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Seis obras y seis autores que en su producción literaria plasmaron el Carnaval de Barranquilla.
Para la crítica literaria del Caribe colombiano resulta a la fecha una verdadera apuesta hablar de una literatura barranquillera. Ello considerando que Barranquilla representa un modelo de ciudad cosmopolita, que debe gran parte de su desarrollo comercial e industrial a la ola migratoria de finales del siglo XIX. Aquella que en su momento desató la apertura socioeconómica y cultural de la capital costera.
El problema del término “barranquillera” radicaría en el enigma antropológico e histórico-social de definir de dónde provenimos, ya que, como decía Alfonso Fuenmayor, el barranquillero es de todas partes del mundo, lo que le haría a su vez de ningún lugar. Y una manera como la crítica ahonda en este problema es precisamente estudiando la manera como entendemos hoy en día el concepto de cultura.
Ya pensaba hace mucho el filósofo italiano Antonio Gramsci que la cultura es un campo de batalla simbólica, donde grupos culturales establecen sus propias estrategias de conquista para acabar estableciéndose o no en un territorio. Mas atendiendo el instante en que participa el pueblo con todas sus costumbres, tradiciones y estilos de vida en este proceso de preservación de lo propio y emancipación del poder, estaríamos hablando de una visión específica de la batalla: la cultura popular.
Como la cultura popular, las llamadas “culturas orales” y “culturas masivas”, o de masas, representan históricamente el fundamento de fenómenos como las festividades de carnaval que anualmente se celebran en Barranquilla.
El carnaval, para sociólogos como Pierre Bourdieu, es un espacio donde se desarrollan actividades rituales dispuestas para reafirmar nuestra identidad. Se trata también de la liberación de las vidas oprimidas, un espacio propicio para la profanación de lo sagrado y la autoridad.
En síntesis, las prácticas universales de carnaval son algo que sin duda remontan períodos inmemoriales de la historia, pero que en el caso del Carnaval de Barranquilla han dejado su marca en las diferentes prácticas audiovisuales y literarias locales.
Recordemos, por ejemplo, a Floro Manco, pionero de la documentación fílmica, que como Nina Friedemann y Gloria Triana realizaron durante el siglo XX piezas audiovisuales que difunden las festividades.
De igual manera se abrieron espacio propuestas de índole literaria como las del llamado Grupo de Barranquilla, conformado por los escritores Gabriel García Márquez, Álvaro Cepeda Samudio y Ramón Vinyes.
El carnaval, para sociólogos como Pierre Bordieu, es un espacio donde se desarrollan actividades rituales para la liberación de las vidas oprimidas, un espacio propicio para la profanación de lo sagrado y la autoridad.
Literaturas del Carnaval
Conociendo de antemano el contexto barranquillero, mencionaré algunas de esas obras literarias de escritores colombianos que aluden a la tradición y folklore carnavalero, distinguiendo las diversas temáticas, escenarios y personajes típicos de Carnaval que aborda cada uno.
Fruta tropical (1919), de Adolfo Sundheim. Es una novela descriptiva de la Lectura del Bando, evento de apertura al Carnaval que se celebra cada 20 de enero, y sobre la que el investigador Ariel Castillo Mier resalta la inclusión de temas tales como el comercio exterior y el lavado de dólares en Colombia, al igual que la incursión de una protagonista femenina dentro de esta literatura.
Domingo de Carnaval (1966), de Nestor Madrid Malo. Un cuento que se interesa por tratar la paradoja del disfraz como visión carnavalesca del mundo, dada a través de situaciones en las que resulta que la vida secreta de las personas constituye , en realidad, su verdadera vida.
A esta obra se asemejan otras producciones como El emperador africano (1974), cuento del escritor y crítico de arte, Álvaro Medina, y la novela Disfrázate como quieras (2002), del escritor samario Ramón Illán Bacca
Los domingos de Charito (1986), de Julio Olaciregui. De esta novela es preciso destacar la plasticidad en las descripciones de las fiestas de carnaval, al igual que las costumbres, lugares y situaciones (eróticas, contradictorias y violentas) que se observan en la ciudad durante los cuatros días del Carnaval, así como el énfasis en la recreación del habla barranquillera con su léxico típico, sonoridad, dichos, piropos, plebedades.
Esa gordita sí baila (2004) de Lya Sierra. Siendo de las últimas producciones que se han escrito acerca del Carnaval de Barranquilla, es esta la novela de una mujer que cuenta la historia de su vida amorosa, desarrollada en las épocas de un Carnaval que, en vez de cuatro días, dura toda la vida.
Distinta a otros referentes femeninos como En diciembre llegaban las brisas (1987), de Marvel Moreno, presenta Lya Sierra otra cara de Barranquilla: la bullosa y exótica de los barrios populares del Sur y Centro, que a fin de cuentas contrasta con la ostentosa y silente de Moreno.
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William Castro Atencia
Ensayista. Licenciado en español y literatura de la Universidad del Atlántico. Trabaja actualmente como docente, mediador artístico y periodista de medios alternativos e independientes de Barranquilla.