Edgar Perea, el más tropical de los periodistas deportivos en Colombia.
“Sigan siendo felices, Edgar les dice”, decía a sus oyentes ‘El negro’ Perea. Semblanza de un locutor caribe nacido en el Pacífico que marcó toda una era en la radio colombiana.
En los años 70 y 80, de lunes a viernes entre la una y las tres de la tarde, un considerable sector de la capital del Atlántico era amenizado por las notas de ‘El bueno, el malo y el feo’, melodía compuesta por el italiano Ennio Morricone que encabezaba la banda sonora de la película también llamada Il buono, il brutto, il cattivo, dirigida por Sergio Leone, con las actuaciones protagónicas de Clint Eastwood, Lee Van Cleef y Eli Wallach.
Esa canción, sin embargo, no trascendió en la Barranquilla de aquella época por el impacto de ese filme del subgénero llamado Spaghetti Western, sino porque constituía la cortinilla del muy escuchado programa radial Comentando los deportes, de Édgar Perea Arias, ‘El Campeón’, el hijo de doña Rafaela; el –a juicio de muchísimos oyentes– más grande de los narradores deportivos de Colombia; el único profesional de las comunicaciones en lograr que sus fieles radioescuchas bajaran el volumen de los televisores para seguir los eventos deportivos acompañados de su narración en la emisora, sin importar que las imágenes en movimiento de la caja mágica nos mostraran algo diferente a lo que profería su potente garganta.
Perea era pasión y euforia en su máxima expresión. Jugaba con la imaginación de sus fieles oyentes. Y no fueron pocas las veces en que su espectacular narración jugaba con la mente de su audiencia, como la noche del 26 de mayo de 1984 en que Felipe Orozco, invicto boxeador peso supergallo oriundo de Barranquilla, disputó infructuosamente el título del mundo ante el campeón Jaime Garza, en Miami.
Según la narración de Perea, el barranquillero llevaba ‘blanqueado’ al púgil chicano: “Una izquierda del colombiano Felipe Orozco en recta sobre la humanidad del norteamericano, que se estremece; un derechazo de Felipe Orozco en gancho; otra izquierda poderosa del colombiano; el campeonato está cerca señoras y señores; otro derechazo certero del colombiano al mentón… una derecha de Garza, y Felipe Orozco se va a la lona… Uno, dos, tres… diez… ha perdido Felipe Orozco por nocaut”. ¿Cómo así que perdió Felipe Orozco? ¿Y no iba ganando lejos la pelea?, se preguntaron, incrédulos, los aficionados colombianos.
De sus transmisiones del amado equipo rojiblanco, el Junior, ni se diga: “Tremendo zapatazo del ‘Diablo’ Caldeira y el balón pasa lamiendo el horizontal”, cuando en realidad el esférico había sido chutado a más de un metro de distancia del pórtico del equipo adversario.
‘El Campeón’ era el amo absoluto de la sintonía radial. Bien fuera en Todelar, RCN, Caracol o Radio Mar Caribe, tres de las emisoras en las que laboró a lo largo de su carrera, sus narraciones constituían una genuina oda a la hipérbole.
En 1987 Edgar Perea descendió de un helicóptero en medio de un estadio Metropolitano ‘Roberto Meléndez’ repleto de gente que quería verlo y escucharlo en su reaparición en la radio, luego de dos meses de sanción por comentarios insultantes.
Dentro de la cancha y fuera de ella Perea revolucionó la manera de narrar y vivir el fútbol. Como él no habrá otro igual.
La voz de ‘El negro’, la voz de Dios
‘El negro’ Perea, como también se le conocía, marcó toda una era en la radio del país no solo por su fuerte vozarrón, por su estilo pegajoso al narrar, sino también por su forma particular de decir las cosas, en muchos casos desprovistas de diplomacia, de prudencia y decencia. Para él no constituía esfuerzo ninguno tratar a un árbitro de “perro miserable, muerto de hambre” cuando este pitaba una injusta infracción en contra de su amado Junior, al que bautizó ‘Tu papá’.
Se jactaba de llamar al pan, pan, y al vino, vino, y de haber creado ‘el corito celestial’. “Y a quien le duela que se ponga su hoja de árnica para que no le duela más”, decía ‘sin pelos en la lengua’.
Al final de sus emisiones, como si nada hubiese pasado, exhortaba a los oyentes con un certero “Sigan siendo felices, Édgar les dice”.
“¡Vaya, caballero!, el que se meta con mi Junior o con mi gente le sale el diablo… Conmigo les dan las doce”, me dijo ‘El Campeón’ en cierta ocasión, cuando lo entrevisté en su oficina de Mar Caribe, entonces ubicada en la calle 72 con carrera 43, en el antiguo edificio Cosmos.
Perea fue ciertamente la voz del pueblo, de ese pueblo que lo elevó al pedestal de ídolo, que le festejaba todo, y que en 1998 lo eligió Senador de la República.
“Esto de la Política, en verdad, me ha dejado con su sabor agridulce. Aquí lo que hay es un nido de ratas de dos patas. Lo mío es ser comentarista deportivo. No hay nada que supere la emoción de estar narrando en la cabina de un estadio de fútbol”, admitió ‘El Campeón’, que además sobresalía su por su notabilísimo vestir, lleno de policromía.
En el recuerdo de muchos permanecen frescas, con la nitidez de un estreno cinematográfico, las imágenes del 6 de diciembre de 1987 cuando descendió de un helicóptero en medio de un estadio Metropolitano ‘Roberto Meléndez’ repleto de gente, delirante, que quería verlo y escucharlo en su reaparición en la radio, luego de dos meses de sanción por comentarios insultantes, según determinación del Ministerio de Comunicaciones, cartera que en tres ocasiones anteriores (1979, 1984, 1985) lo había suspendido por injuria.
Perea había nacido el 2 de junio de 1934 en La Vuelta, un pequeño, corregimiento polvoroso, azotado por el sol y lleno pobreza, perteneciente al municipio de Lloró (Chocó). A los cuatro años de edad quedó huérfano de madre, razón por la que su padre se lo llevó a vivir a Cartagena. Allá creció, estudió y más tarde se trasladó a Barranquilla, donde se forjó profesionalmente.
La luz de vida de Édgar Perea Arias se apagó el 11 de abril de 2016, en Bogotá, como consecuencia de una leucemia. De acuerdo con las informaciones de prensa, estaba recluido seis días atrás en la Fundación Santa Fe de Bogotá, y había sido trasladado un día antes de su deceso a cuidados intensivos.
Le faltaban menos de dos meses para celebrar su cumpleaños número 82. Nos dejó un extenso legado: seis mundiales de fútbol narrados, al igual que cinco Juegos Olímpicos, y diversas series mundiales de béisbol, decenas de campeonatos del mundo de boxeo y hasta el prestigioso Tour de Francia.
Édgar fue un todoterreno. Un genuino campeón. A siete años de su muerte, el sitio que dejó en la radiodifusión colombiana aún sigue vacante. Nadie ha podido llenar ese vacío.
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Fausto Pérez Villarreal
Barranquilla (1965). Comunicador Social-Periodista, profesor de la Universidad Sergio Arboleda sedes Barranquilla y Santa Marta. Dos veces ganador del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar. En 2014 fue finalista del Premio Internacional de Puerto Rico, entregado en Madrid. Su más reciente libro se titula “Richie y Bobby en el corazón de Barranquilla”.