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Para Hommes la apertura y la generación de empleo son las claves de la recuperación de la economía en tiempos de pandemia.

El economista y exministro, en la entrevista de Contexto.

A propósito de la actual coyuntura económica y política del país, Contexto dialogó con el exministro Rudolf Hommes, quien aseguró que la apertura económica que se llevó a cabo durante la administración del expresidente César Gaviria, cuando él era el titular del Ministerio de Hacienda, la echaron para atrás “sutilmente” los gobiernos siguientes.

Hommes precisó que el trabajo realizado por un grupo de técnicos del Banco de la República, liderados por el economista Jorge García García, ha revelado que ese avance realizado a principios de los noventas, eliminando la mayoría de restricciones que existían para inhibir o impedir exportaciones, así como la drástica rebaja de aranceles, fue compensado por múltiples medidas y mecanismos de protección no arancelarias que han cerrado la economía.

“Se llegó al punto en que prácticamente se ha retornado a una situación de exceso de protección a la producción nacional que impide o frustra un desarrollo vigoroso de las exportaciones y genera rentas equivalentes a un 4 % del PIB, que, según afirma García García, se reparten entre los importadores y los involucrados en el proceso de autorizar y tramitar una exportación”, explicó Hommes en diálogo con Contexto.

Asimismo, el exministro explicó que esa situación induce a una permanente “pereza exportadora” en los productores, quienes también usufructúan el exceso de protección imponiendo precios no competitivos a los consumidores en el mercado interno. En este sentido, manifestó que se requiere con urgencia una Apertura II, que abra de nuevo la economía y la ponga en una senda exportadora. “Esto va a requerir un Presidente y un equipo económico que tenga el valor y el compromiso que se necesitan para llevarlo a cabo y cuenten con poder político para lograrlo, quizás el año entrante aparezca el gallo que se le mida a esta reforma y a otras igualmente importantes”, expresó Hommes.

Los siguientes son apartes de la conversación.

Redacción Contexto: Esta pandemia ha golpeado durísimo a todo el mundo. En Colombia la pobreza aumenta, el desempleo preocupa, puede aumentar la desigualdad y la inseguridad, que ya son muy serias. ¿Ve en esta crisis alguna oportunidad o razón para una dosis de optimismo?

Rudolph Hommes: No voy a decir que cada crisis trae oportunidades. Esta lo que ha traído son exigencias. En primer lugar nos obliga a crecer más aceleradamente. En segundo lugar nos conmina a aumentar el recaudo de impuestos dramáticamente. Adicionalmente exige que cambiemos el sistema de seguridad social y salud y que desliguemos la financiación de estos dos de la nómina salarial. También exige que repensemos el gasto social y que hagamos algo realmente heroico para generar empleo. Hace falta que el público despierte y tome plena conciencia de estos nuevos requerimientos y que los líderes políticos, los empresarios y las autoridades pongan rápidamente en marcha lo que se necesita para poner a salvo a la economía.

R.C.: Es cierto que los programas implementados en los últimos años para combatir la pobreza son imperativos y han dado buenos resultados, pero lo más efectivo para combatirla es el crecimiento de la economía, como lo demuestran muchos estudios. También es verdad que Colombia es hoy un mejor país que hace 20 o 30 años, pero no es suficiente. En esta coyuntura se hace necesario el “inconformismo constructivo”, un término de la escritora Melba Escobar. ¿Cómo hacemos para crecer al 5 – 7 % anual? ¿Es la productividad —tan rezagada—, la clave?

R.H.: Creo, como lo dije, que un crecimiento más acelerado de la economía colombiana es un requisito sin el que no se va a poder salir airosamente de la crisis en la que nos encontramos. No sabemos cómo vamos a poner a Colombia a crecer por encima del 4.5 % al año pero tenemos que hacerlo en forma sostenida y ojalá pudiéramos sobrepasar el 5 % anual, aunque eso solo lo hemos logrado esporádicamente en el pasado reciente. Hay que prestarle mucha atención a lo que dijo Santiago Levy, asesor mejicano de la misión de empleo, en la presentación del Informe Nacional de Productividad de este año. Él le atribuye al sector informal buena parte de la responsabilidad por nuestro magro crecimiento y por la pérdida de productividad total de los factores (PTF). Sostiene que el sector informal está consumiendo capital y capital humano que termina desperdiciándose. De esa manera afecta negativamente la productividad y limitan el crecimiento. Un mayor crecimiento económico permitiría absorber en el sector formal un mayor número de los trabajadores que hoy trabajan en el sector informal y esto, que sería un cambio estructural de la economía, induciría un aumento de la PTF. Falta ver si las reformas que él propone inducen ese cambio estructural y ese resultado. En el nivel de desarrollo que hoy tiene la economía colombiana ya no hay la abundancia de frutas bajitas que permitieron en el pasado el ascenso de la economía de Colombia a nivel de ingreso medio, excepto quizás la posibilidad de aumentar el área cultivable y la de utilizar más tierra para la agricultura y menos para la ganadería.

