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Pescadores a la orilla del Embalse del Guájaro se aprestan para iniciar su faena. El alto nivel de las aguas del embalse, que amenaza con desbordarse, y pesqueras privadas ponen en riesgo su seguridad alimentaria. Foto: César Bolívar.

La Peña, un pueblo del Caribe colombiano que podría desaparecer por el cambio climático

por | Sep 16, 2021

Por Eduardo Patiño M. y Alberto M. Coronado

Los habitantes del corregimiento, jurisdicción de Sabanalarga en el departamento del Atlántico, temen que se repita la emergencia de 2010, cuando se rompió el Canal del Dique y medio pueblo quedó bajo el agua.

216 millones de personas, casi el equivalente a la población de un país como Brasil, podrían verse obligados de aquí a 2050 a desplazarse en diversas regiones del planeta debido a emergencias climáticas, destaca un informe publicado recientemente por el Banco Mundial.

El estudio, que también alerta que durante la próxima década podrían surgir zonas críticas de migración por causas medioambientales –hay que recordar que el término “migrantes climáticos” designa desde 2007 a los grupos humanos que deben abandonar sus lugares de residencia debido al cambio climático–, pone en evidencia una vez más como en el nuevo siglo los desastres asociados a eventos climáticos han llegado para quedarse.

Uno de esos eventos climáticos ocurrió hace cerca de 11 años en nuestro propio patio, al sur del departamento del Atlántico. Un río Magdalena cuyo nivel era inusualmente alto debido al fenómeno de La Niña, y décadas de malas prácticas para la captación de agua del afluente, desencadenaron la tragedia. Eran las 4:40 de la tarde del 30 de noviembre de 2010 cuando la ruptura de la carretera paralela al Canal del Dique, entre Calamar y Santa Lucía, abrió un boquete por el que las aguas del río Magdalena se colaron, inundando en cuestión de horas Santa Lucía y otros cuatro municipios del sur del Atlántico. Cerca de 120 mil personas resultaron damnificadas.

A esa misma hora, 41 kilómetros hacia el centro del departamento, en un pequeño corregimiento llamado La Peña, jurisdicción del municipio de Sabanalarga, Jaime Caballero, 56 años, pescador de oficio, salía de su vivienda ubicada a menos de 30 metros de la orilla del Embalse del Guájaro, con rumbo a la cantina del pueblo.

Con el paso de las horas empezaron a llegar noticias poco alentadoras desde el sur del Atlántico. Los moradores de La Peña, expectantes, preveían un desbordamiento del Embalse del Guájaro, una ciénaga de extensión del Canal del Dique cuyos niveles de agua habían aumentado considerablemente semanas atrás debido a las lluvias.

Pasadas las 9:00 p.m. las aguas del embalse superaron la cota máxima y en instantes inundaron las calles tercera, cuarta y quinta del corregimiento. Cuando Caballero volvió corriendo de la cantina solo alcanzaba a divisar la mitad de su casa. Como pudo ingresó y logró sacar algunos enseres empapados. Más de 300 familias pasaron la noche a la intemperie en el cerro, mientras veían atónitos cómo las aguas del embalse alcanzaban otras calles del corregimiento.

 

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El corregimiento de La Peña, a orillas del Embalse del Guájaro, es jurisdicción del municipio de Sabanalarga.

Los pobladores de La Peña tienen miedo

11 años después de la tragedia que con amargura recuerdan los habitantes de La Peña, late la amenaza de una nueva inundación. En los últimos meses los niveles de las aguas del embalse han aumentado y la desaparición de las pequeñas playas que se forman a la orilla del malecón de contención, una estructura construida en 2015 para proteger a los doce mil habitantes del corregimiento de una nueva catástrofe, así lo evidencian.

“Sinceramente no duermo cuando llueve en las noches por temor a que el agua nos sorprenda”, asegura Caballero, ahora pescador retirado, mientras acomoda una vieja canoa anclada a la orilla del Guájaro.

Mientras se recorre la orilla del malecón del corregimiento decenas de familias manifiestan el mismo temor. Frente a la vista del enorme espejo de agua, algunas personas aprovechan para refrescarse del intenso calor; otras lo contemplan desde la sombra hasta que cae la noche.

Vidal Castro, 62 años, es uno de los vecinos del embalse. Para él es normal que suba la creciente de la ciénaga cada año. Sin embargo, su experiencia le dice que el cuerpo de agua ha ganado más centímetros de lo acostumbrado en esta época de lluvia. “Yo creo que una nueva inundación en La Peña acabaría con el pueblo para siempre. La gente volvió a levantarse con mucho esfuerzo y por eso el temor de que el embalse se pueda rebosar”, advierte el hombre, experimentado pescador.

