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La exministra de las TIC, Karen Abudinen, durante el debate de moción de censura por el caso del millonario contrato con Centros Poblados que tuvo lugar el pasado 3 de septiembre en el Congreso.

Con motivo del escándalo en el que se vio envuelta la exministra de las TIC, Karen Abudinen, en redes sociales se viralizó el uso de la palabra “Abudinear”. ¿Cómo nacen y se acuñan las nuevas palabras? El habla popular como recurso de confrontación política.

Los neologismos –aquellas palabras o giros que se introducen como innovación en una lengua– suelen acuñarse sigilosa y anónimamente. Casos sensacionales como el presunto nuevo verbo formado a partir del apellido de la exministra de las TIC Karen Abudinen no son únicos, pero sí excepcionales. Su notoriedad se debe al escándalo público en medio del cual tienen lugar. Un claro antecedente histórico lo constituye el término McCarthyism (macartismo), que se acuñó en 1950 en Estados Unidos en pleno curso del grave suceso de las acusaciones de práctica de “actividades antiamericanas” formuladas por el senador Joseph McCarthy contra personas de los medios de comunicación, del cine, del Gobierno y hasta de las Fuerzas Armadas de ese país.

Como macartismo (del que se derivaron después en español “macartista” y “macartizar”), las formas “abudinar” o “abudinear” se propusieron con un sentido peyorativo. Es decir, ambas iniciativas neológicas tuvieron una clara intención de crítica política, lo que no las invalida como tales. Cualquier actitud humana, sea elogiosa o condenatoria, perversa o benévola, puede inspirar la creación de una palabra.

El caso relacionado con la exministra Abudinen comportó una serie de hechos relevantes, en su mayoría cuestionables, que vale la pena examinar todavía. Empezaré por el que demuestra el empleo de la neología como recurso de resistencia o de confrontación política.

¿Una consulta capciosa?

El 30 de agosto último, en Twitter, el usuario @yeto03, cuyo nombre de perfil es Aston Lincoln, publicó un mensaje en que preguntaba a @RAEinforma, la cuenta de la Real Academia Española (RAE) en esa red, lo siguiente: “¿Existe el verbo ABUDINAR y de ser así, que [sic] significa y en qué contexto se puede usar?”. La ignorancia del usuario era a todas luces fingida, pues él sabía bien que el uso de ese verbo era apenas recentísimo, y además conocía bien el significado que querían darle sus inventores. La RAE contestó al día siguiente: “No hemos documentado el uso real de esa voz en español”. El usuario @yeto03 se dirigió de nuevo el mismo día a la institución lingüística: “Es un verbo que se está usando en Colombia como ABUDINAR o ABUDINEAR. Ejemplo: a Juan le abudinearon el celular”. Un día después, el 1.º de septiembre, la RAE le respondió: “Documentamos las formas ‘abudinar’ y ‘abudinear’ en textos de redes sociales como verbos de reciente creación, usados en el habla popular de Colombia con el sentido de ‘robar, estafar’”.

Documentar significa simplemente que la RAE comprobó que en Twitter se estaban usando esas nuevas formas. Pero este tuit de la RAE contenía un dato que difícilmente podía haber verificado: el de que ello implicaba el empleo de tales formas en “el habla popular de Colombia”. La conversación de Twitter, incluidos sus temas y su vocabulario, no siempre refleja la del habla popular. Al parecer, la RAE creyó a pie juntillas en el testimonio del usuario que hizo la consulta: “Es un verbo que se está usando en Colombia”.

Sin embargo, dos días después, el viernes 3 de septiembre, durante el debate de la moción de censura contra la funcionaria Karen Abudinen en la Cámara de Representantes, hubo un testimonio que parecía demostrar que las formas “abudinar” y “abudinear” sí se estaban usando en efecto en el habla popular de Colombia. Lo dio el representante Mauricio Toro, del partido Alianza Verde, quien, al final de su intervención en el debate, dijo: «Hace unos días, en uno de los municipios de Cundinamarca al que estaba visitando, me dijeron: “No saque el celular por aquí que se lo ‘abudinean’”». No había razón para no creerle a Toro, pero su testimonio contenía un elemento sospechoso: el ejemplo del uso del término que citó era exactamente el mismo que había citado el usuario de Twitter @yeto03 en su consulta a la RAE: en ambas oraciones, el complemento directo del nuevo verbo era el sintagma nominal “el celular”, lo que hacía recelar de que correspondiera a un uso real. Y no hay duda de que el respresentante había leído el tuit de @yeto03, dado que había sido tendencia en Twitter Colombia un par de días atrás.