Pasar a un nivel de ingreso superior, aún dentro del mismo grupo de países de ingreso medio, va a requerir un enorme esfuerzo para incrementar la complejidad de la economía, robustecer y sofisticar la canasta productiva y exportadora, lo cual tendría como consecuencia un aumento interno o autónomo de la productividad que requiere conocimiento autóctono o nativo, y capacidades tecnológicas y de innovación que hoy no posee claramente la economía, pero que van a necesitarse para alcanzar tasas altas y sostenibles de crecimiento que permitan en un futuro no muy lejano salir de la categoría de ingreso medio. Esta no va a ser una tarea trivial y no se percibe un esfuerzo coordinado entre gobierno, emprendedores y académicos que conduzca a una salida. Como en todos los casos en los que los rendimientos se desplazan en el tiempo, lo que deberíamos estar haciendo es comenzar a dar ya los pasos en dirección a asegurar esa salida.

Más allá de las lacras que son el clientelismo, la evasión y la corrupción, en Colombia el recaudo del 15 % del PIB no alcanza para cumplir lo que implica ser un Estado Social de Derecho. La mala política y las presiones de grupos de interés no dejan hacer la reforma fiscal que se necesita. ¿Llegó la hora de hacerla?¿Alguna idea para lograr acuerdos y hacer en el frente fiscal, por fin, lo que toca?

Lo único que tengo claro es que vamos a necesitar un aumento muy significativo de los impuestos y que una de las mayores dificultades que se tendrán que enfrentar para lograrlo es que esa necesidad se presenta precisamente en el año en el que se estarán preparando las elecciones presidenciales para 2022 y las de Congreso. Sabemos que se necesita un aumento de ingresos sin precedentes y que va a afectar a todas las clases sociales. Es el momento en el que tenemos que decidir si vamos a hacer lo que necesita el país o si vamos a condenarlo a quedar atrapado en la insolvencia o al borde de ella.

En el nivel de desarrollo que hoy tiene la economía colombiana ya no hay la abundancia de frutas bajitas que permitieron en el pasado el ascenso de la economía de Colombia a nivel de ingreso medio, excepto quizás la posibilidad de aumentar el área cultivable y la de utilizar más tierra para la agricultura y menos para la ganadería.

En su reciente libro, Democracia y libertad, Jorge Giraldo Ramirez trae a colación una expresión de 1959 de Lleras Camargo sobre la necesidad de que el país tenga un “propósito nacional” el cual “no debe abandonarlo hasta ejecutarlo”. ¿Cuáles cree que deben ser nuestros propósitos nacionales?

En este momento yo creo que el “propósito nacional” de Colombia debe ser construir un Estado que no sea de papel, sino de verdad, y que, como tal, cumpla las funciones que normalmente se esperan de un Estado, por ejemplo, tener control de todo el territorio nacional, proveer a la población sus necesidades básicas, garantizar seguridad física y económica a la población, y estar al servicio de la gente y no solamente de quienes detentan el poder político o económico, lo que requiere que sea independiente.

Santiago Levy, Marcela Meléndez y usted mismo, voces muy autorizadas y escuchadas en América Latina, han propuesto tener una política social más potente. ¿Qué opina de una renta básica incondicional e individual para la gente con mas carencias como parte de esta nueva política?