 

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Vecinos del embalse pasan día y noche expectantes ante el nivel de las aguas. En una reciente medición sólo faltaban 40 cms. para que el cuerpo de agua de desbordara. Foto: Jesús Rico.

11 años después de la tragedia que con amargura recuerdan los habitantes de La Peña, late la amenaza de una nueva inundación. En los últimos meses los niveles de las aguas del embalse han aumentado.

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Con varas de madera los pobladores de La Peña miden la profundidad del Guájaro. Muchos dicen no dormir tranquilos cuando llueve en las noches. Foto: Jesús Rico.

¿Pero es real el riesgo de una nueva inundación?

Jaime Polo García, líder comunal del corregimiento, explica que el embalse es un cuerpo de agua que se alimenta a través de un sistema hidráulico compuesto por las compuertas de El Porvenir y las de Villa Rosa, ubicadas en el Canal del Dique, a la altura de Manatí y Repelón, respectivamente.

Polo afirma que el nivel del agua aumentó progresivamente en el último mes, por lo que emitieron una alerta a los organismos de socorro y a la alcaldía municipal de Sabanalarga, teniendo en cuenta que el embalse había subido a la cota de 4.80 metros, mientras que su capacidad es de 5.20 metros, es decir, se encuentra a 40 centímetros de desbordarse.

“Es importante que haya vigilancia permanente en las compuertas para que estas sean abiertas estratégicamente, sin afectar los niveles del embalse y evitar poner en riesgo a los habitantes de La Peña. Pero para los pobladores hay una preocupación adicional… el agua no solo entra por las compuertas, cuando llueve fuerte el embalse aumenta su nivel hasta 5 centímetros”, detalla el líder comunal.

Ante la preocupación de que un nuevo fenómeno de La Niña provoque un desbordamiento del Canal del Dique, el asesor de la Corporación Autónoma Regional del Atlántico –CRA, Juan Carlos Pino, explica que está latente la posibilidad de un aumento en el nivel de las precipitaciones en el río Magdalena y el Canal del Dique derivado de este fenómeno climático. Este hecho lo confirma el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales –Ideam, al alertar que la probabilidad de que se registre el fenómeno de La Niña en el segundo semestre de 2021 es de hasta el 69 %. Lo que puede llevar a que haya entre un 60 % y un 80 % más de precipitaciones de las habituales en las regiones Caribe y Andina.

El experto asegura que es de vital importancia seguir los protocolos de prevención y el monitoreo por parte de los comités locales de atención y prevención de desastres. “Las compuertas del embalse se deben abrir de acuerdo al manual de operaciones y debe ser atendido de manera rigurosa para evitar que haya inundaciones”, sostiene Pino.

Mientras, en La Peña, sus doce mil habitantes tienen los ojos puestos en su vecino de agua. El Embalse del Guájaro por años les ha permitido poner peces sobre su mesa, pero podría amenazar con borrarlos del mapa.

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La pesca en La Peña tuvo años de bonanza. Cada vez menos personas se dedican a esta actividad. Foto: Jesús Rico.

“En este pueblo hay hambre, aunque se diga lo contrario”

La Peña es un corregimiento de tradición pesquera que encontró en el Embalse del Guájaro un cuerpo de agua milagroso en el que las faenas de pesca eran altamente provechosas, pero con el pasar de los años esa actividad ha ido desapareciendo. De los casi cuatro mil pescadores que había en el territorio solo quedan trescientos.

“Los pescadores regresaban de sus faenas con las canoas llenas de punta a punta con todo tipo de peces, ahora de vaina vuelven con tres o cuatro mojarras”, evoca a sus 73 años Francisco Gutiérrez, un viejo pescador del pueblo.

Alberto Gómez, quien se dedica a la venta de pescado fresco en la puerta de su casa, asegura que los altos niveles del embalse provocan que los peces se vayan para el Canal del Dique con la apertura de las compuertas. “En este pueblo hay hambre, aunque se diga lo contrario”, asegura.

Otros habitantes del pueblo señalan que pesqueras privadas acaparan todos los peces del embalse y que los cultivos promovidos por la Gobernación del Atlántico no han prosperado.

Debido al alto nivel del agua es poco común ver a pescadores navegando el embalse por estos días. Las mañanas transcurren con los habitantes sentados en los frentes de sus viviendas, conversando y huyéndole al calor y las noches en medio de un silencio profundo que esperan no sea interrumpido por el embate del agua, como aquella noche de 2010.

Eduardo Patiño M.

Periodista de las secciones Ciudad y País de Contexto.

Alberto M. Coronado

Periodista y editor cultural. Es Editor general de Contexto.

 

 

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