El problema de la productividad es esencialmente de velocidad, y no de dirección. Nuestro país se mueve en la dirección correcta, pero lo hace a un ritmo muy lento.

Dentro de la discusión sobre cómo acelerar el crecimiento económico en Colombia, la productividad, como no podría ser de otra manera, ha tenido un papel destacado. Existe la percepción generalizada de que la productividad está estancada desde hace décadas, de modo que se habría convertido en el gran el talón de Aquiles para que el país pueda alcanzar mayores tasas de crecimiento. Por otra parte, en las últimas dos décadas la economía colombiana ha experimentado progresos sustanciales, como una significativa reducción en los índices de violencia, mejoras en capital humano, crecimiento del sector financiero o una mayor integración con la economía global. Si el país ha avanzado en todos estos frentes, surge la pregunta sobre por qué tales cambios no han conducido a una mejora en la productividad. Sin embargo, antes de examinar el impacto, o no, de los cambios de las últimas décadas, primero habría que establecer si realmente esta en Colombia está estancada.

Al analizar el comportamiento de la productividad (medida como la productividad total de los factores) entre 2000 y 2019, nos encontramos con un crecimiento promedio anual de 0.31 %. Dicha tasa si bien es positiva, es inferior a la observada en Estados Unidos para el mismo periodo (0.59 %), para quien en teoría sería más difícil mejorar su productividad, dado que al ser el líder tecnológico del mundo, ya habría incorporado la mayor parte de innovaciones tecnológicas disponibles. Un país como Colombia, en teoría, tiene un mayor potencial para mejorar en términos de productividad, ya que el camino para crecer está principalmente en adoptar tecnología que ya existe más que en desarrollar innovaciones propias, lo cual suele tomar más tiempo.

Al compararse con Estados Unidos, se podría concluir que el desempeño de la productividad en Colombia durante las últimas dedadas ha sido bastante regular, con un crecimiento que, si bien no es nulo, está muy por debajo de su potencial. Sin embargo, dicha conclusión desaparece al cambiar el marco de referencia. Cuando se examina el caso de Colombia en el contexto latinoamericano, el desempeño del país pasa de regular a destacado. Para el mismo periodo (2000-2019), las tasas anuales promedio de crecimiento de la productividad para Argentina, Brasil y México fueron -0.18 -0.7 % y -0.61 %, respectivamente. Incluso Chile, muchas veces reconocido como el país más cercano al desarrollo en América Latina, registró un decrecimiento promedio anual de su productividad de -0.28 %. En otras palabras, si por algún motivo tuviésemos que escoger un ejemplo de productividad en las últimas dos décadas entre las principales economías latinoamericanas, Colombia sería un buen candidato.

Si Colombia es el caso ejemplar entre las principales economías latinoamericanas, ¿Por qué se existe la percepción generalizada de que la productividad está estancada? Para responder a estar pregunta tendríamos que extender el periodo de análisis más allá de las últimas décadas, y meternos en lo que fue la parte final del siglo XX, cuando el país experimentó un largo estancamiento. Entre 1980 y el 2000, el PIB per capita real tuvo un crecimiento prácticamente nulo, lo cual se explica en gran parte por una contracción promedio anual de la productividad de -0.6 %. Lejos de sumar, la productividad en la última parte del siglo XX le restó capacidad de crecimiento a la economía.

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Foto: Pxhere.

Los elementos para impulsar la productividad probablemente estén en potenciar lo que ya estamos haciendo bien más que en retroceder el camino recorrido en los últimos años.

La percepción generalizada sobre el estancamiento de la productividad se debe probablemente a que se toma como periodo de referencia los últimos 40 años, en donde la productividad tuvo una caída anual promedio de -0.18 %. Al analizar la trayectoria de largo plazo de la productividad se observa que a partir de 1980 comenzó una tendencia negativa que se aceleró con la crisis de finales de los años 90. Dicho de otra manera, a pesar de las ganancias en productividad de las últimas dos décadas, estas no han tenido la suficiente potencia para revertir la caída de finales del siglo pasado.

Al analizar la historia reciente de la productividad en Colombia, hay varias cosas que podemos aprender. Lo primero es que el problema de la productividad en el país es esencialmente de velocidad, y no de dirección. Colombia se mueve en la dirección correcta, pero lo hace a un ritmo muy lento. En ese sentido, los elementos para impulsar la productividad probablemente estén en potenciar lo que ya estamos haciendo bien más que en retroceder el camino recorrido en los últimos años. Además, en la búsqueda de políticas para impulsar la productividad, hay que tener presente el mejor desempeño de Colombia relativo al resto de América Latina, lo que puede ser señal que el foco debe estar principalmente orientado a examinar cuidadosamente nuestra historia reciente, más que en revisar, y eventualmente adoptar, las experiencias de nuestros vecinos.

Finalmente, está la pregunta sobre porqué la productividad no ha crecido a un mayor ritmo. En este punto, vale la pena señalar que si bien la productividad es un indicador de la mejora tecnológica, es más que eso. Lo que la productividad específicamente mide es la eficiencia con la que se utilizan los factores de producción (el capital y el trabajo). Tal eficiencia naturalmente puede mejorar por el avance tecnológico, pero también puede ser el resultado de otra serie de elementos como las instituciones, la regulación o el desarrollo financiero, que influyen en la manera en que se asigna el capital. El impacto de estos elementos sobre la productividad se analizará en una próxima columna.

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Ivan Luzardo

PhD London School of Economics. Profesor de Economía Universidad del Norte.

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