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Gabito baila cumbia con una de las bailarinas de la Escuela de Danzas Folclóricas de Barranquilla. Fue en Estocolmo, en diciembre de 1982, fecha en la que le fue concedido el Nobel. Foto: Nereo López.

En 1985 la periodista colombiana María Elvira Samper entrevistó en su casa de Ciudad de México a Gabo. De un extenso diálogo en el que se tocaron temas como su relación con el presidente Belisario Betancur, la extradición y el proceso de paz, Contexto extrae una conversación humana con el Nobel sobre temas como la escritura, la amistad, la música y las mujeres.

Hacía mucho que Gabriel García Márquez no hablaba largo para la prensa: exactamente dos años. Recibió a Semana en su casa de Ciudad de México, con boleros. Pero después, para no distraerse, puso a Mozart. El fotógrafo le dijo que se parara y se paró. Le dijo que se sentara y se sentó. Le dijo que posara junto a un loro y posó. Lo propio de García Márquez no es la imagen, sino la palabra. Y no todas las palabras: cuando se iban volviendo demasiado indiscretas, hacía apagar la grabadora. De lo que quedó publicamos la siguiente entrevista:

(…)

La novela, la vejez, la muerte…

María Elvira Samper: ¿Hablamos de su nueva novela?

Gabriel García Márquez: No porque me la pavea por completo.

M.E.S.: Entonces hablemos de la vejez. ¿Se siente viejo, siente que se está convirtiendo en una especie de patriarca? ¿Se cuida?

G.G.M.: En ningún momento he dicho que me siento viejo, dije que detectaba síntomas de vejez, cosa que es perfectamente normal en un hombre que se acerca a los 60 años. Me cuido. Tengo que llevar un régimen de boxeador para escribir. Me cuido la salud, cuido la hora de dormir, cuido la comida, porque si cambio de humor, cambia el humor de la novela que estoy escribiendo, cambia su ritmo. No leo periódicos antes de sentarme a escribir, no recibo llamadas telefónicas, no acepto nada que me mueva el humor antes de sentarme a escribir. Después de trabajar religiosamente durante seis horas, de ocho de la mañana a dos y treinta, entonces sí pregunto qué ha pasado. Ya no me importa si se me altera o no el humor.

¿Siempre ha sido así?

Bueno, lo que pasa es que ahora estoy hablando como un escritor profesional. Antes estaba sometido a todas las contingencias de la vida. Ahora, además de que tengo todos los elementos para ser un escritor profesional, tengo otro factor muy importante: Mercedes. Ella es la que se encarga de que nada se me filtre antes de que termine de escribir y es la que se lleva la mala fama. Es un cancerbero.

¿Qué viene después de la novela de amor?

Tengo dos más… Y las memorias, que serán como seis tomos, y en donde contaré qué hay detrás de cada una de mis novelas, las experiencias y las anécdotas que les sirvieron de materia prima. Es la decodificación de lo que he escrito.

Las reflexiones sobre la vejez lo han enfrentado al problema de la muerte?

Sí. Pero hay dos maneras de pensar en la muerte. Para mí es perfectamente claro: es como si de pronto se apagara la luz. Sin embargo, surge la duda de que a lo mejor me equivoco. Otro punto importantísimo con respecto a la muerte, que es lo que más me duele como escritor, es que es la experiencia más importante de la vida de uno sobre la cual no podré escribir una novela.

Cambiaría todos los libros por la posibilidad de seguir viviendo. Mi verdadera vocación no es la de escritor, sino la de estar vivo.

¿Le tiene miedo a la muerte?

El miedo a la muerte lo tiene todo el mundo, pero más que miedo a la muerte misma es miedo al tránsito. Por eso creo que los más felices son los que se mueren de un infarto fulminante. En fin… creo que el miedo no es a estar muerto, sino a estar muriéndose.

En una entrevista decía que su sueño dorado era ser eterno. ¿No cree que de alguna manera lo será a través de sus obras?

Eso me importa exactamente un carajo. Cambiaría todos los libros por la posibilidad de seguir viviendo. Mi verdadera vocación no es la de escritor, sino la de estar vivo.

¿Sigue escribiendo para que los amigos lo quieran más?

Eso lo he dicho siempre y sigue siendo verdad.

¿Ha hecho más amigos después de Cien años de soledad?

Muchos. Lo que es cierto es que cuando uno tiene fama se pone más en guardia con la gente. Esto no es totalmente injusto y tiene una desventaja: cuando es injusto es mucho más injusto.

En varias oportunidades ha dicho que lo que más odiaba era la solemnidad. Sin embargo, parece que el Nobel lo volvió solemne y tan serio que hasta se toma en serio a si mismo.

Yo no soy serio. Tengo la misma seriedad que he tenido siempre y la misma falta de seriedad que he tenido siempre. Lo que soy fundamentalmente es un mamador de gallo y un mamador de gallo es un tipo sumamente serio que carece del complejo de seriedad.

 

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El escritor costeño era un apasionado de la música que además de frecuentar el piano bar Siqueiros en México, cultivaba la interpretación del instrumento en su casa. Foto: Harry Ransom Center.

¿Qué es la inspiración?

Cuando se está trabajando un libro, uno atiza el tema y el tema lo atiza a uno. Es decir, el tema le busca pleito a uno. Pero hay un momento en que se encuentran, en que hay una verdadera identificación como si lo hubiera leído, porque lo he pensado durante años.

¿Ha pensado alguna vez en componer boleros?

