Lo bueno, lo malo y lo feo de la reforma tributaria de Petro

Lo bueno: la mejora en la progresividad en ciertos impuestos, como la renta.

Lo malo: el impuesto al patrimonio, que es doble tributación y grava el ahorro; que no se baje la tarifa de impuesto de renta a las empresas, al tiempo que se incrementa el impuesto a los dividendos; y que se creen tributos que afectan fuertamente a ciertos sectores y a otros no, en particular los de alimentos e hidrocarburos.

Lo feo: que no se quiso tocar la base tributaria, cuando esta debería ser ampliada.

Lo bueno: por supuesto su progresividad. El que las personas de mayores ingresos paguen más.

Lo malo: el estar recargada en un solo sector –energía.

Lo feo: el no gravar las megapensiones.

Lo bueno: que busca aumentar el recaudo, porque esa plata se necesita.

Lo malo: posiblemente contribuya a reducir el crecimiento y a motivar la salida de capitales antes de su aprobación y el resto del año. Además les impone cargas extremas a las empresas y a sus dueños con la doble tributación y la no deductibilidad de regalías. Asimismo, gravar los bienes raíces con el impuesto al patrimonio es otra doble tributación, posiblemente inconstitucional.

Lo feo: no atender recomendaciones juiciosas como las de Fedesarrollo puede ser una equivocación. El excesivo interés en recaudar puede tener serias consecuencias en las empresas y en el comportamiento privado.

Lo bueno: hubo amplia discusión. Se incoporaron cambios como la eliminación del impuesto a las exportaciones de petroleo y minerales. Se eliminaron exenciones que afectaban los ingresos fiscales y generaban inequidad horizontal. Se introdujeron señales para cambiar patrones de consumo atendiendo metas de salud y se mantuvo el impuesto al carbono en línea con los objetivos ambientales. Se logra un recaudo importante para reducir el deficit fiscal y mantener programas sociales que morían en el presupuesto de 2023

Lo malo: la tasa corporativa se mantiene alta, mayor a la de paises similares. El impacto se concentra en las firmas y no se amplía la base de las personas naturales que deben tributar.

Lo que falta: cómo fortalecer a la Dian, cómo se hará la lucha contra la evasión, cómo se elevará la eficiencia del gasto.

Lo bueno: elimina una gran cantidad de exenciones con lo cual se “limpia” la base gravable tanto de personas naturales y jurídicas. En el caso de personas naturales esto tiene impactos sobre todo en la progresividad del sistema y en el de personas jurídicas en su equidad horizontal.

Lo malo: la reforma grava en exceso la inversión que genera producción, crecimiento y empleos en el país. El aumento en el impuesto a los dividendos parece razonable dada la necesidad de que se le revele al mercado una senda comprometida de ajuste fiscal, si bien la tasa final puede ser elevada en el contexto internacional.

Lo feo: la conjunción de una tasa de renta corporativa elevada, el aumento en la tarifa de dividendos, la determinación de un impuesto al patrimonio permanente para las personas naturales que incluye la participación en proyectos productivos y las modificaciones en la base gravable, eleva la carga que paga quien invierte su patrimonio para producir en Colombia. Se hace además con una base conceptual difícil de comprender. En la misma dirección va la no deducibilidad de las regalías. Estos dos efectos en una coyuntura macroeconómica crítica, donde la evaluación que el mercado hará sobre el balance fiscal y externo no se restringe al presente sino a su capacidad de ser sostenible en el tiempo, resultan complejos y muy riesgosos para que Colombia navegue exitosamente el tránsito del ajuste de desaceleración que está haciendo el mundo.