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La Troja, más de medio siglo poniendo a bailar al Caribe colombiano. Foto: Carlos Cruz M.

Un rápido recuento sobre la presencia de la música afroantillana y nuestros ritmos autóctonos en la vida cultural de la ciudad. 

Si usted viaja mañana a Ciudad de México, de seguro le dirán que un lugar emblemático al que debe ir es a la Plaza Garibaldi, donde tocan los mariachis. Si visita La Habana, no podrá privarse de conocer la Bodeguita del Medio, el Tropicana o el Floridita. Si viene de visita a Barranquilla, sin duda le recomendarán ir al bar restaurante La Cueva o al Malecón del Río. Pero si su plan es adentrarse en los ritmos que identifican al Caribe Colombiano y es admirador de la música antillana, el lugar debe ser La Troja, el mejor ambiente salsero de Barranquilla y un referente cultural de la ciudad que ha sobrevivido a otros lugares de música afrocaribe de los que ya queda sólo el recuerdo de nuestros abuelos como el Rincón del Babalao, el Rico Vacilón, Son Eros Son, la Cien, el legendario Hipacaraí de Simón Bolívar y El Coreano. Este estadero inició sus actividades el 26 de febrero de 1966 como un lugar donde se escuchaba música y se servían comidas. Doña Zunilda Velásquez fue una de sus iniciadoras. 

Como antecedente de la vida cultural de la ciudad tenemos que ya desde los años 30 la llegada de la radio hizo posible el ingreso de la música cubana al país a través de Barranquilla, y de la primera emisora radial colombiana: La Voz de Barranquilla, fundada por Elías Pellet Buitrago en diciembre de 1929. En esos tiempos se podían sintonizar directamente desde Barranquilla las emisoras de la isla y fue allí donde se conocieron músicos de renombre como Miguel Matamoros, el Sexteto Habanero, el Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro, la Orquesta Casino de la Playa, entre otros. Pareciera ser, como lo afirmase Marco T. Barros Ariza, que “toda la música en Colombia ingresó por Barranquilla” a través de la radio1 porque la ciudad era el puerto obligatorio de los artistas antillanos que venían de gira a Suramérica.2 

También por acá arribaron músicos de la talla de Benny Moré, el Trío Matamoros, y con los aviones Constellation la ciudad se conectaba directamente al Gran Caribe durante los años cincuenta pues esa región era lugar frecuente para ir de luna de miel o a estudiar. Las modas y radionovelas cubanas como el Derecho de nacer 3, el cine mexicano –con el mambo, la guaracha y el bolero como música de las bandas sonoras de estas películas– llegaron para quedarse en el país. Años después, en tiempos de carnaval de los años setenta, la música africana, la salsa, y muy diversos ritmos se escuchaban en los picós como el Rojo, el Gran Ché, el Gran Pijuán, el Sivanicú o el Watusi, qué animaban las verbenas. Podría decirse que nuestra ciudad tiene unos referentes culturales concretos que permiten identificarla, y espacios de “goce pagano” en los que la salsa, el vallenato, el merengue u otros ritmos convocan a muchos de sus ciudadanos.  

La colección musical de La Troja con más de 12.000 acetatos, también merece referencia, pues es prolija en autores, ejecutores y ritmos.

Hoy en día La Troja –declarada Patrimonio Cultural y Musical de la Ciudad desde 1999 por el Instituto Distrital de Cultura y Turismo de Barranquilla– posee un envidiable libro de ilustre visitantes. Allí convergen músicos, actores, actrices, políticos, estudiantes, académicos, locutores deportivos y turistas venidos de todos los rincones del país o del exterior, quienes son testigos de discusiones sobre política, nostalgias, alegrías, desesperanzas, esperanzas, amores y desamores. Y lo que es aún más importante: ¿cuál versión del ‘Manisero’ o ‘Mata Siguaraya’ es mejor, o quién baila más al ritmo de las pailas del Conjunto Libre?

La colección musical de La Troja, con más de 12.000 acetatos, también merece referencia, pues es prolija en autores, ejecutores y ritmos. Este trabajo depende en gran medida del compromiso de Edwin Madera, anfitrión del lugar que se mantiene fiel a una tradición con el apoyo de sus colaboradores en la programación y en los coleccionistas locales, regionales y nacionales que alimentan la discografía salsera, afro y antillana que por allí suena sin descanso cada fin de semana. La Troja es un espacio para la cultura y desde hace 33 años, durante la temporada de precarnaval, realiza un gran evento: El goce de lo Nuestro, el cual rinde homenaje a destacadas figuras nacionales de nuestra música como Totó la Momposina, Adolfo Echeverría, Aníbal Velásquez, Los Corraleros del Majagual, Tony Zúñiga, Alfredo Gutiérrez, Joe Arroyo, Pedro ‘Ramayá’ Beltrán, entre otros, y que permite, como su nombre lo dice, el disfrute de nuestros ritmos autóctonos con la presencia de géneros como el porro, el merecumbé y el chandé, y espacio al cual son invitados los mejores coleccionistas de la ciudad y la región. En 2023, El Goce de lo Nuestro rindió homenaje a “su majestad, la cumbia”. 

Larga vida a espacios culturales como La Troja, referentes de ciudad como posibilidad de salir adelante desde la asunción y afirmación de nuestra propia identidad caribe, un intangible de nuestra creatividad y diversidad regional.

 

Referencias

*Una primera versión de este texto fue publicado en el periódico El Heraldo, en febrero de 2007. El autor agradece al coleccionista Servio Nicolás Galeano, ‘Míster Manisero’, por sus precisiones sobre la historia musical de la ciudad.

1 Por cierto, las emisoras tenían su propia orquesta de planta.

2Bassi, Rafael. “La música cubana en Barranquilla”, Revista Huellas, Universidad del Norte, No 62.

3 Si el comienzo de un capítulo lo cogía en el teatro, la iglesia o hasta el Congreso de la República, se interrumpía lo que estuviese programado para escucharlo en la radio cubana. Esta radionovela fue transmitida por primera vez en 1948.

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Roberto González Arana

Ph.D en Historia del Instituto de Historia Universal, Academia de Ciencias de Rusia. Profesor Titular del Departamento de Historia y Ciencias Sociales, Universidad del Norte.