ajonjoli-campesinos

El libro rescata los saberes menospreciados de los antiguos cazadores recolectores, quienes conocían de múltiples especies de plantas y desarrollaron técnicas para aprovecharlas sin depender de la agricultura.

Las antiguas culturas indígenas precolombinas tenían una profunda sabiduría ancestral en el uso de diferentes especies para consumo humano. Un nuevo libro devela cómo los Muiscas y los Taironas practicaron una mezcla de agricultura no extensiva que aseguró su supervivencia y la armonía con su entorno.

Luego de la protocolaria Cumbre Climática COP26, que reunió a más de 100 líderes mundiales sin resultados muy novedosos, vale la pena pensar en otras formas de habitar el planeta que fueron exitosas. Justo en medio del debate mundial sobre el cambio climático aparece el libro Antes de Colombia. Los primeros 14.000 años, del antropólogo, arqueólogo e historiador colombiano Carl Henrik Langebaek, un trabajo que desde el pasado muy lejano nos obliga a reflexionar sobre la actualidad.

Carl Langebaek nos recuerda que el tema del cambio climático no es nada nuevo. Nuestro planeta se viene transformando permanentemente desde hace miles de años. Este fenómeno contribuyó a que los humanos antes de poner un pie en este territorio ya fueran entre sí muy diversos y tuvieran estrategias de adaptación distintas para sobrevivir en el trópico.

El libro rescata los saberes menospreciados de los antiguos cazadores recolectores, quienes conocían de múltiples especies de plantas y desarrollaron técnicas para aprovecharlas sin depender de la agricultura. En el trópico suramericano, la agricultura no desplazó otras formas de subsistencia –como la cacería y recolección– sino que las complementó. Los múltiples ejemplos de las investigaciones arqueológicas encontradas en nuestro territorio nos confirman que el conocimiento y domesticación de las plantas sin practicar la agricultura extensiva, da mayor flexibilidad a los cambios climáticos y permite adaptabilidad en distintos medios. Aunque la selva amazónica no era en tiempos prehispánicos tal como la conocemos ahora, hoy es claro que buena parte de las selvas y no solo del Amazonas son en realidad bosques culturales “producto de miles de años de prácticas humanas orientadas a favorecer el crecimiento de ciertas especies”. La evidencia muestra también que los suelos fueron intervenidos para modificarlos y hacerlos más productivos.

Un ejemplo vivo de la supervivencia de este conocimiento está plasmado en la historia de los Nukak, aquella tribu nómada “descubierta” en el año 1984 en el Guaviare y con la cual repetimos el drama de la conquista del Nuevo Mundo. Un grupo de científicos los estudió y, para su sorpresa, encontró que los Nukak tenían un sofisticado conocimiento de las plantas y hacían uso de 83 especies vegetales, de las cuales los académicos pudieron identificar sólo 43. Encontraron que ellos se desplazaban cada cierto tiempo no por cálculos de costo – beneficio sino por razones rituales y sociales. Los Nukak abandonaban sitios abundantes en recursos para ir a reuniones con otros grupos. Su concepto del territorio tenía un carácter simbólico íntimamente relacionado a su cosmogonía. Al poco tiempo, el 40 % de la población murió por enfermedades debidas al contacto con la “civilización”. Se dice que el gobierno tuvo siempre dificultades en identificar un líder formal entre ellos ya que su organización social no tenía la misma connotación que en nuestro sistema occidental. Su lógica era más colaborativa que jerárquica.

Los múltiples ejemplos de las investigaciones arqueológicas encontradas en nuestro territorio nos confirman que el conocimiento y domesticación de las plantas sin practicar la agricultura extensiva, da mayor flexibilidad a los cambios climáticos y permite adaptabilidad en distintos medios.

La agricultura, en el caso de nuestro territorio, no significó la consolidación de las grandes civilizaciones como lo fue en el Viejo Mundo. Según Langebaek, es paradójico que la palabra “agricultura” sea sinónimo de vida “civilizada” a pesar de que logramos sobrevivir sin ella durante miles de años.

Desgraciadamente la agricultura extensiva está dificultando nuestra subsistencia ya que ha causado la reducción de la biodiversidad en el planeta a favor del cultivo de unas cuantas especies. Sabemos mucho de unas cuantas, y muy poco de la inmensa mayoría. Hemos destinado grandes extensiones de tierra a la ganadería para complacer a los amantes de la carne; y hemos deforestado otro tanto para crear los monocultivos de soya, atendiendo a los vegetarianos. Por esta razón, la agricultura extensiva nos hace ignorantes. La pérdida de la diversidad y su conocimiento profundo nos deja más expuestos ante los fuertes cambios climáticos.

Múltiples evidencias científicas encontradas en lo que hoy es Colombia, demuestran que aquellos grupos humanos que lograron mantener la diversidad de cultivos y especies de plantas domesticadas, practicando la constante movilidad y las relaciones colaborativas, tuvieron mayor probabilidad de supervivencia. Estos desplazamientos constantes de la población dificultaron el control de los españoles, para ello la autoridad colonial necesitaba que se asentaran en un poblado alrededor de una plaza y bajo el control de una iglesia. Los Taironas tenían tierras de labranzas a distintas alturas en la Sierra Nevada de Santa Marta y se movían constantemente desde el litoral hasta las lagunas cerca a los picos nevados. Los Muiscas tenían acceso a diferentes cultivos de maíz y frutales moviéndose entre la sabana y tierras más templadas. La movilidad es una característica que se encuentra en la evidencia prehispánica de distintas zonas del país. Los vestigios encontrados demuestran que ante los cambios climáticos los pueblos que se especializaron y permanecieron en un lugar fijo sufrieron de manera dramática.

Para encontrar estrategias que nos permitan adaptarnos a estos fuertes cambios climáticos que estamos viviendo, basta con mirar un poco atrás y rescatar las experiencias exitosas de nuestros antepasados que supieron aprovechar la inmensa diversidad natural del trópico.

Nuestra riqueza reside en parte en un conocimiento muy profundo de la naturaleza y la variedad de estrategias adaptativas a un medio diverso. La arqueología, después de todo, ofrece respuestas a las cuestiones humanas más prácticas de lo pensado.

Antes de Colombia. Los primeros 14.000 años
Carl Henrik Langebaek
Editoral Debate
2021

Beatriz Toro P.

Antropóloga de la Universidad de los Andes. Magíster en Desarrollo Social de la Universidad del Norte.