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Lujo y comodidad, en una imagen del metro de Qatar. Foto: admagazine.

¿Por qué la ciudad, si existe la posibilidad de financiación por parte de la Nación, no aborda una solución seria y contundente al problema del transporte público masivo?

Son las cinco y treinta de la tarde de un jueves de octubre. La estación Catedral de Transmetro, en la carrera 46, está repleta de gente. Me acerco y hablo con unos estudiantes y varias personas que trabajan en la vecindad, muchos llevan más de veinte minutos esperando la llegada de un bus articulado de Transmetro. Pasan diez minutos más y aparece uno atiborrado de pasajeros, su mal estado es evidente; luce viejo, oxidado, como descuadrado. Un grupo grande de personas resuelve irse a buscar otro medio de transporte. En el cielo hay amenaza de lluvia. Otro grupo resignado y que no quiere mojarse prefiere esperar. Camilo, uno de los más cabizbajos, me dice que de todas maneras llegar a su casa en Soledad le toma casi dos horas. Es el drama de miles de barranquilleros que pasan buena parte de su tiempo en el traslado de la casa al trabajo o al lugar de estudio.

Según el DANE, Barranquilla ocupa el segundo lugar entre las ciudades donde sus habitantes gastan más tiempo, 47.2 minutos al día en promedio, en desplazarse de la residencia al sitio de trabajo o de estudio. Si se tienen en cuenta variables como el número de habitantes o la extensión urbana, la capital del Atlántico podría ser la primera del penoso escalafón (le ganaría a Bogotá). Si se considera el Área Metropolitana, el asunto se vuelve más complicado, quienes residen en estos municipios aledaños deben venir casi a diario a Barranquilla. La conurbación con Soledad, Galapa, Malambo o Puerto Colombia es cada vez mayor.

Es indiscutible que el transporte tiene un enorme impacto en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, y es un catalizador fundamental para mejorar la inclusión social y la equidad. Tiene un impacto directo en la seguridad vial, en la eficiencia energética, en la infraestructura sostenible, en el acceso urbano y en la disminución del subsidio a los combustibles fósiles. El transporte, en general, produce el 25 % de las emisiones a nivel mundial, es el segundo generador de CO2 (Dióxido de carbono), lo que empeora la calidad del aire y por ende nuestra salud. Según datos del Banco Interamericano de Desarrollo –BID, el transporte público de pasajeros, en particular, genera el 46 % de estas emisiones.

A la movilidad urbana hay que tomarla muy en serio antes de que sea demasiado tarde. Los sistemas de transporte masivo también incrementan el acceso a la educación y al empleo, por eso resulta imperativo apostar por un modo de transporte que no afecte tanto la salud, que contribuya a la equidad y a la calidad de vida de los ciudadanos.

En los últimos años en Barranquilla y su Área Metropolitana se han ejecutado cuantiosas inversiones públicas: la solución a un número importante de arroyos, el nuevo puente sobre el río Magdalena, la circunvalar de la Prosperidad, el Malecón del Río, las obras en la ciénaga de Mallorquín, la recuperación y ampliación de la infraestructura de parques, entre otras obras. Esto es muestra de la capacidad del Distrito para recaudar tributos de los contribuyentes, obtener cofinanciación de la nación y préstamos internacionales. Varias  de estas obras han sido cuestionadas porque no parecen prioritarias frente a necesidades más urgentes, también se han planteado dudas sobre la falta de transparencia en sus contrataciones y posibles sobrecostos en sus ejecuciones. No obstante, muestran la capacidad de la ciudad y el departamento, en ocasiones en asocio con la Nación, para llevar a cabo obras públicas de gran envergadura.

Debido al persistente crecimiento de los graves problemas de movilidad que, como se dijo, es un factor determinante para un verdadero desarrollo urbano y del bienestar de la gente, se hace indispensable plantear proyectos serios que solucionen lo que hoy es un calvario para los barranquilleros y atlanticenses.

El transporte masivo de calidad es fundamental para el desarrollo sostenible de Barranquilla. Planificar un metro debería ser asunto prioritario para el Gobierno distrital. 

