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Fernando Vallejo vuelve a las andanzas con “Escombros”, una autobiografía rabiosa y trascendental.

“Escombros”, la más reciente obra del escritor antioqueño, una autobiografía rabiosa en tiempos de selfies.

Una amiga, experta en la obra de Fernando Vallejo, cree que el escritor debió retirarse a tiempo; su mito pudo ser más grande si después de decir sus verdades de la mejor manera posible, y lo logró en La Virgen de los Sicarios y El Desbarrancadero, se hubiera retirado al campo a lo Henry Thoreau o simplemente se hubiera callado en su apartamento en México, que compartía con el escenógrafo local David Antón. Por ejemplo, J.D. Salinger, el gran escritor norteamericano, se retiró después de cuatro o cinco libros y esto engrandeció su obra, avivó el fuego del mito, le dio un hermoso final –salingeriano– a la leyenda.

Es posible que el gran Vallejo sería más respetado, menos manoseado, si hubiera elegido el camino espiritual de algunos rebeldes de la literatura. Hay otra posición, César Aira dijo en una entrevista que algunos pintores chinos budistas hacen su arte hasta que mueren, lo intentan perfeccionar; y es que una cosa es la creación y otra el mundo social alrededor de esta, el asunto de la recepción. Por mí que Vallejo escriba hasta que se muera, así se repita, así camine por los mismos círculos, por el mismo parque, junto a su perra. En este libro, Escombros, su maestría literaria sigue intacta; qué gusto da leerlo.

El punto de donde todo parte, el Big Bang, es el terremoto de 2017 en Ciudad de México; la pareja de Vallejo, David Antón, murió poco después. Este acontecimiento es un buen motivo para que el autor-personaje empiece su diatriba contra Dios, su máximo enemigo, ese Dios cristiano-católico, que él considera tan tirano y caprichoso, tan traicionero, tan vil; de nuevo nos deja claro que es un ateo rabioso y que la idea de Dios es darle la vuelta al bobo, que no se puede explicar lo que no se puede entender. Para él la materia está ahí y listo, y la evolución de las especies es un hecho sin discusión. El creador no cabe allí. Pero, claro, la gracia es que el mandamás, la muerte, el Tiempo, y otros fenómenos reales o imaginarios, son personajes aquí como en la literatura griega clásica; y esto es un punto a favor del maestro colombiano: su literatura es realista, rabiosamente autobiográfica –“cuanto cuento es la verdad y solo la verdad, la verdad exacta, no inventos descabellados de novelistas enmarihuanados”–, pero los juegos de imaginación no faltan, su homenaje a los clásicos griegos e incluso a Las mil y una noches fortalecen la novela, generan un bello contraste que nos muestra que Vallejo es un escritor de verdad, de formación, que su estilo es muy razonado, que conoce la historia de la literatura; no solo es un narcisista que cuenta su vida porque sí, como algunos autores de autoficción en estos tiempos de selfies.

 

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Portada del libro publicado por Alfaguara.

Los juegos de imaginación no faltan, su homenaje a los clásicos griegos e incluso a «Las mil y una noches» fortalecen la novela, generan un bello contraste que nos muestra que Vallejo es un escritor de verdad

Es probable que la autoficción se haya agotado, termina siendo un callejón sin salida; la literatura siempre fue imaginación, escape del yo, y al menos a mí, me aburre que me cuenten la cotidianidad de vidas comunes, intrascendentes. Me terminó aburriendo Jaime Bayly, por ejemplo, a pesar de su talento. La diferencia en Vallejo, es que la calidad prosística hace que sigamos leyendo, así se repita y se repita; sus novelas están llenas de ideas, nos da su visión de la espiritualidad, de la ciencia, de la ética: leyéndolo asistimos a una cátedra completa, holística, trascendental, y su prosa ácida y rica en léxico, ingeniosa, juguetona, burlona, hace que no nos aburramos a pesar de que siempre dice lo mismo. Por mí que siga escribiendo hasta que se muera y ojalá después de muerto para que nos cuente como fue su encuentro con Dios, o si definitivamente no está por ahí, para que nos diga como lo recibió “el marihuanero” Einstein –de las partes más hilarantes del libro es cuando insulta al supercientífico de todas las maneras posibles–; para que nos explique lo que no podemos entender, la gravedad, la velocidad de la luz; no importa, no es necesario, con que siga escribiendo con su gracia talentosísima, con su maestría, es suficiente para mí.

Algunos han dicho que Fernando Vallejo es un reaccionario o un anarquista conservador, es posible, y a veces se pasa, claro, en su discurso contra los pobres, o en sus opiniones raciales; pero creo que el autor paisa –que llevó el habla antioqueña a las cumbres de la literatura– es sobre todo un librepensador, y así uno no esté de acuerdo con algunas de sus ideas –en mi caso, algunas me parecen incluso pueriles–, siempre será gratificante leer o escuchar a alguien que dice su verdad, que no finge; a un autor honesto, auténtico; para mí esto es su mayor legado.

Escombros
Fernando Vallejo
Editorial Alfaguara
196 páginas

Juan Sebastián Lozano

Periodista colombiano, escribe sobre libros y música. Su primer libro de cuentos, La vida sin dioses, será publicado próximamente por Calixta Editores.