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Foto: Diners Mundo. 

La ganadería como protagonista de la economía costeña, un texto insumo para el estudio de la historia regional.

Desde hace varios decenios el significado económico, social, cultural y político de la ganadería ha suscitado puntos de vista encontrados en Colombia y en su región Caribe. Tanto quienes la condenan como causa de atraso, como quienes la defienden como la única posibilidad en medio de unas condiciones ambientales, demográficas, técnicas y de capitales adversas para otras actividades agrícolas, reconocen que la ganadería ha marcado la vida de muchas generaciones de la gente del campo y que a su alrededor se ha construido buena parte del mundo económico, social, político y cultural de sus regiones, en especial de la Costa Caribe. Pese a esta importancia, la producción historiográfica no le había concedido igual relevancia a la otorgada al café, hasta que en años recientes los estudios de Eduardo Posada, Gloria Ocampo, Shawn Van Ausdal y Adolfo Meisel, empiezan a ofrecernos análisis que reorientan interpretaciones de naturaleza política y sociológicas carentes de soportes en la investigación histórica. 

El ”antilatifundismo sociológico”

Por los años de 1940 Luís E. Nieto Arteta indicó que sobre los temas agrícolas en Colombia se había formado un cuerpo de ideas políticas y sociológicas provenientes del siglo XIX al que llamó “antilatifundismo sociológico”. Con este concepto designó una interpretación sobre la propiedad agraria, los usos del suelo, las relaciones sociales y la economía de libre empresa, vistas como el resultado de una evolución histórica. 

Esta interpretación estuvo marcada por dos grandes influencias. Una se fue ensamblando desde mediados del siglo XIX con algunos pensadores y políticos liberales que ascendieron al poder durante el tercer cuarto de esa centuria, tradición que achacaba las limitaciones de la economía agroexportadora y el atraso industrial a la concentración de la propiedad territorial en pocas personas y al mal uso del suelo. Los intentos realizados para aclimatar en Colombia una economía agroexportadora, originaron entre los reformadores liberales (Salvador Camacho Roldán, Aníbal Galindo, Miguel Samper, José María Samper) reflexiones sobre la economía agraria y las formas de propiedad existentes en la República que prolongaban la economía colonial. Las críticas recayeron sobre los bienes amortizados, los censos, mayorazgos y capellanía, las formas corporativas de posesión y usufructo del suelo como los resguardos indígenas, ejidos de los municipios y tierras de mancomunidad indivisas y el latifundio improductivo, a los que se consideraron como obstáculos para el progreso económico.

Y a la vuelta del siglo XX estas  ideas fueron retomadas  por  Alejandro López en su influyente  libro Problemas colombianos (1927),  y después terminaron  deslizándose en la sociología marxista que comenzaba a  preocuparse por estudiar la evolución histórica de la propiedad territorial, las características de las relaciones sociales entre el campesinado y los poseedores de grandes propiedades territoriales, las peculiaridades del poder político en las zonas agrarias, la naturaleza social del campesinado y su posible función en un proceso de cambio social. Muchos de estos estudios llevan la patente de fuertes sesgos ideológicos y políticos, y formaron parte de los debates sobre unas interpretaciones del pasado que debían estar al servicio del cambio social. 

Revisar el “antilatifundismo sociológico” a la luz de los estudios históricos sobre la ganadería costeña

En algunos países latinoamericanos con sólidas economías ganaderas (Argentina y Uruguay) la satanización de esa economía pecuaria empezó a ser cuestionada hace cuatro decenios gracias a las reelaboraciones sufridas por los modelos de estudio. Así aparecieron los diversos actores sociales (empresarios, pequeños y medianos hacendados, campesinos, intermediarios, etc.), en unas dimensiones hasta ese momento desconocidas. La consecuencia ha sido que el estudio de las relaciones entre la ganadería, la tierra, las relaciones sociales y la economía de mercado se ha diversificado hacia temas más específicos tales como el análisis de las innovaciones tecnológicas, especialización de los diversos agentes sociales de acuerdo a las fases de la producción, las especificidades de la racionalidad económica que orientaba las inversiones de los hacendados, el impacto ambiental, etc. La conjunción de estas nuevas variables de análisis ha otorgado relevancia a nuevas fuentes que permiten estudios más pormenorizados.

En condiciones parecidas, en los últimos tres decenios en Colombia se ha producido un cuerpo de ideas que en términos generales está en vía contraria del “antilatifundismo sociológico”. Un ligero inventario muestra que hay avances parciales en el conocimiento de las características de la economía ganadera, en especial de la racionalidad que orientaba la inversión en esta actividad y en la existencia de una división de funciones acorde con las diversas fases de la producción. 

