Foto: Shantanu Kumar. Unsplash.
No cabe duda que las tecnologías de la información han permitido ampliar y profundizar el acto de leer a niveles inimaginables, ¿pero cómo democratizar con fines educativos estas herramientas?
Las tecnologías de la información que han hecho posible la construcción del mundo digital han tenido un efecto secundario imprevisto: la consolidación en un único Macrotexto de todos los registros multimedia que la humanidad ha producido y continúa produciendo a medida que se traducen a unos y ceros.
La existencia del Macrotexto fue intuida por autores como Shelley, Emerson y Borges. Este último escribió: “Shelley dictaminó que todos los poemas del pasado, del presente y del porvenir, son episodios o fragmentos de un solo poema infinito, erigido por todos los poetas del orbe (A Defence of Poetry, 1821).”
Que ese Macrotexto exista y pueda ser leído, compartido y ampliado como empresa colectiva de la humanidad establece una oportunidad única para quienes puedan navegarlo con solvencia, pero a la vez entraña el riesgo de establecer una brecha infranqueable entre quienes tengan tal competencia y quienes carezcan de ella.
Un ejemplo sencillo de lo que significa leer el Macrotexto, en 2023, ilustra la situación.
En el relato de Jorge Luis Borges La busca de Averroes (1947) se lee:
“Abulcásim vaciló; luego, habló:
—Quien recorre los climas y las ciudades —proclamó con unción— ve muchas cosas que son dignas de crédito. Ésta, digamos, que sólo he referido una vez, al rey de los turcos. Ocurrió en Sin Kalán (Cantón), donde el río del Agua de la Vida se derrama en el mar.
Farach preguntó si la ciudad quedaba a muchas leguas de la muralla que Iskandar Zul Qarnain (Alejandro Bicorne de Macedonia) levantó para detener a Gog y a Magog.
—Desiertos la separan —dijo Abulcásim, con involuntaria soberbia.
—Cuarenta días tardaría una cáfila (caravana) en divisar sus torres y dicen que otros tantos en alcanzarlas. En Sin Kalán no sé de ningún hombre que la haya visto o que haya visto a quien la vio.”
Interrogada la web (creada entre 1989-1993) a través del buscador Google (disponible a partir de 1998) se encuentra una referencia a Ṣīn-i Kalān en la Encyclopaedia of Islam, First Edition (1913-1936). El traductor de Google (a partir de 2008) integrado al navegador Chrome (a partir de 2010) traduce así: “nombre árabe y persa para el puerto marítimo de Cantón en el período mongol; se conoce especialmente por los viajes de Ibn Baṭṭūṭa…”.
Interrogada Wikipedia (a partir de 2001) se obtiene una breve biografía de ese viajero árabe medieval quien consignó la experiencia de su rihla en un texto cuya versión al español se titula A través del Islam, disponible en el repositorio archive.org (a partir de 1996). Allí se lee: “[En] Ṣīn Kalān … vierte en el mar el río Ābi-ḥayāt … es decir, “el agua de la vida”… La separan de la gran muralla de Gog y Magog sesenta jornadas de marcha … No conocí en la antedicha ciudad a nadie que viera la Gran Muralla ni a ninguno que hubiera conocido a quien la viese”.
Si se continúa esta “lectura de inmersión profunda” en el Macrotexto se llega a Iskandar, a Gog y Magog tal como se mencionan en el Corán y al multitexto conocido como Romance de Alejandro. Esta inmersión utilizó un buscador, un navegador, un traductor, dos portales especializados y algunos otros instrumentos de TI de uso corriente en 2023.
Esta inmersión profunda va más allá de la lectura crítica al navegar a través de las múltiples interconexiones a las que apunta el texto, enriqueciendo sin límites la experiencia lectora.
Habrá una proliferación de inteligencias digitales en los próximos meses. Quizá incluso se construyan IA capaces de construir otras IA más poderosas.
Los diseñadores de las políticas públicas respecto a las competencias lectoras en las que se entrena a los alumnos de las Instituciones Educativas tienen la obligación de entender los retos y oportunidades de la lectura de inmersión profunda de manera que mañana el lamento de hoy por los malos resultados en Lectura Crítica que evidencian las pruebas SABER no incluya además el lamento por la incapacidad de incorporar la potencia de las nuevas TI en las destrezas básicas para la lectura.
Pero la evolución de las TI no se detiene. A finales de 2022 estuvo disponible una versión estable de un nuevo instrumento para interactuar con el Macrotexto: los chat-bots, objetos de software que construidos con instrumental de inteligencia artificial (IA) incluyendo motores de aprendizaje y de procesamiento del lenguaje natural y que facilitan y amplían la interacción hombre-máquina. Son neonatos en proceso de aprendizaje como el HAL-9000 de 2001. Una odisea del espacio. Hoy existen prototipos como chatGPT de OpenAI, Bard de Google y Bing de Microsoft y habrá una proliferación de este tipo de inteligencias digitales en los próximos meses. Quizá incluso se construyan IA capaces de construir otras IA más poderosas.
La interacción con un chat-bot como chatGPT es sencilla. Para el texto de Borges usado como ejemplo, algunos fragmentos de una conversación sostenida entre el autor y esa IA dan cuenta del alcance del cambio de paradigma:
¿Cómo aprender a conversar con una IA que pronto tendrá acceso a todo el Macrotexto? Una interacción que es una oportunidad pero que conlleva la amenaza real de aumentar la brecha en competencias lectoras a niveles insalvables. ¿Qué destrezas deberán incorporarse a los programas de estudio y quiénes las transmitirán? Y en especial, ¿cuándo?
Es tiempo de averiguarlo.
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Eduardo de la Hoz
Ingeniero y animador de lectura, es colaborador habitual de Contexto.