Muchas de las obras públicas ejecutadas o en marcha, en el Área Metropolitana de la ciudad, son intervenciones en vías utilizadas mayormente por automóviles. Sin embargo, sólo el 13 % de los hogares tiene carro, por eso el impacto de las obras en términos sociales es bajo. Insisto, la movilidad urbana es un problema muy serio y las inversiones que se han hecho no solo no atienden a la mayor parte de la población, sino que tampoco resuelven el problema a quienes tienen vehículo ya que no mejoran el tráfico.

El sistema Transmetro está en crisis hace varios años, moviliza cada vez menos pasajeros, sobre todo debido a la falta de interés de las administraciones distritales que se concentraron en otros asuntos. Estos no necesariamente eran los de mayor beneficio para los ciudadanos. 

¡La solución al problema de la movilidad en las ciudades es tema del siglo XIX! Buenos Aires, para no hablar de ciudades del primer mundo, inauguró su metro en 1913. En Colombia, Medellín lleva casi treinta años con este sistema, allí están comenzando la tercera línea. Adicionalmente, tiene ya en cierre financiero el Tren del Río con 46.5 kilómetros de longitud, integrado al Metro, una inversión del orden de los diez billones de pesos; el 70 % de la obra tendrá financiación de la nación y la Gobernación aportará lo restante. También se sigue extendiendo el Metroplus. 

En Cali se anuncia el inicio de las obras de la primera fase del tren de cercanías, la primera línea conecta a Jamundí en el sur con 24 kilómetros y cuarenta y ocho estaciones. Las siguientes fases integrarán a Cali con Yumbo y Palmira, incluyendo un ramal al aeropuerto. El costo total se estimó en 6.5 billones, planteando una línea subterránea por el centro. Además de la nación, participan los gobiernos del Reino Unido y Francia, y el Banco Mundial.

¿Por qué Barranquilla, si existe la posibilidad de financiación por parte de la Nación, no aborda una solución seria y contundente al problema del transporte público masivo? Solo con la ganancia social de disminuir los tiempos de transporte el proyecto se justificaría, para no hablar de las posibilidades de renovación urbana y de reactivación económica de las zonas cubiertas por el trazado. El orgullo de ciudad que ha generado una obra como el Malecón del Río se multiplicaría, un metro haría parte del día a día de los barranquilleros, mejoraría de manera considerable nuestra calidad de vida. 

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El Transmetro barranquillero, un sistema de transporte en franco declive. Foto: agencia de periodismo investigativo.

Mirando el futuro de las ciudades en relación con el automóvil, estudios académicos muestran que en Estados Unidos el porcentaje de jóvenes menores de treinta y cinco años con licencia de conducir ha bajado de manera drástica. Los inconvenientes del vehículo privado en cuanto a costos de adquisición, seguros, parqueos y accidentabilidad, unido al crecimiento de alternativas de plataformas tipo Uber, hacen prever que, al menos en las ciudades, los vehículos privados dejarán de ser una buena opción para movilizarse.  

Según estudios del BID, los costos de “la congestión” en las ciudades latinoamericanas superan el 3 % del PIB. Sugieren como solución o paliativo los sistemas masivos, la peatonalización de las ciudades y el uso de la bicicleta, esto en funcionamiento complementario. Lo anterior disminuye la siniestralidad e impulsa el comercio. Para ello se requieren decisiones eficaces de los gobiernos.  

Conviene reiterar que por la Ley de Metros la nación financia el 70 % del metro. Asimismo, y dado el impacto del transporte público en los Objetivos de Desarrollo Sostenible y en el cambio climático, el interés de entidades multilaterales y países desarrollados en financiar a tasas favorables podría aprovecharse, como lo está haciendo Cali.  

Para cubrir los costos de operación pueden usarse esquemas comerciales que aprovechen la publicidad, podemos pensar en recaudo de plusvalías inmobiliarias como en el caso de Sao Paulo. Tampoco nos debe dar pena poner un poco de plata del Estado local para el funcionamiento, ya que si hay algo progresivo e incluyente son unos pasajes al alcance de los más pobres. 

Esta nueva administración tiene la oportunidad de recuperar el tiempo perdido por el abandono de los últimos diez años de Transmetro. Si Barranquilla quiere ser de verdad una ciudad imparable, incluyente y líder en transición energética, debe darle al transporte público masivo la máxima prioridad. Necesitamos un metro ahora, no sea que la cuestión se siga dilatando en el tiempo como en Bogotá. 

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Arnold Gómez Mendoza

Empresario, PhD en Economía de New York University, profesor de la Universidad del Norte.

 

 

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