Aleida, otra de las creaciones del humorista gráfico, te conoce a ti y a mí más que tu terapista.
“Aleida es a la vez muchas mujeres y no es ninguna. Las mujeres se identifican con ella”: Vladdo
Una charla sobre creatividad y periodismo con el creador de Aleida.
Tengo una cita con Vladimir Flórez, más conocido como Vladdo, uno de los caricaturistas más reconocidos de Colombia y cuya versátil carrera de casi cuatro décadas ha estado entrelazada con el periodismo de opinión, la escritura y el diseño. Lo encuentro al mediodía en su apartamento, en el norte de Bogotá, escribiendo su más reciente columna para el periódico El Tiempo en una reluciente máquina de escribir Continental que tiene casi un siglo. Vladdo nunca se imaginó volver a la vieja costumbre de la tinta y el papel, pero ahora con su celular hace una captura de su escrito mecanografiado que se convierte en un archivo digital. Lee en voz alta su texto pues dice que así verifica cualquier error. Abre su diccionario de sinónimos para consultar, le gusta sentir todavía el papel en sus manos y reconocer otras palabras en su búsqueda.
Recorrer su apartamento es como entrar a una caja de curiosidades, todo aquí revela algo de este mordaz caricaturista, dibujante, escritor y creador de Aleida, uno de los personajes femeninos más agudos de la caricatura colombiana. En la entrada veo un muñeco de Supermán –regalo de su hija cuando era pequeña– con una nota que dice “Papi tú eres mi súper héroe”; cientos de libros, películas y ejemplares de su periódico Un pasquín; un cuadro del político conservador Álvaro Gómez, a quien admiró muchísimo, pintado por Héctor Osuna; su estudio de diseño lleno de lápices, música y arte. Hay incluso una pared simulando la estación de metro más representativa de Berlín, la famosa Mohrenstrasse. Sí, Vladdo tiene una atracción por Alemania, el país donde surgió la imprenta y cuna de las mejores marcas de instrumentos para dibujar.
Una cosa tengo clara y es que Vladdo no ha sucumbido a la marea de la corrección política. Los caricaturistas en Colombia trabajan con vigor desde el siglo XIX y tenemos suerte de tenerlos. Los siguientes son apartes de una larga conversación en la que queda claro que en ocasiones el mejor antídoto para la realidad es el humor.
Cristina Said: ¿La realidad supera hoy en día a la caricatura en nuestro país?
Vladdo: Sí, porque los políticos les hacen competencia desleal a los caricaturistas. Uno antes dibujaba las cosas más absurdas, pero eran eso, eran de alguna manera fabricaciones que hacían los caricaturistas. Ahora los políticos dicen unas cosas tan ridículas que parece que de verdad se propusieran ser más ridículos que todos los anteriores. Los políticos dicen cada vez cosas más espantosas, ligeras, escabrosas, absurdas. Nos han puesto a retroceder en vez de avanzar.
¿Cómo empezaste en el mundo de las caricaturas?
Yo tenía la costumbre en el colegio de empezar a dibujar de atrás hacia adelante de los cuadernos de las asignaturas, y pues los iba llenando de dibujos. A veces cuando se encontraban los apuntes de la materia con las caricaturas tenía cuarenta hojas de caricaturas y diez hojas de notas, o peor todavía, porque en otras ocasiones lo que hacía era que les regalaba a mis compañeros los dibujos que hacía y terminaban mis cuadernos con las hojas arrancadas.
Vladdo, humor gráfico no apto para descabezados.
Acerca de tu proceso creativo, ¿cómo pescas las ideas?
Por ejemplo, esta mañana en RCN entrevistamos a la exministra del Deporte, María Isabel Urrutia, y ella dijo: “Yo quería limpiar el Ministerio” y cuando ella dijo eso a mí se me ocurrió, claro, lo va a dejar limpio, lo va a dejar sin cinco. Entonces, de inmediato, hice una caricatura para ponerla en mis redes sociales. Si no es la coyuntura adecuada, pues la caricatura no tiene ningún impacto. Es un poquito como un endulzante de la amarga realidad que nos toca vivir.
Vladdo, cuéntame de Aleida, ella nos descifra muchas veces. ¿Por qué sabe tanto Aleida sobre el amor y el desamor?
Yo creo que lo bueno de Aleida es que es muchas mujeres y a la vez no es ninguna mujer, es todas y no es ninguna, y eso hace que muchas mujeres se sientan identificadas con ese personaje que empezó como un proyecto mío, obviamente sacado de la cabeza, y que como suele ocurrir con estos personajes de ficción, van tomando su propio vuelo, van adquiriendo su propia personalidad para luego llegar a unos extremos que son muy simpáticos.
Alguna vez, hace muchos años, me acuerdo que le cambie el peinado y me protestaron, “¡pero ese no es el peinado de Aleida!”. A ver, cómo así, si las mujeres todo el día se la pasan jugando con el pelo, se lo agarran, se lo sueltan, se lo tiñen, se lo alisan, se lo encrespan. Eso es chévere porque la gente se ha apropiado del personaje. Yo escucho mucho, a mí me afectan más las opiniones que me dan sobre Aleida que sobre el resto de mi trabajo, porque para mí Aleida es un ser vivo que se manifiesta cada ocho días en una viñeta.
Me afectan más las opiniones que me dan sobre Aleida que sobre el resto de mi trabajo, porque para mí Aleida es un ser vivo que se manifiesta cada ocho días en una viñeta.
Vladdo en una fotografía de la Feria del Libro de Bogotá de 1994. Lo acompañan, entre otros, Quino, Fontanarrosa y Chócolo.
