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La inclusión social debe hacer parte de la agenda del próximo gobierno.

Lo más importante es que el país dé un giro hacia un modelo de desarrollo más sostenible y cultive una cultura de la solidaridad que les dé un tratamiento equitativo a las personas y grupos sociales.

Ya en el país hay una conciencia clara a todos los niveles de que no es socialmente aceptable ningún tipo de pobreza y por eso existe la voluntad común de eliminarla, o, al menos, reducirla con el empoderamiento y la participación activa de los propios afectados. Pero no sucede lo mismo con la exclusión social.

Tal vez porque la gente comúnmente asocia los términos de pobreza y exclusión social. De modo que suele pensarse que hay cierto grado de afinidad o cercanía entre los dos conceptos. Pero lo cierto es que cada uno de estos fenómenos sociales se manifiestan en la sociedad de forma diferente.

Si bien a veces son fenómenos interdependientes, en la mayoría de los casos no tienen ninguna relación. Esto quiere decir que la exclusión social no solo puede ser la causa o el efecto de la pobreza, sino también un fenómeno social independiente que cada vez gana más espacio en la sociedad del conocimiento.

Por consiguiente, la idea de exclusión social puede trasladarse a todas las personas y grupos sociales que no encuentran oportunidades concretas para lograr los objetivos que desean, especialmente en materia de reconocimiento social, satisfacción de necesidades básicas y disfrute de los Derechos Humanos.

Detrás de este negativo fenómeno se encuentran estructuras de poder, contenidos culturales y procesos en las esferas social, económica y política que interfieren o limitan el desarrollo del potencial de cada ser humano, impidiéndole integrarse a la sociedad y vivir una vida digna en comunidad.

La idea de exclusión social puede trasladarse a todas las personas y grupos sociales que no encuentran oportunidades concretas para lograr los objetivos que desean, especialmente en materia de reconocimiento social, satisfacción de necesidades básicas y disfrute de los Derechos Humanos.

Obviamente, mientras la pobreza se palpa a simple vista, la exclusión social está en un estado de invisibilidad social en el sistema espacio-tiempo, por su intrincada estructura funcional. Por eso, a los espectadores les cuesta reconocer esta “anomalía” en los procesos de integración y cohesión social.

Pero el que está atrapado en la trampa de la exclusión social siente en carne propia la dolorosa herida del aislamiento social y el devastador impacto de su fuerza disgregadora en la dignidad humana, las relaciones interpersonales y la vida en comunidad. Es vivir toda una experiencia de menosprecio.

En cuanto al planteamiento del problema esbozado se pueden diferenciar dos actitudes de respuesta contrapuestas. En la primera, la sociedad se hace de la vista gorda; y en la segunda, reconoce el peligro que representa y toma medidas para enfrentarla y minimizar sus efectos en la sociedad.

Para que el segundo planteamiento sea plausible es necesario que el gobierno involucre a los miembros de la sociedad civil en una cruzada a favor de la inclusión y ponga en práctica políticas públicas y programas sociales de largo plazo que ayuden a desmontar las formas estructurales de exclusión.

Generalmente, estas políticas concentran sus esfuerzos en el empoderamiento de los afectados, el fortalecimiento institucional, la calidad educativa, el fortalecimiento de las redes sociales y servicios de protección social, la generación de empleos, la formalidad laboral, el acceso a servicios básicos, entre otros.

Pero tal vez lo más importante es que el país dé un giro hacia un modelo de desarrollo más sostenible y cultive la cultura de la solidaridad en todos los ámbitos de la sociedad. De esta manera se podrá pasar de una cultura excluyente a una cultura que les da un tratamiento equitativo a todos las personas y grupos sociales.

Llegó el momento, como sucede muy a menudo en la historia, de darle un impulso decisivo a la lucha contra la exclusión social.

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Julio Antonio Martín Gallego

Magíster en educación, especialista en filosofía contemporánea e ingeniero mecánico de la Universidad del Norte. Investigador y consultor especializado en procesos de cambio educativo y aprendizaje organizacional.

 

 

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