Foto: Marcus P. Unsplash.
En plena campaña electoral los medios de comunicación tienen que garantizar que los géneros periodísticos se utilicen de manera precisa, sin alterar su esencia y dentro de los limites trazados para que puedan iluminar al público.
Los medios de comunicación tradicionales tienen la enorme responsabilidad de informar con honradez, exactitud y amplitud. Sin embargo, a menudo desinforman. Una de las principales razones de esta cuestión la ofrece el endeble lindero que marca los límites entre la opinión y la información periodística.
Como bien señaló el filósofo y periodista Jean Ravel: “Los periodistas asumen en la vida pública un doble papel: es a la vez actor e informador. Si cree sinceramente en las causas de las que es abogado, no debe haber conflicto entre su papel de actor, la influencia que trata de ejercer y su papel de informador”.
Se puede apreciar cómo detrás de ese planteamiento subyace un dilema entre las concepciones del periodista y el conocimiento real. Por esa razón, los medios de comunicación separan cuidadosamente la opinión de la información, y utilizan metodologías diferentes para cada género periodístico.
La idea es que, por un lado, el periodismo de opinión analiza los hechos y trata temas de actualidad para orientar al público, llamarlo a la reflexión o influir en su opinión; y, por otro lado, el periodismo informativo se concentra en describir fielmente los hechos y acontecimientos que interesan al público.
Así, la interpretación plural de los hechos y, sobre todo, su real descripción conduce a que la audiencia cuente con más elementos de juicio para darle forma a su propia opinión. De esta forma también se disminuye la posibilidad de que los medios de comunicación puedan manipular a sus audiencias.
El periodismo de opinión analiza los hechos y trata temas de actualidad para orientar al público, llamarlo a la reflexión o influir en su opinión. El periodismo informativo se concentra en describir fielmente los hechos y acontecimientos que interesan al público.
Por eso preocupa en extremo que dos géneros periodísticos claves, que deben actuar por separado de forma complementaria, terminen mezclándose en un plumazo. Pues, cuando desaparecen el límite entre información y opinión, la opinión se presenta como información, y llega la desinformación.
Así, por ejemplo, vemos como el autor acomoda el relato de los hechos, o presenta una cara de la realidad y oculta otras, o enfatiza en unos hechos y omite otros, o maximiza unas acciones y minimiza otras, o simplemente no informa. En cada caso lo que dice refleja sus más profundos deseos.
Estas fórmulas descriptivas engañosas en las que se adultera de forma voluntaria o involuntaria la realidad objetiva, contraviniendo la ética y los estándares periodísticos, son inaceptables porque hacen que la opinión ciudadana tome un rumbo equivocado o falso, generando un enorme daño público.
Podría decirse, partiendo de la buena fe, que hay dos factores que dan píe a la salida de desinformación mediática: primero, la inmediatez informativa, que reduce el margen de verificación y facilita la difusión de noticias erróneas, y, segundo, los sesgos cognitivos, que convierten la información en opinión.
Ciertamente, la libertad e independencia de los medios de comunicación no garantizan que toda la información sea veraz. Basta pensar en las tendencias de los periodistas y las orientaciones de los medios. Se debe suponer, más bien, que la información puede ser presa fácil de las debilidades humanas.
Por ese motivo, los medios de comunicación tradicionales tienen que redoblar esfuerzos para combatir las fugas de desinformación y garantizar que los géneros periodísticos se utilicen de manera precisa, sin alterar su esencia y dentro de los limites trazados, para que puedan iluminar al público.
Podría decirse en forma coloquial que la información y la opinión deben actuar juntas, pero no revueltas.
Julio Antonio Martín Gallego
Magíster en educación, especialista en filosofía contemporánea e ingeniero mecánico de la Universidad del Norte. Investigador y consultor especializado en procesos de cambio educativo y aprendizaje organizacional.