
La ciudad puede ser un museo viviente, esta es la idea de Jhonny Insignares, “El City Lover”, con su proyecto de rescate y apreciación de la memoria arquitectónica barranquillera. Foto: Miguel Galeano.
Recorridos por el barrio, memoria colectiva y el encanto de caminar una ciudad del Caribe colombiano.
Bajo la sombra de los árboles de El Prado
Jhonny Insignares, guía de turismo No. 7352, admirador de la historia de Barranquilla y fuente inagotable de relatos, da la bienvenida a su recorrido Tardeando en El Prado con una mezcla de entusiasmo y misterio. “Algunas de estas historias las encontrarán en los libros”, advierte, “otras, bueno… quizá solo en la memoria de quienes las vivieron, y en la de sus herederos”. Esa mezcla entre lo documentado y la memoria colectiva es lo que define a El City Lover (que traducido al español es El amante de la ciudad): un atractivo recorrido por las calles del Norte y Centro histórico de Barranquilla que educa a sus asistentes de maneras inesperadas, creando una construcción colectiva de valores cívicos y de la historia. Aquí, la historia es un juego de palabras, versiones e imaginación compartida.
El barrio El Prado, nos explica Jhonny, fue, a inicios del siglo XX, una finca, rodeada de otras como Boston y Recreo, en una Barranquilla donde los barrios eran apenas tres: barrio Centro, barrio Arriba (hoy, barrios San Roque y Rebolo) y barrio Abajo. La finca El Prado, entonces propiedad de Manuel de la Rosa, un destino de moda para lunas de miel, sería adquirida más tarde por Karl Calvin Parrish, quien transformó esas tierras en el barrio que hoy conocemos bajo su visión urbanística de la “ciudad jardín”, y que han hecho de El Prado una de las zonas más agradables para caminar en la ciudad aún hoy, a pesar del deterioro, abandono e incluso la desaparición de algunas de sus creaciones iniciales. Durante el recorrido, El Prado se descubre no solo como la herencia de una época dorada de Barranquilla, sino también como la oportunidad para conversar sobre los retos de conservar la identidad histórica y cultural de la ciudad en medio de la expansión urbana.
Aunque estos recorridos urbanos también incluyen el Centro de Barranquilla, es entre las calles arboladas y mansiones republicanas del barrio El Prado, bordeadas por bongas nativas y palmas reales importadas, que se erige el epicentro de El City Lover y sus caminatas guiadas sobre historia, arquitectura, patrimonio y experiencias paranormales.

Sea en el Centro, en el barrio El Prado, o en Bellavista, donde existe una joya arquitectónica –prueba de la bella época de Barranquilla–, El City Lover guía a sus visitantes por el pasado de la ciudad. Fotos: Miguel Galeano
De un paseo diario a un suceso cultural
El City Lover, que cumplió cuatro años el pasado 23 de enero, nació durante los días de confinamiento, cuando Jhonny tenía solo 30 minutos para pasear a su perro, Patacón, por las calles de su barrio, Bellavista. Durante esos recorridos terminaba siempre en El Prado. Trazaba para sí mismo rutas por algunas fachadas de casas y edificaciones emblemáticas, mientras tomaba fotos y videos que más tarde compartía en sus redes sociales. Su pasión era compartida, la respuesta fue inmediata: su audiencia digital respondió a las publicaciones con curiosidad. Lo que comenzó como un ejercicio de su amor por Barranquilla se convirtió en un concepto y, poco después, en un tour abierto al público, desarrollado junto a su pareja, Miguel Galeano.
El primer recorrido, centrado en las historias de las casas del barrio El Prado, atrajo a doce asistentes. Desde entonces, El City Lover ha expandido su oferta con rutas temáticas que han capturado la atención de públicos más amplios. Entre ellas destaca el recorrido Fantasmas de El Prado, dedicada a las historias de actividad paranormal en el barrio. Es una de las rutas más populares y ha llegado a tener hasta sesenta participantes porque “todo el mundo quiere escuchar cuentos de fantasmas, y todos quieren contar la suya”, afirma Jhonny. Las historias de los asistentes no solo enriquecen la experiencia de El City Lover, sino que también revelan la necesidad de espacios donde los ciudadanos puedan redescubrir su ciudad y sentirse parte de su narrativa; Jhonny se ha dado a sí mismo la misión de conectar a las personas con una ciudad por la que a veces sus propios habitantes transitan indiferentes.

Jhonny Insignares, un inquieto guardián de la memoria urbana que busca revitalizar el conocimiento del público por la historia reciente de Barranquilla. Foto: Miguel Galeano.
Las historias de los asistentes no solo enriquecen la experiencia de El City Lover, sino que también revelan la necesidad de espacios donde los ciudadanos puedan redescubrir su ciudad y sentirse parte de su narrativa; Jhonny se ha dado a sí mismo la misión de conectar a las personas con una ciudad por la que a veces sus propios habitantes transitan indiferentes.
Barranquilla… De cabo a rabo
En una clase de español, mientras cursaba noveno grado, Johnny fue encontrado por el libro que inspiraría gran parte de su trabajo como docente, investigador, diseñador y ahora como relator de la historia de la ciudad: Barranquilla… De cabo a rabo de Alfredo de la Espriella. Jhonny, sin verse a sí mismo como historiador, destaca que “El City Lover es una experiencia propia y compartida. La experiencia de un ciudadano que ha leído, sí, muchos textos sobre la historia de Barranquilla, pero que también habita sus barrios, que camina, hace preguntas y presta atención”. Y añade “Esta experiencia busca convertir a sus asistentes en difusores apasionados de la historia de Barranquilla. Es el deseo de mostrar, contagiar y dar vida a los espacios que resguardan la memoria y el patrimonio de la ciudad”.
Un museo a cielo abierto
Una experiencia como esta no solo promueve el turismo cultural, sino que también despierta un sentido de pertenencia en los asistentes –en su gran mayoría barranquilleros–, creando una relación más profunda con el lugar que habitan. Yurany Vásquez, barranquillera de 30 años, reflexiona viendo el atardecer desde la azotea de un hotel en el barrio El Prado, donde termina el recorrido: “Llegué a la conclusión de que el atractivo de Barranquilla no está en un solo lugar, está en las calles. Este tipo de espacios te conquistan y te hacen sentir orgullosa de ser de esta ciudad”.
Ana Martínez, de 79 años, comparte: “No soy turista. Vivo en Barranquilla, y es la primera vez que hago el recorrido Tardeando en El Prado. Me encantó, porque muchas veces uno recorre las calles y no observa, no presta atención, no sabe la historia”. Sin embargo, entre risas, añade: “Mi hija me trajo. Ahora quiere hacer el de Fantasmas de El Prado, y a eso sí que no me le mido”, anticipándose al terror que dejaría la experiencia en su imaginario de la ciudad.
Estefanía Mejía Parejo
Vecina del Barrio Abajo. Ha sido guionista de series documentales para la televisión pública, como la segunda temporada de Green Go: Por las fiestas del Caribe.
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