¿Es Aleida un Alter Ego?
Alter Ella.
¿Un Alter Ella?
Pienso que en buena parte, sí. Aleida me permite a mí una cosa que se supone que no debería ocurrir, y es que deja que salga la parte femenina que todos los hombres tenemos y que por prejuicios y por tonterías no nos dejan sacar tradicionalmente a los hombres. Los hombres no lloran, eso es para las niñas, los hombres no pueden ser tiernos, los hombres no pueden ser cursis, ¿no? Y una cantidad de cosas que a veces digo, no, ¿por qué putas no? Yo soy un hombre que llora, yo soy un hombre tierno, yo soy un hombre romántico. No, porque los hombres así estén muertos por decir algo bonito no lo dicen porque se ven débiles o porque lucen no sé cómo… a mí eso me importa un carajo.
Pues eso viene desde lo que viví en mi adolescencia y luego en mi temprana edad adulta en la familia. Éramos cinco, tres mujeres y dos hombres. La mayoría eran mujeres. Por ejemplo, cuando mi hermana iba a hablar y nosotros la interrumpíamos, una de mis tías decía “deje hablar a la niña”, y la niña era mayor que nosotros. Luego en el colegio éramos seis hombres y dieciséis mujeres en el salón, y yo no jugaba nada, no practicaba ningún deporte, era malo para jugar fútbol y esas vainas, entonces en los recreos o en los ratos libres andaba con las compañeras. Ahí aprendí, por ejemplo, que 34B no es una dirección.
Entonces hablábamos de hombres y hablábamos de regalos y hablábamos de cosas de mujeres. Yo era una más, lo cual agradecía porque además así yo les podía echar los perros a veces, pero entonces me decían: “No jodas, tú y yo somos amigas” (risas). Yo era como el confidente, el confidente gay que tienen muchas mujeres. Entonces yo, sin saberlo, estaba haciendo investigación de un personaje que en esa época obviamente no existía.
Aleida representa el abandono, el desamor, la soledad, la ilusión y los sueños, se burla de sí misma, es moderna y no se deja pisotear. ¿Por qué Aleida siempre está buscando el amor y nunca lo encuentra? Gabo decía que solo le faltaba un poco de amor para ser perfecta.
Yo siempre he dicho que la vida de Aleida es como un tango, de hecho creo que la música de fondo de Aleida es un tango porque en los tangos los intérpretes siempre le están cantando al amor, sin embargo siempre son traicionados, abandonados, se les muere la pareja, la madre… sin embargo ellos siempre siguen cantándole al amor. De alguna manera esa es la vida de Aleida, siempre está buscando el amor aunque tenga muchas decepciones, como en un tango.
Las caricaturas de Vladdo mezclan un poderoso mensaje contrapoder con una fina pluma.
La independencia es el único activo o el activo más importante que tiene un medio más allá de los edificios, más allá de los premios Pulitzer que se pueda ganar.
Vladimir Flórez, Vladdo, trabaja en una de sus caricaturas en su estudio. Foto: Ana María Ariza.
¿Por qué te fuiste de Semana?
Yo me he hecho un propósito y es que desde que me retiré de Semana prefiero no hablar de eso porque es como hablar de la ex. Uno no debe hablar de la ex. Después de que uno compartió tantos momentos lindos, felices, prefiero guardar silencio. Yo hablé cuando me retiré de la revista y después de esas entrevistas que di el día inmediatamente siguiente a mi retiro de la revista hace dos años y medio, dije que no volvía a decir nada en público sobre Semana, aparte de que es una revista donde pasé unos años maravillosos, donde tuve una experiencia increíble, donde todo el tiempo fui libre de decir lo que pensaba.
Semana fue una revista en la que pasaba una cosa que no pasa en ningún otro medio, y es que yo hacía caricaturas del director de la revista, del dueño de la revista, de sus familias, y eso tú en El Heraldo no lo vas a ver nunca, ni en El Tiempo, ni en ninguna parte.
En El Espectador sí porque Osuna, que ha sido un referente también para mi vida laboral y mi vida profesional, y de quien soy muy amigo, siempre ha sido muy independiente. Eso lo aprendí de él, que uno tiene que defender por encima de todo su independencia. Él hacía caricaturas que iban en contravía directamente del pensamiento del periódico. En Semana hice muchas caricaturas que tenían que ver con los López, los Santos, y nunca me hicieron un reproche, ni me reclamaron.
¿Qué opinas de que grandes empresarios compren medios tradicionales como Semana, El País de Cali?
Ahí se dan dos cosas que son un poco contradictorias porque, por una parte, los medios necesitan sustento, ahí sí es cierto, necesitan medios de subsistencia, necesitan plata para estar a flote.
Pero falta ver qué orientación van a tener estos medios o qué papel van a jugar, ¿con qué intención los compran?
Lo deseable sería que los que adquieren éstos medios se dediquen a defender a la sociedad, que es el papel que en últimas deben cumplir, y no se dediquen a defender sus propios intereses porque ahí viene la tentación de usar el medio como un arma para defender lo suyo.
¿Se pierde la independencia cuando hay ese maridaje entre medios y poder?
Yo suelo citar una frase de Joseph Pulitzer de comienzos del siglo XX, decía que para que un periódico sea de verdadero servicio al público debe tener una gran circulación: primero, porque sus noticias y sus comentarios deben llegar al mayor número posible de personas; segundo, porque circulación significa publicidad y publicidad significa dinero, y dinero significa independencia.
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Cristina Said
Periodista, especialista en Desarrollo Organizacional y Procesos Humanos de la Universidad del Norte.