La designación de la salsa caleña como Patrimonio Cultural de la Nación se da tras la sustentación del Plan de Salvaguardia de esta manifestación, por parte de la Secretaría de Cultura de Cali, ante el Consejo Nacional de Patrimonio del Ministerio de Cultura.
Dos ciudades salseras y distintos caminos para una misma expresión musical.
“¡Merecidísima distinción, qué bien por los caleños!”, exclamé, no sé si mentalmente o en voz alta voz, tan pronto conocí la noticia de que la salsa caleña había sido reconocida oficialmente como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación.
Con ‘la sucursal del cielo’, como se le dice a esa festiva y acogedora ciudad del suroccidente colombiano fundada el 25 de julio de 1536 por el navegante español Santiago de Belalcázar, se hace justicia, más si tenemos en cuenta que sus gestores culturales no solo se dedicaron a bailar salsa sino que también investigaron sus raíces. Y no solo eso. Como bien lo asegura el periodista Rubén Darío Álvarez, reportero de El Universal de Cartagena, “en Cali los salsómanos integraron ese movimiento musical a su vida cotidiana y lo convirtieron en una cultura propia, como si hubiese nacido ahí”.
En torno a la salsa, los caleños nativos y de adopción construyeron toda una oferta cultural. Y las pruebas están a la luz: textos literarios que tienen como eje temático la salsa, al igual que creaciones en el campo de las artes plásticas, producciones cinematográficas, sin dejar de mencionar que en Cali existen más de 100 orquestas de salsa, cientos de músicos salseros profesionales y muchas escuelas de baile de salsa conformadas por bailarines de todas las edades, como nos informa el investigador caleño Rafael Quintero.
Cali asumió el liderazgo que la Costa Caribe pudo haber tenido con esta expresión musical. Recordemos que Barranquilla se permitió el lujo de ser la primera ciudad, no solo de Colombia, sino de América del Sur, que trajo en febrero de 1968 a la agrupación de salsa más exitosa del momento: la de Richie Ray y Bobby Cruz, para animar sus cuatro días de Carnaval.
Pero hay que reconocer que al sonoro éxito caleño se suman eventos como el multitudinario Salsódromo, que congrega a más de cinco mil bailarines, además de orquestas y carrozas; el Festival Mundial de Bailarines, los conversatorios; concursos institucionales de baile de salsa, los sitios tradicionales como bares, discotecas y salsotecas, el Encuentro de Melomanos y Coleccionistas, y la Feria de Cali, entre otros, en una nutrida programación que cuenta con el firme impulso de melómanos, coleccionistas, empresarios de casetas, programadores de radio e investigadores y la alcaldía local.
Tras estas reflexiones, surgieron en mi cabeza dos interrogantes: ¿Y la salsa en el Caribe colombiano, qué? ¿Qué tiene Cali que no tenga la Costa? Fue entonces cuando me tomé la tarea de consultar la opinión de varios expertos en la materia.
Al primero que le pregunté fue al pianista barranquillero Álvaro Cabarcas, residente desde hace tres décadas en la ‘Sultana Del Valle’ y durante siete años (de 1987 a 1994) arreglista y director musical del Grupo Niche, máximo referente de la salsa colombiana en materia de agrupaciones comerciales.
“Es una decisión justa. Los caleños vienen trabajando desde hace rato en este tema y finalmente consiguieron el objetivo. La salsa caleña gira en torno al baile y su estilo es muy propio. El liderazgo tomado por la dancística es claro y demuestra la unidad de criterio de los bailarines y toda su cultura. Que la Costa Caribe haya perdido el liderazgo también es cierto. No hay que desconocer que los medios radiales han influido de manera negativa, moliendo la salsa vieja, día y noche, en detrimento del talento nacional y local, al que honestamente se le da poca difusión”, afirma Cabarcas.
Los caleños han hecho de la salsa parte de su cultura y con el aporte de las Escuelas de Baile es hoy una industria y su ‘modus vivendi’. Sus desfiles en un Salsódromo es para para ellos como nuestro Carnaval en un Cumbiódromo.
‘La Troja’, el templo salsero de Barranquilla por excelencia, y Patrimonio Cultural y Musical de la ciudad.
Chelito De Castro, uno de nuestros notables baluartes musicales cuya impronta quedó grabada en canciones de enorme relevancia en el repertorio salsero costeño con canciones como ‘Rebelión’, ‘Centurión de la noche’, ‘Pa’l bailador’, ‘Mi Mary’ y ‘En Barranquilla me quedo’, compuestas e interpretadas por el inolvidable Joe Arroyo con su Orquesta La Verdad, opina: “Hay cosas que no se pueden negar, una de ellas es que Cali se ha convertido con el paso del tiempo en una ciudad mucho más salsera que Barranquilla. De hecho tiene una gran cantidad de bandas de salsa. Además, a su Feria, a final de año, acuden distintos salseros, no tanto como en Barranquilla. Nuestra ciudad es más polirrítmica. Es salsera, pero también reguetonera, merenguera, folclórica. El barranquillero le ‘jala’ a todo, no se le puede encasillar en un solo ritmo. Solo me queda por decir, ¡enhorabuena, Cali, por esta designación merecidísima”.
El periodista Javier Franco Altamar coincide con ‘Pelusa’ y ‘Chelito’: “Al hombre del Caribe colombiano le gusta la salsa, pero realmente acá no hemos edificado una estructura cultural como se ha hecho en Cali. Acá nos especializamos en el Carnaval, que agrupa diversos ritmos de distintas regiones que terminan imponiéndose en el gusto popular por la misma configuración de las carnestolendas de Barranquilla, porque nuestra estructura musical no se limita a una sola música”.
Edwin Madera, propietario del estadero ‘La Troja’, catalogado Patrimonio Cultural y Musical de la Ciudad de Barranquilla por el Instituto Distrital de Cultura, también comparte su opinión: “La salsa no pertenece solo a Cali, la salsa es hoy por hoy una expresión de alegría en todo el mundo. Los caleños la han hecho parte de su cultura y con el aporte de las Escuelas de Baile es hoy una industria y su modus vivendi. La han convertido en su bastión. Sus desfiles en un Salsódromo es para para ellos como nuestro Carnaval en un Cumbiódromo”.
A diferencia de la Costa Caribe colombiana, pionera de la salsa en nuestro país, Cali llevó a cabo una extensa apropiación cultural, construyendo su propio discurso salsero y todo un andamiaje cultural con ese ritmo, cosa que no sucedió en nuestra región a pesar de contar con amantes e investigadores de ese movimiento musical con raíces cubanas. Evocando el dicho que reza que “una sola golondrina no hace verano”, bien cabría preguntarse cuál hubiera sido y cuál podría ser el destino de la salsa barranquillera de contar con el firme apoyo de políticas culturales diseñadas para esta expresión musical impulsadas desde el Distrito.
Fausto Pérez Villarreal
Barranquilla (1965). Comunicador Social-Periodista, profesor de la Universidad Sergio Arboleda sedes Barranquilla y Santa Marta. Dos veces ganador del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar. En 2014 fue finalista del Premio Internacional de Puerto Rico, entregado en Madrid.