museo con la limpieza de su estructura física –que ha sobrevivido, entre muchos infortunios, a incendios, robos y deudas públicas– y la organización de sus casi 15.000 objetos.

Recreación de un ambiente hogareño de finales del siglo XIX realizado por Clarita Cortissoz de Strauss.

Los Vigías por el legado de la historia de Barranquilla se ven a sí mismos como curadores, obreros y gestores culturales, entre las varias ocupaciones que ejercen para continuar con el trabajo de este espacio. Este año, por ejemplo, construyeron una rampa que facilita la movilidad de los visitantes, renovaron el enrejado que protege el jardín de la propiedad, cambiaron la identidad gráfica con placas e imprimieron postales y fotografías para que los visitantes se lleven algunos recuerdos gracias a Palmera Azul Print, una litografía propiedad de uno de los voluntarios que habla con este medio mientras arranca la maleza del jardín frontal de la mansión. Las reparaciones y construcciones se han materializado con el apoyo de amigos y aliados como la ferretería RMR, Zamba, Euphoria, y la familia Mercado Lallemand, entre otros.

Para hacer el voluntariado sostenible, los Vigías han creado un sistema de ingresos que beneficia principalmente la recuperación del Museo como espacio educativo y lúdico; han tomado turnos curando exposiciones dedicadas a la aviación, a las mujeres ilustres y a los años veinte, que han sido abiertas al público por una donación de cinco mil pesos. “Nos gustaría contar con apoyo financiero institucional, pero hemos salido adelante, poco a poco, con nuestro trabajo colaborativo, la ayuda del público, nuestros amigos, y las actividades que organizamos. Es un modelo que nos ha traído, aunque con mucho esfuerzo, los resultados que hoy son visibles”, dice Juan Insignares Martínez (24), economista y mediador de museos, y voluntario desde 2019.

Durante septiembre, un mes dedicado al patrimonio histórico y arquitectónico de Barranquilla, los vigías y herederos del Museo Romántico organizaron una serie de eventos bajo el nombre de VigiFest, con actividades dedicadas a la integración del colectivo, sus aliados y a la consecución de fondos. El Museo albergó, entre otros muchos eventos artísticos y culturales, una exposición dedicada a una colección de maquetas de la Facultad de Arquitectura de la Corporación Universitaria de la Costa CUC, que destaca las edificaciones célebres de la ciudad, como la Torre Manzur en el Paseo Bolívar o algunas de las casas privadas de los barrios El Prado y Bellavista.

La colaboración entre personas sensibles está recuperando el Museo Romántico en medio de una ciudad de museos abandonados y escenarios culturales en decadencia. Alejados del esplendor material, las inauguraciones ostentosas y el ruido, han sido los actos de servicio los que han revivido el romance iniciado por Alfredo de la Espriella; en el presente relucen el legado de la generosidad de las hermanas Freund Strunz, la pasión por la historia de Barranquilla y la música de la Orquesta de Cámara de la Universidad Reformada, quienes con mucha incomodidad pero con la maestría que los caracteriza cerraron el VigiFest el pasado domingo 30 de septiembre con un concierto de música del barroco. La exposición de maquetas aún está abierta al público e incluye una visita guiada sobre un periodo de la historia arquitectónica de Barranquilla. Los aportes son voluntarios, a partir de los cinco mil pesos, pero contribuyen a la recuperación del lugar que custodia una de las narrativas más emotivas y puras sobre la ciudad. 

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Estefanía Mejía Parejo

Vecina del Barrio Abajo. Ha sido guionista de series documentales para la televisión pública, como la segunda temporada de Green Go: Por las fiestas del Caribe.

 

 

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