En “Los abismos” Pilar Quintana explora la oscuridad y los vacíos de una madre depresiva a través de la aparente inocencia de su hija, una niña con miedo al desamparo y a la muerte. Foto: Isaac Meneses. Hay Festival.
En su más reciente libro, “Los abismos”, premio Alfaguara 2021, Quintana hace un relato humano y profundo sobre la infancia y la relación madre – hija. Contexto dialogó con la escritora colombiana.
Cuando en 2020 Pilar Quintana fue nominada a los National Book Awards –uno de los premios literarios más prestigiosos del mundo– en la categoría “Mejor traducción literaria” por su libro La Perra, Twitter le solicitó crear un perfil para ponerle el chulo de verificación a su cuenta. Desde entonces, en la red social de Quintana se puede leer: Mamá. Escritora. Corredora cuando no estoy lesionada.
“Creo que mi mejor definición es esa”, me dice Pilar Quintana (Cali, Colombia, 1972). Se siente satisfecha de haberse convertido en madre a los 40, corre para tener paz mental y escribe desde los siete años. “Saque el poema y lo lee”, le decía su madre cuando había visita en casa. “En realidad no era un poema, sino narrativa”, aclara la escritora. Y lo primero que escribió, cuenta, fue la historia de un payaso que tenía la cara feliz pero estaba muy triste: “Creo que sigo escribiendo sobre lo mismo. A los siete años yo tenía consciencia de que había una distancia entre la pose y lo que uno de verdad sentía”.
Predicción temprana de su futuro literario, o evocación de esas disparidades y las profundas emociones humanas, Pilar Quintana titula su más reciente libro Los abismos, un relato en el que explora la oscuridad y los vacíos de una madre depresiva a través de la aparente inocencia de su hija, una niña con miedo al desamparo, a la muerte y a la orfandad. Pilar siempre supo que escribiría ese libro, pero nunca imaginó que esa novela sobre la madre ganaría el reputado premio Alfaguara 2021.
De paso en Cartagena para atender al Hay Festival, Contexto dialogó con la laureada escritora vallecaucana sobre su última novela. Pilar, con el humor que la caracteriza, dice estar muy contenta de que por fin ya no digan:“Vamos a hablar de La perra de Pilar Quintana, sino que vamos a hablar de Los abismos de Pilar Quintana”. “Suena un poquito mejor”, sonríe.
Andrea Quintero: Dicen las malas lenguas literarias que los mejores relatos son los que superan la ficción ¿Es este el caso de Los abismos?
Pilar Quintana: Yo creo que sí, y creo que no hay otra manera de escribir que hacerlo de la propia experiencia y desde tu propia entraña.
A.Q.: “Mi mamá recién se había bañado y estaba en el tocador, desenredándose su largo pelo con una peineta de dientes separados. Yo, detrás de ella en el reflejo, con una mancha de jugo de mora en la camisa blanca del uniforme, me veía acalorada. Ella fresca y yo sudorosa, como si estuviéramos en países distintos”, leemos en tu novela. Tu narrativa es muy visual, cinematográfica. ¿A qué le atribuyes esta característica?
P.Q.: Me formé como escritora no en una escuela de escritura creativa, ni en una sala de redacción de un medio, sino escribiendo para televisión. Entonces me parece que es eso. Mi escuela es el guión y en el guión uno no puede utilizar las palabras para adornarse ni para decir, sino que tenés que construir situaciones para mostrar.
Hay varios estereotipos muy marcados en Los abismos: el de la belleza blanqueada, los pelos largos y monos, los ojos azules; el de la discriminación social: “Uno no debe amistarse con los empleados”, o incluso el mismo rechazo que le hace Claudia a su hija por vestir pantalones y tenis, y no utilizar vestidos. ¿Seguimos viviendo en una sociedad clasista y racista?
Absolutamente. Cuando publiqué el libro empezaron las protestas sociales y vimos cómo “la gente de bien de Cali”salió a las calles a dispararles a los indígenas y a decirles que se devolvieran para su territorio. A decirles “indios hijueputas”. Ahí está, racismo y clasismo no sutil, como aparece en la novela. No, acá es abierto, violento y parecido al nazismo.
En esa misma línea, en la novela hay un modelo patriarcal muy fuerte. Claudia mamá no pudo estudiar en la universidad porque sus padres se lo impidieron. Más allá de la ficción, ¿cómo romper con estas dinámicas de opresión femenina?
Mirándonos y hablándolas, y poniéndolas sobre la mesa. Digamos, no idealizando el papel de las mujeres que son mamás. No diciendo: oye las madres son perfectas y entregadas, sino hablando de cómo es en realidad ser mamá y nombrando la realidad, lo que nos pasa.
Encontré contradictorio el hecho de que Claudia mamá tuviera una gran fijación y amor por las plantas, pero al mismo tiempo ella se estaba marchitando por dentro. ¿Cómo logras unir estos dos mundos?
