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La Real Fábrica de Cigarros, que funcionó en Cartagena entre 1778 y 1805, empleaba a 200 mujeres por día.

Contrario a lo que se cree, en la Cartagena colonial las mujeres tuvieron la oportunidad de trabajar en diferentes oficios. La fabricación de tabacos, por espacio de un cuarto de siglo, fue la actividad que más reunió a las cartageneras de entonces.

Siempre imaginamos a las mujeres de las sociedades del pasado recluidas en sus casas, dedicadas a los quehaceres domésticos y atendiendo a sus familias. En los estudios históricos esa imagen la impone en empleo de los censos de población que no registraron sus ocupaciones. La mayoría de las veces los historiadores acudimos a otras documentaciones de archivos que contienen informaciones precarias y se requiere de mucha paciencia para ensamblar los bocetos de cuadros que permitan tener algunas ideas. 

También echamos mano de los recursos de sospechar de los silencios y leer los indicios. Por ejemplo, el censo de 1777 de Cartagena indica que en 4 de los 5 barrios había 2739 familias, y el 28 % de estas tenían a mujeres como jefas de hogar debido a que eran viudas, estaban separadas o eran madres solteras o eran mujeres castas. En consecuencia, debían aportar a la economía de sus hogares y desde el interior del hogar, o por fuera de este, debieron diseñar estrategias para ganar el sustento familiar. 

Esto lo hacían sacando tiempo a sus labores domésticas para elaborar productos y alimentos para la venta, formando parte de redes informales de comercio o mediante la dedicación a la vivandería (las caseras de hoy día), creando pequeñas tiendas, otras dedicadas a la panadería, a coser ropas, lavanderas y planchadoras, comadronas y parteras. El pequeño comercio fue una actividad económica a la que acudieron muchas familias de sectores medios y bajos para sobrevivir, creando tiendas de pulpería y de bebidas y ejerciendo el comercio de vivanderas que de manera informal se improvisaba en los espacios públicos o por las calles de la ciudad. Al tiempo que creció el número de tiendas en la ciudad, aumentó el número de mujeres, pues en los datos del censo de 1777 solo aparecen 4 mujeres, y para 1809 eran 59. 

Cuando la Corona española se arrogó el monopolio del tabaco, todas las fábricas de cigarros y cigarrillos creadas en Hispanoamérica continuaron con esa tradición y emplearon a mujeres.

Muchas viudas cabezas de familias de sectores medios y altos heredaron de sus difuntos esposos bienes inmuebles y activos comerciales y se colocaron al frente de los negocios y los mantuvieron. Otras mujeres que habían recibido de parte de sus padres bienes en calidad de dotes matrimoniales, se separaron y entablaron pleitos judiciales para que sus exesposos les devolvieran lo que ellas introdujeron al matrimonio. Incluso antiguas esclavas lograron construir pequeños peculios que les permitieron sobrevivir de forma holgada. En 1633 la Inquisición de Cartagena enjuició a varias negras libertas bajo la acusación de practicar la hierbatería (curar con medicinas naturales). Los listados de los bienes expropiados a algunas dejan ver que eran propietarias de sus casitas, de muebles y ajuares de sus viviendas, prendas de oro, vestidos y algunas eran hasta propietarias de pequeñas cantidades de esclavos. 

Según informes enviados a Madrid por gobernadores y de las altas autoridades eclesiásticas, muchas esclavas eran enviadas a la calle para que ganaran unos reales en diversos oficios y parte de lo que ganaban debían entregarlo a sus amos. Algunas se empleaban en casas para realizar oficios domésticos; otras se prostituían. El censo de 1777 del barrio de Santo Toribio, actual San Diego, permite conocer que muchas esclavas vivían por fuera de las casas de sus amos, de forma independiente en pasajes –solares que contenían varias habitaciones que compartían las zonas de servicios– y es de suponer con la condición de entregar parte de lo que ganaban a sus propietarios. Y esto sucedía pese a que los bandos de buen gobierno (especie de códigos de policía) prohibían esas formas de vivir. 

En fin, el mundo de las mujeres, desde las que formaban parte de las familias de la elite hasta terminar en muchas esclavas, era mucho más complejo de lo que hasta ahora hemos imaginado.

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Mujeres cubanas en una fábrica de tabacos de la isla. Hoy al igual que ayer el oficio de torcer puros sobrevive en el Caribe.