Por lo demás, en Twitter no es infrecuente el uso de neologismos como herramienta de la discusión política: uno suele encontrar allí “uribizar”, “desuribizar”, “fajardear”, “duquear”, etc.

 

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Usuarios de Twitter pronto elevaron la consulta a la RAE sobre la existencia del verbo «Abudinar».

¿Cuál es la función de la RAE?

Otro hecho notable que ofreció este affaire neológico es la percepción equivocada que sobre las funciones de la RAE tiene no sólo la gente del común, sino algunas figuras públicas reconocidas. Todas dieron por sentado que el solo hecho de que la RAE hubiera documentado (es decir, constatado) el uso de “abudinar” y “abudinear” implicaba que había aprobado, aceptado o autorizado el empleo de tales formas. La activista Catherine Juvinao escribió: “Oh por Dios, #Abudinear ya es oficial”. El exalcalde de una importante ciudad trinó: “Qué vergüenza que la RAE admita el término #Abudinear como sinónimo de robar o estafar”.

Conviene aquí aclarar que, tal como lo explicó uno de los académicos de número de la RAE, el prestigioso escritor Javier Marías, en un artículo publicado el 20 de diciembre de 2014 en el diario El País, de Madrid (“Diccionario Penal”), esa entidad “no ‘sanciona’, no ‘legaliza’, no ‘da carta de naturaleza’, no ‘autoriza’ a utilizar un vocablo, no señala lo que es admisible o inadmisible, entre otras razones porque no tiene poder para ello. La gente habla y escribe como le da la gana, y al hacerlo le trae sin cuidado lo que incluya o diga el Diccionario. Éste no ‘faculta’ ni ‘impide’, tampoco castiga ni multa, ni siquiera reprende a nadie, todo eso está fuera de sus atribuciones”.

En efecto, para crear y usar las formas “abudinar” y “abudinear” como nuevos verbos, nadie tenía ni tiene por qué consultarle a la RAE. La que decide la aceptación o no de un neologismo es la institución suprema de la comunidad lingüística. Los colombianos acuñamos las voces “descrestar”, “camellar”, “trancón”, “veintejuliero”, “papayera”, “bololó”, “yeyo”, entre tantas otras que hoy por hoy están bien instaladas en el habla popular del país, sin necesidad de preguntarle jamás nada a la RAE, y nadie deja de usarlas por el hecho de que muchas de ellas no figuren todavía en el diccionario de la RAE, que, por cierto, ya no es el diccionario de la RAE (el otrora DRAE), sino el Diccionario de la lengua española (DLE), pues desde la 23.ª edición, que salió a la luz en 2014, esta obra es el resultado del trabajo mancomunado de la Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale), que está compuesta por las 23 Academias de la Lengua Española que existen en el mundo y de la que la RAE es sólo un miembro más.

Por lo demás, en Twitter no es infrecuente el uso de neologismos como herramienta de la discusión política: uno suele encontrar allí “uribizar”, “desuribizar”, “fajardear”, “duquear”, etc.

El mal manejo de la prensa

Fueron varios los medios de comunicación nacionales que se rajaron en la cobertura de este hecho (el verbo “rajar”, por cierto, no aparece en el DLE en la acepción de origen escolar en que aquí lo empleo). La publicación digital Las Dos Orillas informó el 5 de septiembre, bajo el título “Hasta la RAE ya hace referencia a la ministra Abudinen”, que “un usuario colombiano a través de twitter [sic] le preguntó a la RAE (…) si ya tenían referenciado el término [abudinear], y para su sorpresa si [sic] lo tienen registrado como término popular”. En primer lugar, es falso que el usuario de Twitter en cuestión, @yeto03, haya manifestado sorpresa ante la respuesta de la RAE; y en segundo lugar, no es exacto afirmar que la RAE tuviera registrado el término. La RAE, recuerden, declaró ante la primera consulta de @yeto03 que no había documentado “el uso real de esa voz en español”. Fue ante su segunda consulta que, y tras hacer una busca en las redes sociales, la institución española afirmó que registraba el uso del vocablo.