Es que si en el libro hay una villana, es Claudia mamá. Y si voy a construir una villana no puede ser como las villanas de las películas, sino como las villanas de la vida real que somos nosotras. No son unos asesinos horribles. Ese asesino horrible vive dentro de nosotros. Y nosotras somos personas que vamos por la vida tratando de hacer el bien, lo mismo Claudia mamá, pero ella no podía porque sus circunstancias de vida la sumen en una profunda depresión. Mirá que ella es una mujer capaz de dar vida con sus manos y de amar. Es capaz de amar. Y ahí están esas plantas para mostrarnos que ella está en un momento de dolor y de depresión donde no puede conectar con su hija, ni darle amor, pero sí que adentro tiene vida y sí que tiene amor para dar.
Me formé como escritora no en una escuela de escritura creativa, ni en una sala de redacción de un medio, sino escribiendo para televisión. Mi escuela es el guión y en el guión uno no puede utilizar las palabras para adornarse ni para decir, sino que tenés que construir situaciones para mostrar.
Portada de “Los abismos”, publicado por editorial Alfaguara.
Ahora que eres madre, ¿estás rompiendo con los patrones de amor que te habían enseñado?
Yo creo que sí, pero es inevitable que traumemos a nuestros hijos como nuestros papás nos traumaron. Todos los papás, a menos que sea un papá con una enfermedad terrible, queremos lo mejor para nuestros hijos e intentamos hacerlo. Y en ese camino siempre hay aciertos y hay equivocaciones. Es inevitable. Yo trato de darle lo mejor que puedo a mi hijo, pero seguramente también la estoy embarrando sin darme cuenta y él me lo va a señalar cuando sea adolescente. Estoy preparándome para cuando eso pase y me diga: ¡Pero es que mamá, tú hiciste!…Y yo, ay Dios mío, no me juzgues tan duro, también soy un ser humano.
Hay un episodio de tu vida que me llama mucho la atención, dejas la ciudad para vivir en la selva ¿Qué marcas te dejaron esos nueve años en Juanchaco?
Esos fueron unos años maravillosos de vivir, era muy cerca a mi lugar de origen. Cali está a dos horas de Buenaventura y Juanchaco a una hora en lancha de Buenaventura. Estaba a tres horas de mi lugar de origen, pero era como si estuviera en la antípoda. Era otra cultura, otro medio, otra naturaleza, otro todo y creo que fue una experiencia que me permitió escribir los libros que he escrito. Y vivir la naturaleza, no imaginarme y escribir sobre cómo yo pienso que es la naturaleza, sino vivirla y poderla narrar como la viví.
¿Alguna anécdota de esa época?
Algo que me parecía muy interesante es que allá la madera se corta cuando la luna está menguante y uno piensa: “Son creencias campesinas”. Y no son creencias campesinas sino que la savia está arriba cuando la luna está creciendo. Nosotros somos naturaleza, entonces las uñas crecían en luna creciente. Me sirvió mucho darme cuenta que yo soy un animal, que es algo obvio, pero en la ciudad nos gusta olvidarnos de eso y vivir como si fuéramos otra cosa separada de la naturaleza. Y nosotros somos naturaleza y estamos determinados por la luna tanto como las mareas y los lobos. ¿Si me entendés?
¿Qué autores han influenciado tu prosa?
Pues naturalmente, siendo colombiana, García Márquez fue como mi abuelo literario. Andrés Caicedo, que es un escritor caleño, también fue súper importante para mí. Laura Restrepo también fue una luz, una guía en el camino. Para mí ella significó mucho cuando yo estaba empezando a escribir y se ganó el premio Alfaguara, fue como una luz, “¡Oh, una mujer colombiana se puede ganar el premio!”. Yo no sé si yo pensé que podía. Estudié la carrera de Laura y dije no, esta es una señora que es muy dura, yo cómo hago para llegar allá. Esos tres escritores han sido faros y creo que fueron muy importantes en mi formación.
Ya para terminar, ¿por qué leer Los abismos?
Lo que me han dicho muchas lectoras y lectores es que reviven su infancia, que se conectan con el niño que fueron. Un poco como cuando uno tiene un hijo y uno ve al hijo haciendo cosas y dice: “ay yo cuando niño pensaba eso mismo que piensa mi hijito”, un poco creo que la novela puede servir para eso. Es una experiencia chévere. Es un viaje a la niñez.
Andrea Quintero Angulo
Comunicadora Social y Periodista de la Universidad del Norte, Magíster en Desarrollo y Cultura de la Universidad Tecnológica de Bolívar. En los últimos años se ha desempeñado en cargos de promoción, comunicaciones y relaciones públicas de eventos culturales en Barranquilla como la Feria del Millón Caribe y el Carnaval Internacional de las Artes. Artículos suyos han sido publicados en las revistas Actual, y Latitud de El Heraldo.