Con el declive de la explotación carbonífera, la agricultura y el sector servicios podrían ser las claves del futuro económico de este departamento costeño. El reto: capacitar su recurso humano.

La noticia de suspensión de operaciones de la segunda empresa carbonífera en el departamento del Cesar nuevamente manifiesta la necesidad de una diversificación productiva en este territorio. Los datos disponibles del PIB del Cesar indican que en los últimos años la explotación del carbón ha representado cerca del 40 % del valor agregado departamental. Es claro que suspender operaciones de esta compañía tendrá un impacto importante en la actividad económica cesarense. Ante esta realidad, la pregunta es: ¿qué otras opciones productivas existen en el departamento?

Para un análisis de alternativas, podemos partir que en un territorio existen tradicionalmente cuatro factores de producción: tierra, recursos naturales, capital y trabajo. En cuanto al recurso natural, la caída en la demanda de carbón, principal producto en el Cesar, implicará que su explotación finalizará en un mediano plazo. Un aspecto que debe comenzar a analizarse es el uso que se le dará a la infraestructura que dejarán las empresas carboníferas en el departamento, por ejemplo, la red ferroviaria y los puertos podrían ser utilizados para movilizar otros productos. Relacionado también con los recursos naturales, el departamento tiene un significativo potencial en energías alternativas, como por ejemplo la solar, que podrían intensificarse en su explotación.

Un segundo factor es el capital, necesario para iniciar cualquier proceso productivo. Es una realidad que el departamento no se caracteriza precisamente por la abundancia de este factor productivo. Las grandes inversiones en minería en el Cesar se generaron por la llegada de inversionistas externos. Esto no necesariamente es un impedimento, ya que, así como se movilizaron grandes capitales anteriormente, se podrían atraer nuevamente encontrando unos sectores atractivos para nuevas inversiones.

Los otros dos factores de producción, tierra y mano de obra, son relativamente abundantes y una estrategia de producción debería partir de ellos. Sin embargo, a pesar de la abundancia relativa, estos factores no se caracterizan por la mejor calidad y sería una tarea importante por adelantar si el departamento planea que estos factores se conviertan en un generador importante de valor agregado.

De acuerdo con la Encuesta Nacional Agropecuaria (ENA), en 2019 existían 1.9 millones de hectáreas en el Cesar, de las cuales cerca del 80 % estaba destinado a la actividad pecuaria. El grueso de estos suelos (68 %) se encuentran en la categoría de fertilidad moderada; el 19 % tiene fertilidad baja y solo el 10 % se clasifica como fertilidad alta. Además, estas tierras están sometidas a los factores climáticos: unos meses de larga sequía y luego otros de lluvias abundantes. Bajo esas condiciones, poder explotarlas en una agricultura y ganadería comercial con destino a mercados domésticos o externos exigirá un trabajo importante de adecuación de suelos y programación de siembras.

Frente a esto, se requiere la movilización de capitales privados y/o públicos, que logren hacer realidad unos distritos de riego que habiliten los suelos para una producción comercial. Esto también demandará un acompañamiento del Estado para la introducción de técnicas de producción acordes con las condiciones de los suelos y el clima, a través del desarrollo tecnológico y la extensión de este conocimiento a los productores. Aquí hay una gran labor que podría liderar el gobierno departamental con entidades como el ICA, Ministerio de Agricultura, Agencia de Desarrollo Rural, Corpoica, Procolombia, entre otros. Todo esto exige el uso adecuado de los recursos hídricos que garantice el manejo sostenible de las cuencas y cuerpos de aguas del departamento.

 

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La explotación del carbón ha representado durante años el 40 % de los ingresos del departamento del Cesar. La suspensión de operaciones de Prodeco plantea el interrogante sobre el futuro de este renglón económico en toda la región.

Los otros dos factores de producción, tierra y mano de obra, son relativamente abundantes y una estrategia de producción debería partir de ellos. Sin embargo, a pesar de la abundancia relativa, estos factores no se caracterizan por la mejor calidad y sería una tarea importante por adelantar si el departamento planea que estos factores se conviertan en un generador importante de valor agregado.

Con el recurso humano también existe una tarea grande por hacer. De acuerdo con el Centro de Estudios Socioeconómico y Regionales (Cesore), el 34.3 % de los colegios del Cesar son clasificados como deficientes en los resultados de las pruebas Saber 11. Estos autores indican que solo 6 de cada 100 instituciones alcanzan la clasificación muy superior, mientras en Colombia 15 de cada 100 colegios lo logran. Para mejorar la calidad de la educación, la iniciativa Casa Grande Caribe propuso cuatro estrategias: ampliación en la educación preescolar, incremento en la cobertura de la jornada única, formación de docentes y fortalecimiento institucional. Esta no es una tarea de corto plazo y requerirá el esfuerzo de varios gobiernos. Para el departamento del Cesar, Casa Grande Caribe estimó que para cerrar la brecha con el promedio nacional en educación se requerirían 680 millones de dólares en un periodo de 12 años.

Una de las opciones de corto plazo son las economías de aglomeración que surgen en torno a la capital departamental. Valledupar es un centro de servicios que atiende cerca de un millón de habitantes, 500 mil vallenatos más los residentes de varios municipios de influencia en el sur de La Guajira, del norte y centro del Cesar y del centro del Magdalena. Valledupar provee servicios en educación, salud, comercio, restaurante, transporte, recreación y turismo. De igual forma, podría consolidarse en el sur del departamento a Aguachica como centro de servicios para su área de influencia. Vincular estos centros de servicios urbanos con la producción agropecuaria de los municipios rurales podría ayudar a la reducción de las brechas rural-urbano que actualmente existen. Por último, se requiere la formación de los recursos humanos para atender la mano de obra que necesitan las actividades económicas de esos centros de servicios.

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Jaime Bonet

Economista de la Universidad de los Andes con una maestría en Economía y un doctorado en Planeación Regional de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign. Desde 2013 se desempeña como gerente de la sucursal de Cartagena del Banco de la República, en donde ejerce como director del Centro de Estudios Económicos Regionales (CEER).