De igual manera, de un cuerpo de ideas que negaba cualquier contribución de la ganadería al crecimiento económico de Colombia, ahora se evalúa con mayor detalle tanto sus aportes como las limitaciones que puso a la creación de un mercado con poder adquisitivo para la industria de las regiones en que aquella fue el sector dominante en la economía. También se han medido sus contribuciones al proceso de industrialización. Asimismo, estos estudios empiezan a explorar temas como las mejoras técnicas introducidas, en especial las innovaciones en las razas de ganado para crear una especie resistente a las condiciones climáticas y con buenas capacidades para producir leche y carne, y el impacto ambiental del ganado, como también los sectores sociales a ella vinculados.

Críticas al revisionismo historiográfico

Pero al mismo tiempo que la ganadería obedeció a circunstancias de hierro que la convirtieron en la única posibilidad para la economía costeña, también ha sido objeto de análisis críticos como los realizados por Adolfo Meisel, quien se ha interesado en estudiar las relaciones macros entre las economías urbana y agraria de la región Caribe colombiana para develar en qué medida el sector industrial no halló condiciones favorables para su crecimiento en el mercado regional debido a las relaciones económicas y sociales predominantes en el campo de esta región. 

La idea central de  Meisel puede formularse de la siguiente manera: en el siglo XIX y primera mitad del XX el éxito de la fase inicial del crecimiento económico de una región y/o país dependía de la inserción satisfactoria en los mercados internacionales del sector agroexportador, mientras que las posibilidades de crecimiento del sector que producía para el mercado interno dependían, tanto de su comercialización interna como del comportamiento sector exportador. Por tanto, por el mismo carácter del modelo agroexportador las regiones que se especializaron en la producción para exportar crecieron, mientras que las vinculadas a la economía nacional interior se estancaron.

Adolfo Meisel ha estudiado las relaciones entre las economías urbana y agraria de la región Caribe colombiana para develar en qué medida el sector industrial no halló condiciones favorables para su crecimiento en el mercado regional debido a las relaciones económicas y sociales predominantes en el campo de esta región. 

Ante la pregunta sobre el fracaso del sector exportador de la Costa Caribe en el periodo 1905-1950 (cuando el país vivió la etapa más exitosa en este campo en su historia económica), Meisel propone varias hipótesis en concordancia con su interés en el enfoque del tipo de eslabonamientos desarrollada por Albert Hirschman que relaciona el impacto del crecimiento económico en las diversas áreas económicas, con la sociedad y las políticas gubernamentales. 

Una señala que el eslabonamiento que existió entre el desarrollo industrial urbano y la economía agraria no era el más adecuado para que aquél mantuviera su crecimiento a igual ritmo que del resto del país, pues al especializarse el agro en la producción ganadera vinculada al mercado interno, actividad que demandaba poca mano de obra, el mercado regional costeño era restringido, y en consecuencia la producción industrial no podía sostener su crecimiento. También se debió al carácter portuario y comercial de sus principales ciudades, que han crecido de espaldas a sus hinterland naturales y no se convirtieron en motor de transformaciones en el campo como si sucedió en otras latitudes. 

El olvido de las relaciones entre ganadería y poder

Sin embargo, las críticas del revisionismo al “antilatifundismo sociológico” no invalida uno de los supuestos centrales del modelo que este utiliza, a saber, que no se puede comprender de manera cabal lo sucedido en el agro colombiano y de su región Caribe, en especial, la expansión de la ganadería, sino se tiene en cuenta las relaciones de los distintos grupos sociales con el poder. Estos sectores sociales (comerciantes, hacendados, ganaderos, políticos, profesionales, indígenas, comunidades campesinas, agricultores residentes en los espacios urbanos, autoridades distritales y provinciales), se vieron gratificados o frustrados en sus aspiraciones de bienes materiales en concordancia con sus influencias sobre las autoridades y con las formas de poder que construyeron en sus espacios vitales y áreas de dominio. 

La concentración de una buena proporción de la riqueza pública de esta región en manos de un sector que a su ascendencia social unía su representatividad en las instituciones públicas y en otras esferas del poder político, institucional y social, se acentuó desde finales de los años 1860, cuando ganaderos de provincias empezaron a hacer presencia de manera cada vez más creciente en la Asamblea Legislativa del Estado de Bolívar y en otros niveles de la administración pública, logrando imponer una política económica que les facilitaba  el acceso a las tierras públicas y a las que se hallaban bajo regímenes corporativos de propiedad. Políticos de provincias estuvieron a la cabeza de la apropiación de tierras y del negocio del ganado.

Se puede colegir que hemos avanzado en el estudio  de este sector de  la economía, pero  que aún queda  un largo  trecho por  caminar.

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Sergio Paolo Solano 

Historiador. Profesor del Programa de Historia de la Universidad de Cartagena. Doctor en Humanidades de la Universidad Autónoma Metropolitana de México.