¡Claro! No sólo eso, sino que trabajamos muchísimo con Manzanero (Armando), pero no se pudo. Es lo que más quisiera, pero es lo más difícil que hay. Empezamos buscando métodos, viendo cómo podíamos hacerlo. Pero definitivamente yo no podía escribir, no podía rimar la música que le ponía a la letra. Después el me propuso que yo escribiera algo así como el argumento, pero eso no me parecía. Lo que quiero es poder escribir yo la letra del bolero.

No puedo creer que haya escrito lo que ha escrito y no le salga la letra para un bolero.

Cambio uno o dos libros, no todos, por una buena letra de un bolero.

¿Cuál es su bolero favorito?

Sin duda alguna, ‘Perfidia’.

¿Y el vallenato favorito?

Hay tres. ‘La gota fría’, ‘La diosa coronada’ y ‘La elegía a Jaime Molina’. Pero confieso que para mí la felicidad sería poder escribir el cuarto vallenato.

Otros proyectos en esa misma onda

Ahora estoy en un proyecto con Rubén Blades. Ahí resolví las cosas de manera distinta. Le di autorización para que él hiciera con mis cuentos lo que le diera la gana, solamente con mis cuentos. Próximamente va a salir el disco. El otro día vino Blades para hacer las fotos de la portada. Pero yo no me dejé tomar la foto. Es el mismo problema de siempre: alguien se va a ganar más dinero por la foto de la portada, alguien que no merece ganarse más que Blades o yo.

Si tuviera una segunda oportunidad sobre la tierra ¿volvería a ser García Márquez?

Volvería a ser todo exactamente igual, menos dos cosas: no me iría nunca de Colombia y tendría una hija.

Cuando vivo en Cartagena me vuelvo a sentir yo mismo, pero siempre con un margen completamente oscuro que es el de haberme ido tanto tiempo. Y es una lástima.

¿Se siente desarraigado?

Claro. Me siento desarraigado, porque me siento lo mismo en cualquier parte.

¿Y eso lo inquieta?

No se imagina hasta que punto. No se imagina la sensación de orfandad y de angustia que eso produce.

¿Similar a la sensación de orfandad de no pertenecer a un partido como lo ha dicho en algunas oportunidades?

Lo decía, pero en el sentido de que pensaba que los comunistas deben ser felices, porque les dicen siempre lo que tienen que hacer.

Pero usted decía que era orfandad de partido, que usted era un francotirador

Sí claro, eso es una orfandad, pero en el fondo es la misma orfandad general de no ser de ninguna parte.

¿Y cuando vive en Cartagena no recupera su ser caribe?

Me vuelvo a sentir yo mismo, pero siempre con un margen completamente oscuro que es el de haberme ido tanto tiempo. Y es una lástima.

Usted dice creer en las mujeres, Mercedes es muy importante en su vida, su editor es una mujer. ¿Qué siente con respecto a las mujeres?

Me producen una cosa muy especial: seguridad. Estoy convencido de que estando entre mujeres nunca me pasará nada. Es una superstición que me viene probablemente de la casa de mis abuelos y en donde, fuera de mi abuelo, el único hombre era yo. En el fondo creo que todo esto responde a un ideal: ser mantenido.

¿Tiene fantasías?

Todas mis fantasías he ido realizándolas una tras otra. Es decir, hace muchísimos años sabía que todo iba a suceder como ha sucedido. Claro que he puesto algo de mi parte, y me he tenido que endurecer.

¿Entonces se considera un hombre duro?

Durísimo, aunque hay una frase del Che Guevara que no olvido nunca: “Hay que endurecerse sin perder la ternura”.

 

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García Márquez y María Elvira Samper, autora de esta entrevista, en una foto de archivo.

¿Es un hombre tierno?

Claro. La ternura es de todos los hombres. Las que son inclementes son las mujeres. Pero la inclemencia es lo que nos salva, porque los hombres estamos completamente en carne viva. Con la inclemencia, la mujer nos protege, nos da esa seguridad de la que le hablaba.

¿Qué es lo que más defiende?

Mi vida privada, porque el principal inconveniente de la fama es la permanente y cada vez más fuerte amenaza a la vida privada.

¿Qué es lo que más le aburre?

Las conversaciones de los que no son mis amigos . Me toca hacer mucho esfuerzo para oírlos.

¿Hay algo que lo saque de sus casillas?

Soy el hombre más colérico y más violento que conozco. Por eso soy el más controlado.

¿Ha hecho un esfuerzo sobrehumano de autodisciplina?

Soy una persona completamente distinta de la que hubiera podido ser: indisciplinado y parrandero.

Pero en un momento dado de su vida lo llamaban “trapo loco” y no se hablaba sino de su rumbería.

Nunca, en medio de todas esas cosas, fui indisciplinado. Hubo un momento en que yo me di cuenta de que si yo era lo que quería ser, hubiera sido totalmente feliz, pero no hubiera sido nada en la vida. Hubiera sido bohemio, serenatero, todo lo que te puedas imaginar. Pero, sobre todo, mujeriego infinito.

¿Hay algo ante lo cual sucumba?

Sí, pero no se lo contesto, porque me mata Mercedes.

Maria Elvira Samper

Periodista, columnista, redactora y directora de medios colombiana. Inició su carrera como periodista en 1978, destacándose posteriormente como directora de la Revista Semana y del noticiero televisivo QAP Noticias. También se desempeñó como directora y columnista en medios escritos como El Espectador y la Revista Cambio.