Mujeres en la real fábrica de cigarros

Pero ahora quiero resaltar el hecho más significativo del trabajo femenino de la Cartagena del siglo XVIII: la existencia de la Real Fábrica de Cigarros, establecimiento manufacturero que se creó en 1778 y funcionó hasta 1805. Estaba situado en la calle del Estanco del Tabaco haciendo esquina con la calle de Nuestra Señora de las Nieves (actual calle Ayos), en tres casas de dos pisos cada una, las que se unieron quitando las paredes de sus patios. Tenían en total 25 habitaciones, y 16 de estas se destinaron para la elaboración de cigarros y el resto para oficinas y bodegas. Esta fábrica era pequeña en comparación, por ejemplo, con la de Ciudad de México. que diariamente ocupaba a casi 9.000 trabajadoras

Durante sus 27 años de existencia dio trabajo a un promedio de 200 mujeres por día. El oficio de elaborar cigarros era de vieja data en la ciudad y las mujeres lo ejercían en sus casas sacando tiempo a los oficios domésticos. Por eso, cuando la Corona española se arrogó el monopolio del tabaco, todas las fábricas de cigarros y cigarrillos creadas en Hispanoamérica continuaron con esa tradición y emplearon a mujeres. Es de imaginar las romerías de trabajadoras desplazándose en pequeños grupos por las calles de la ciudad hasta llegar a la fábrica. El enganche, es decir, lograr la colación para trabajar, era por medio de recomendaciones de las jefas de cuadrillas. La buena presentación en sus vestidos era tenida en cuenta. Se evitaba la sustracción de materiales de la fábrica mediante la revisión al terminar cada jornada.

Estaban organizadas en cuadrillas formadas por 12 trabajadoras, que tenían al frente a una artesana experimentada. Algunas de estas llegaron a sobresalir, como fue el caso de Marcelina Romero Porras, hermana del herrero Pedro Romero, desempeñándose como jefe de cuadrilla, quien logró ser propietaria de tiendas y de inmuebles

El trabajo diario consistía en seleccionar, desnervar, picar y doblar tabaco, es decir, la elaboración del producto final. En mesas largas y utilizando cuchillo y una caja molde, trabajaban desde las siete de la mañana hasta las cinco de la tarde. Se les daba una hora para almorzar. Laboraban de lunes hasta el mediodía del sábado. El tabaco se traía de Cuba y de la zona de Ambalema, actual departamento del Tolima.

Empezaron ganando 3 cuartillos por libra de cigarros elaborada. Luego pasaron a ganar 6 cuartillos (el peso de plata se dividía de 8 reales, y un real en 4 cuartillos). El jornal diario estuvo entre 3 y 4 reales diarios, lo que estaba a tono con lo que ganaba un jornalero. Muchas se estabilizaron por años en sus empleos y se convirtieron en aportadoras a los ingresos familiares. Este trabajo debió cambiar la vida de estas mujeres, pues pasaron de estar recluidas en sus hogares ejerciendo labores domésticas, a estar por fuera de estos durante diez horas diarias.

Es de resaltar que este caso es otra demostración de la importancia adquirida por el trabajo asalariado en la Cartagena de esa época, lo que unido al predominio del trabajo libre y también asalariado en los sistemas defensivos de la ciudad (fortificaciones, apostadero de la marina, marinería en guardacostas, talleres de real maestranza de artillería), obliga a desechar las fórmulas simples que se aplican al estudio de la sociedad y economía de esta ciudad durante el siglo XVIII. No queremos pintar una situación rosa de la mujer de esa época, pero llamamos  la atención acerca de la  necesidad de investigaciones más detalladas para ver  el funcionamiento  de  la sociedad y  cómo se aprovechaban circunstancias y situaciones que incidían en unos  protagonismos de  las  mujeres que no hemos tenido  en cuenta debido  a una  imagen que  tiende a reducir la configuración de la sociedad de esa  época a una situación polarizada de blancos y  negros, ricos y pobres y  mujeres totalmente  desaparecidas de  la vida económica y laboral.

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Sergio Paolo Solano 

Historiador. Profesor del Programa de Historia de la Universidad de Cartagena. Doctor en Humanidades de la Universidad Autónoma Metropolitana de México.

 

 

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