Pero el diario Publimetro metió las patas hasta el fondo del cieno. El 5 de septiembre tituló: “‘Abudinear’ ya es un término aceptado por la RAE”. ¿Aceptado? Lo único que podría significar la expresión “aceptar un término” en relación con la RAE es que lo incluya en el Diccionario de la lengua española, lo cual sólo sucede cuando su uso está firme y ampliamente arraigado; y ello, según ya he dicho, no es una decisión que ahora adopte en solitario, sino de común acuerdo con la Asale, máxime que, como en este caso, se trataría de un colombianismo.

Días después, en su edición web, corrigió el titular, pero no el contenido de la nota; aquél quedó así: “‘Abudinear’ ya es un término documentado por la RAE”; ésta no sólo sigue diciendo que “ya es formal”, sino que más adelante agrega: “Y por supuesto, el término, al ser aceptado, ya tiene sendas [sic] y copiosas burlas en Twitter”. Además, le atribuye falsamente a la RAE que la palabra se observa “como modismo para ‘robar y estafar’”. Desde Madrid nunca se afirmó que se tratara de un “modismo”, pues hasta un buen alumno de bachillerato sabe que un modismo es una expresión pluriverbal (a bocajarro, lágrimas de cocodrilo, poner el grito en el cielo, etc.).

Otro error de Publimetro –en el que también incurrió el diario digital Infobae en una nota del 8 de septiembre– es que señala que “los internautas no fueron los primeros en usar el término”, sino que éste “surgió” durante la moción de censura que llevó a cabo la Cámara de Representantes. Pero hay un pequeño problema que impide la credibilidad de esta información: la moción de censura tuvo lugar, como ya lo indiqué arriba, el viernes 3 de septiembre, mientras que la consulta en Twitter a la RAE sobre las formas “abudinar” y “abudinear” se hizo el 30 de agosto.

Para crear y usar las formas “abudinar” y “abudinear” como nuevos verbos, nadie tenía ni tiene por qué consultarle a la RAE. La que decide la aceptación o no de un neologismo es la institución suprema de la comunidad lingüística.

La equivocación de la ministra

El 6 de septiembre, la entonces ministra Karen Abudinen publicó en las redes sociales un mensaje en el que anunciaba que le había solicitado a la RAE que desmintiera que su apellido se había adoptado en Colombia como verbo para significar “robar o estafar”. Y añadía: “Mi apellido y el de ningún ser humano puede ser utilizado para degradarlo, eso es un crimen”.

En esto último se equivocaba la ministra. Los hablantes de una lengua sí pueden crear palabras con sentido despectivo, peyorativo o negativo a partir de un nombre propio. Ya mencioné el caso de macartismo; y la historia nos ofrece otros ejemplos conocidos: “linchar”, a partir de Lynch (por el estadounidense Charles Lynch, 1736-1796); “sadismo” y “sádico(a)”, a partir de Sade (por el escritor francés D. A. François, marqués de Sade, 1740-1814), e incluso “dantesco(a)”, no desde luego en el uso especializado, sino coloquial –al igual que “sadismo” y “sádico(a)”–, a partir de Dante (por el célebre poeta italiano medieval).

De todos modos, el mismo día, aunque en respuesta a una pregunta de otro tuitero, la cuenta @RAEinforma aclaró que, si bien había documentado tras una consulta la circulación en redes sociales de los términos “abudinar” y “abudinear”, ello “en absoluto” implicaba “su reconocimiento oficial ni mucho menos su inclusión en el diccionario académico”.

Lo cual es apenas natural, ya que no basta que se documente el uso de una palabra por unos días, semanas o meses para que se incluya en el Diccionario de la lengua española. El DLE sólo recoge las voces que existen real y propiamente, es decir, que “existen con un nivel de uso intenso y amplio” por un periodo “de al menos seis o siete años, pues de otro modo, podrían reflejar un uso pasajero”, tal como puntualizó la entidad peninsular en 2016 ante otro caso similar.

Ahora bien, independientemente de que se incluya o no en el DLE, lo clave para que un neologismo se incorpore al caudal léxico de una lengua es eso: que se asiente entre la mayoría de los hablantes de un territorio en el largo curso del tiempo. ¿Ocurrirá ello con “abudinar” y “abudinear”? Nadie podría aventurar una respuesta a esta pregunta.

Joaquín Mattos Omar

Santa Marta, Colombia, 1960. Escritor y periodista. En 2010 obtuvo el Premio Simón Bolívar en la categoría de  “Mejor artículo cultural de prensa”. Ha publicado las colecciones de poemas Noticia de un hombre (1988), De esta vida nuestra (1998) y Los escombros de los sueños (2011). Su último libro se titula Las viejas heridas y otros poemas (2019).