Yo le pregunté a Santiago Levy si en el paquete de reformas que él concibe como necesarias se podría incluir una renta básica para los más pobres. Me pareció entenderle que, aunque él prefiere un sistema de seguro de empleo, no le choca la renta básica si se eliminan programas como familias en acción y otros similares y se concentra la política social en ofrecer dicha renta básica y la reforma al sistema de seguridad social y salud universal que él propone que reemplace lo que hoy existe y que se financie a través del presupuesto, con impuestos que no se vinculen a la nómina. No sé si el concordaría con esta interpretación, pero a mí me gustaría que se emprendan estas reformas para organizar de esa manera la seguridad social, la salud y la política social. Yo pensaba que la renta básica debería ser universal para todas las personas mayores de 18 años que residen en el país, y que a las personas que no están en los estratos inferiores se les graven en más de 100 % los ingresos por ese concepto para compensar por el tiempo que conservan el dinero. Creía y todavía pienso que de esa manera se podría bancarizar el pago para todo el mundo y se controlaría la evasión. Sin embargo, otras personas que han estudiado el problema no están de acuerdo y proponen que se destine exclusivamente a los pobres. Lo importante es que se adopte la renta básica y que les llegue a los más necesitados.

Vamos a necesitar un aumento muy significativo de los impuestos y una de las mayores dificultades que se tendrán que enfrentar para lograrlo es que esa necesidad se presenta precisamente en el año en el que se estarán preparando las elecciones presidenciales para 2022 y las de Congreso.

Estos tiempos turbulentos son propicios para que aparezcan populismos con discursos enardecidos y poco serios, que se parecen entre sí. Importa mucho revalorizar la democracia liberal con ideas audaces, incluyentes y reformistas que resuelvan las angustias que desvelan a la gente y “dejar de aplazar nuestros problemas hasta que se vuelven unos problemones”, para citar a Malcolm Deas. ¿Qué se le ocurre en ese espíritu liberal, innovador y propositivo que lo caracteriza?

Creo que para comenzar a movernos en esa dirección es indispensable que elijamos un presidente en 2022 que crea en la democracia y se la juegue por preservar las libertades civiles e individuales, los Derechos Humanos y el Estado de Derecho, y que avance en la construcción de la paz y de un Estado Social de Derecho incluyente que opere. No sé si lo conseguiremos, pero estoy dispuesto a trabajar en ese propósito hasta donde me alcancen las fuerzas y el entusiasmo.

¿No cree que también es el momento de repotenciar las regiones y establecer planes de desarrollo en los entornos locales? Hay enormes brechas entre regiones en educación, empleo y pobreza. Esto plantea un dialogo efectivo entre el centro y las regiones y que no solo se hable de intereses electorales. No hay desarrolllo sin buenos empresarios, pero hay que construir capacidades locales, ¿cómo hacerlo?

Cuando impulsamos la descentralización en la Asamblea Constituyente en 1991 lo hicimos con el convencimiento de que la sociedad civil de las regiones o los territorios, como los llaman ahora, responderían favorablemente a ese desafío y pondrían a los mejores y a los más inteligentes al frente de los gobiernos locales y de los partidos políticos a nivel regional. En eso estuvimos muy equivocados: la sociedad civil no resultó tan civil, sino armada hasta los dientes, y muy proclive a nombrar a los más bandidos y a utilizar al Estado para su propio beneficio y sus propios fines. Esto propició un debilitamiento de los partidos y un aumento desmedido del clientelismo y del enriquecimiento fácil. Con esto no quiero decir que fue un error descentralizar. Lo que sí lo fue, es no haber previsto este desenlace y no haber concebido mecanismos y agentes para que el gobierno central pudiera ejercer un control más efectivo, por ejemplo, una superintendencia de gobiernos locales que pudiera destituir malos administradores y hacerse cargo mientras se eligen a los reemplazos.

Tal como están las cosas la solución está a nivel local, como lo han demostrado en Barranquilla, Medellín y Bogotá, por ejemplo, y en numerosas poblaciones de menor tamaño. En toda Colombia hay talento, aunque de algunas partes ha tenido que emigrar por falta de oportunidades locales o porque los gobiernos locales están manejados por roscas, mafias o guerrilleros. También cuenta que la remuneración en el sector público a nivel local es muy poco competitiva si los funcionarios son honestos. Parte esencial y prioritaria del propósito de hacer que el Estado funcione en Colombia es lograr que funcione a nivel local. La responsabilidad para alcanzar esto es también eminentemente local.

¿Qué tendencia política quisieras que ganara la presidencia en 2022?

Yo quisiera una tendencia demócrata de centro izquierda con mucha experiencia política y administrativa y un avanzado sentido de responsabilidad social que se deje asesorar en lo que no domina, pero me conformo con un liberal demócrata comprometido con el Estado de Derecho, justo y eficiente, relativamente progresista y libertario, ojalá laico, que conozca los problemas sociales y les pare bolas.